Uribelarrea es un lugar ideal para caminar entre casonas centenarias por calles de tierra mojadas de rocío, con el aroma del pan recién horneado; ahora es reconocido por sus agroalimentos de alta calidad
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José Luis Nacucchio, alias Chango, tiene pinta de gaucho, rulos rubios cubiertos por una boina negra y barba entrecana, y su sonrisa permanente, que irradia un lejano aire de ironía, refleja su optimismo a prueba de todo, su confianza en que los sueños, a veces, pueden volverse realidad. Como aquellas tantas veces que querelló contra lo imposible. O cuando quiso Dios o el destino que aterrizara, en el murmullo de una mañana de pájaros trinando, en un pueblo manchado de luz que, a simple vista, tenía pocos atractivos: Uribelarrea. En cambio para él resultó un lugar bellísimo donde reencontrarse con la tierra mojada de rocío, el olor del pan, y el aroma a leña de esa patria que es la infancia. Invirtió en varios restaurantes y logró que, de a poco, comenzara a conocerse más. A éstos los siguieron muchas otras propuestas de nuevos emprendedores que siguieron abonando su fama hasta llegar a ser el polo turístico que es hoy, referente de picadas y cervezas casi tanto como Tandil, con más de 40 locales gastronómicos.
El paraje tenía como antecedente la Escuela Agrotécnica Salesiana Don Bosco, una de las primeras de la provincia de Buenos Aires, cuyos chacinados y quesos hechos por docentes y alumnos se vendían allí.
Lo cierto es que gracias a este visionario este bello pueblo detenido en el tiempo, con diagonales arboladas dibujadas por Pedro Benoit (el mismo arquitecto de La Plata), unos pocos km después de Cañuelas por la RN 205, ofrece picadas, fiambres, cerveza artesanal, el tambo caprino donde se sirve el té, la bodega con visita guiada en los campos linderos; hoy Uribe se destaca por sus agroalimentos de alta calidad como los embutidos, los alfajores y los quesos.
Nacucchio cuenta que llegó en 1976 con dos caballos redomones que tenía en Cañuelas, por los caminos interiores. “Un día me encontré con estas esquinas construidas a principios del siglo XX con pasión por italianos y vascos para que duren mil años. Y me enamoré hasta el tuétano del pueblo, de sus casas, de sus patios de piso de ladrillo y canteros atiborrados de plantas acariciadas por el sol. En ese entonces había sólo dos lugares para comer… Por suerte hoy, salvo los cables de luz, todo está como en el 1900″, cuenta el abogado.
Con ganas de hacer
Lo que comenzó como un hobby terminó siendo su lugar en el mundo donde se radicó con su mujer Roxana Berjano hace casi tres décadas: ella lo acompaña y lo sostiene en todas sus locuras. Primero abrió el restaurante Macedonio en 2003 (por su amor incondicional a Macedonio Fernández); luego Wimpi (en honor al escritor), y más tarde, Leonardo (por Da Vinci). Y el paraje perdido en ese mar de pasto que es la pampa se empezó a visibilizar cada vez más: hoy circulan más de 8000 personas los fines de semana con buen tiempo.
Este personaje particular, admirador del Dante y de Federico Peralta Ramos, comparte con este último la necesidad de no perder las ganas de hacer cosas, ni tampoco caer en “uno de los círculos del infierno que, según la Divina Comedia, es la mediocridad, no entendida como falta de brillantez sino como falta de pasión por las cosas”.
Será por eso que hace unos meses abrió el restaurant Il Verdicchio en una de sus esquinas amadas en el casco histórico del pueblo. Fueron cuatro años que llevó el trabajo de reciclaje que respetó el estilo de construcción italiano de 1890 que incluía arcos de medio punto, vitrales y un largo etcétera que llevó mucho tiempo restaurar. Entrar a Il Verdicchio a comer un asado es como caer en el túnel del tiempo para admirarse con el vitral restaurado o las paredes de ladrillos a la vista que ostentan los años de esplendor de la Argentina.
“Esta es una casa con un valor patrimonial, arquitectónico, histórico y cultural muy significativo. Es un edificio que forma parte del entramado de la Uribelarrea antigua, con más de 128 años de antigüedad”, dice Nacucchio. Dada su relevancia histórica y para devolverle su impronta, fue respetado su diseño original, su frente y otras obras de arte que contiene su construcción.
Abre los fines de semana desde las 10.30 con el desayuno y luego ofrece el menú criollo de empanadas de lomo cortado a cuchillo, pizzas, bife de lomo o de chorizo, vacío, asado, pechito de cerdo o cordero al asador con guarniciones; o el italiano de buenas y abundantes pastas caseras como los malfatti de espinaca, los cables de teléfono o los ravioles de cordero que se suman a las minutas que se pueden disfrutar en el bello salón restaurado o en las mesas dispuestas bajo la opacidad de las sombras misteriosas de los árboles del amplio parque.
El optimismo de este gaucho es indestructible y sus autores amados, a los cuales cita permanente, lo corroboran. “Compré esta esquina para salvar las construcciones valiosas de la piqueta y reflejar esa identidad perdida, para que los turistas puedan usarlo sin presión de tiempo y, sobre todo, para que no perdamos las ganas jamás, para volver a creer que es posible”, concluye con pasión.
Datos útiles
Restaurantes
- Algunas opciones: Il Verdicchio, Pueblo Escondido, El Palenque, Doña Helena Uribe, La Uribeña y Sixto Restaurant, entre otros.
Paseos
- Pueblo Escondido. Almacén y restaurante. Fiambres de la salumeria propia, se destaca la línea italiana. De miércoles a domingos.
- Finca Don Atilio. Viñedo familiar de Syrah, Merlot, Sauvignon Blanc, Pinot Noir y Tannat para producción de vinos propios.
- Valle de Goñi. Tambo de cabras anglo nubian.
- Colegio Don Bosco. Dulce de leche y quesos de producción propia. Sábados y domingos de 10 a 18.