La historia de Susana Reyes, una maestra que creó una escuela para adultos en situación de calle y Rene y Wara Calpanchay, padre e hija oriundos de Jujuy que resaltan la importancia de trabajar en forma mancomunada
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“Hola, ¿vos sos mi señorita?” Con esta simple pregunta se desencadenó una historia inesperada e impensada. Esas cinco palaras fueron las que Helena, una ex trabajadora sexual y miembro del sindicato de mujeres contra la violencia sexual dijo a quien en un pasado supo ser su maestra. A continuación de dicha frase Helena dijo: “vengo porque quiero escribir todo aquello que tengo para decir”. Esas palabras resonaron en la mente de Susana Reyes, su maestra de la infancia, una mujer que trabaja por la inclusión educativa y es una de las creadoras de la escuela porteña destinada a adultos, Isauro Arancibia. Una iniciativa que cautivó el interés de otras compañeras de helena y personas que vivían en situación de calle en el barrio de Constitución.
Susana, la maestra inspiradora que presentó su historia de vida en el TEDxRíodelaPlata reconoce que recorrer la estación de Constitución y ver “un hormiguero de gente que pasaba por al lado de personas en situación de calle que nadie miraba” fue lo que la impulsó a crear el proyecto de la escuela Isauro Arancibio. Allí en conjunto alumnos y maestros se propusieron hacer la educación universal. Querían que el aprendizaje no sea solo para niños y adolescentes, sino que la idea de dicho proyecto iba a estar centrada en que jóvenes y adultos que por cuestiones sociales no pudieron estudiar, tuvieran su oportunidad. “Que no se sintiesen marginados por la sociedad, que dejen de sentir que son invisibles como aquellos que estaban durmiendo en la estación de Constitución. El objetivo era crear una escuela que alojara a todos y a todas”, relató la docente.
La primera premisa de la institución es que siempre habrá vacantes para todos. La segunda es que “la escuela no es la calle”, si allí hay situaciones se resuelven con violencia en la escuela solo con palabras, “acá se respetan las normas”, dice Reyes.
Respecto al por qué del nombre del lugar explica que “elegimos para nuestra escuela un nombre emblemático, el de Isauro Arancibia. Un joven que durante la dictadura lo asesinaron a balazos y después de matarlos le robaron los zapatos”. ¿Por qué es importante este último detalle? Porque además de hacer una institución en conmemoración suya recuperemos los zapatos de Isauro porque no es justo que un maestro esté descalzo en el cielo, sus zapatos nos llevan a una sociedad más justa”, reflexionó.
Consultados por sus maestros sobre cómo mejorarían la escuela, los estudiantes respondieron que querían “una escuela como tienen todos”: que cuente con deporte, artes, un comedor, música y más. “Queremos estar todo el día acá” rememora Reyes que dijeron los alumnos.
De esta manera el Isauro Arancibia es actualmente una institución de jornada extendida para jóvenes, adultos y niños. Allí hacen huertas, tienen una panadería, bicicletería, taller literario y de costura. “Empezamos con una maestra y quince alumnas y hoy hay 600 estudiantes que vienen todos los días y algunos se levantan de la vereda decididos a aprender.
La importancia de globalizar la educación
Dentro del marco de TEDxRíodelaPlata, René y Wara Calpanchay también se animaron a contar su historia. Padre e hija, tanto René como Wara pertenecen a la provincia norteña de Jujuy, ellos mismos son apasionados de la Pachamama y se reconocen como parte de la comunidad indígena de esa zona.
“En las salinas grandes donde las lágrimas derramadas de los ancianos por tanta muerte y desolación son transformadas día a día en esperanza y amor. Cuento historias para que siempre viva mi abuela”, cantó Wara al ritmo de su tambor.
La abuela de la que hace alusión es la madre tierra, “todo lo que conocemos los seres humanos y de lo que no somos dueños sino parte”, dice René Calpachay tras el canto de su hija.
Para ellos, todos los seres humanos son parte de un mismo cuerpo por lo que no tendría sentido la exclusión, el racismo, el sufrimiento de unos a manos de otros. Algo que se replica en la estación de Constitución, en muchas calles del país y también en el resto del mundo.
“Creo que la clave está en que para cambiar no solo debemos conocer, sino que tenemos que sentir. Para nosotros no es ‘primero pienso, luego existo’ sino ‘siento y existo’, declara René. Y añade: “me doy cuenta que el sentir fue algo que a las comunidades originarias se nos enseñó desde el principio, de cuidar a la Pachamama, de amarla y de cuidar el planeta”.
Sin embargo, no solo se trata de aprender a amar y cuidar la Tierra sino de aprender a hacer eso mismo, pero con el prójimo. Según los Calpanchay lo que importa hoy es lograr una combinación de sentir y hacer porque todos tenemos que cambiar al ser humano. “Es aquí donde surgen los cambios, en el SENTIR”, finalizó.