Especialistas brindaron sus análisis sobre la evolución de la investigación clínica; las cuestiones a resolver para lograr progresos y una mayor inversión
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Generaciones atrás, la expectativa de vida de las personas en la Argentina rondaba los 65 años y, si se mira un poco más atrás en el tiempo, ese número tiende a reducirse. Sin embargo, gracias al desarrollo en investigación clínica, se descubrieron nuevos tratamientos, curas y tareas de prevención que lograron llevar el promedio a los 75 años.
La Argentina tiene, en una industria como la de la salud, la posibilidad de crecer aún más y proyectarse con mejores resultados. Siempre, explican los especialistas, apalancada en la gran profesionalidad de sus recursos humanos y la calidad de profesionales que hay en el país. Las trabas, no obstante, aparecen en algunas normas, reglas y burocracias.
Sobre ese tópico giró la charla que Gastón Domínguez Caetano, presidente de la Cámara Argentina de Especialidades Medicinales (Caeme) y BIOHOPE, y Jorge Otamendi, socio de G-Breuer, compartieron con Carla Quiroga, prosecretaria de Redacción de LA NACION, en lo que fue el cuarto encuentro del evento de Bienestar & Salud organizado por LA NACION.
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Caeme, la cámara que nuclea a las principales empresas farmacéuticas de la Argentina, tiene, según detalló Caetano, “12 plantas en el país y más de 10.000 empleados”. “Nuestra cámara aporta en exportaciones más de US$500 millones anuales, contribuye en más de un billón [de pesos] en términos impositivos y es una de las cámaras que mayor actividad tiene en investigación clínica. Nuestra cámara tiene más de 600 protocolos de investigación clínica activos con una inversión directa en la economía argentina de más de U$500 millones por año, según datos de 2022″, amplió.
“Hoy, el desarrollo de una molécula de una droga innovadora cuesta alrededor de US$2500 millones. En general, por cada 100 estudios clínicos que cuestan eso, entre 1 y 5 moléculas se aprueban. Es una tasa de alto riesgo que afronta el sector privado porque, obviamente, las oportunidades en términos de impacto en el sistema sanitario son muy altas. Hay todo un lado de impacto económico que tiene que ver con la investigación clínica que es muy importante y que, a mi modo de ver, Argentina no ha podido capitalizar del todo”, explicó también.
Es a partir de ese punto que aparecen las dificultades. “Todos estos años solo he podido ver desmejoras en el sistema. Hoy, obtener una patente en el sector farmacéutico en muchos rubros es imposible. Existe algo que se llama la Resolución conjunta que ya debe de llevar 12 años y que prohíbe la patentabilidad de un montón de invenciones genuinas. Es un disparate e ilegal, una resolución ministerial no puede modificar las pautas que establece una ley”, se lamentó Otamendi.
Acorde a lo que él explicó, la regulación de patentes en la Argentina dificulta el desarrollo de nuevas invenciones y, dicho de manera simplificada, alienta la copia. “Uno nunca va a invertir plata si sabe que de esa inversión no va a ver un peso de recupero después. [Se espera a] que el otro desarrolle, obtenga y, si le va bien, copiarlo y sin poner un solo peso en investigación”, explicó el abogado.
“Yo siempre me pregunto, ¿quiénes hicieron más para que hoy tengamos un promedio de vida más alto? ¿los que investigaron o los que copiaron? Los que investigaron. Por eso es tan importante un buen sistema de patentes, de protección de datos de prueba, porque en Argentina violamos un tratado internacional que fue firmado por este país”, agregó.
Con los temas puestos sobre la mesa, los especialistas aun así vislumbran un futuro prometedor para la industria. “Creemos que la inversión podría triplicarse o quintuplicarse si tuvieramos un entorno más favorable, una discusión proactiva sobre qué tipo de propiedad intelectual queremos, qué normas podemos tener y necesitamos, cómo podemos crear un entorno donde se cuiden estos datos de prueba. Argentina [tendría] la posibilidad de captar mucho más de esos US$240.000 millones que se invierten a nivel mundial en investigación clínica”, adelantó Caetano.
Si bien reconocieron que el país “está por debajo de la media” en relación a investigación clínica, los especialistas ponderaron la calidad de los profesionales que hay en la Argentina. Aún con dificultades, hay cerca de 625 estudios activos en áreas de oncología, inmunología, neurología y vacunas, entre otros. Durante este último año, se abrieron entre 200 y 250 estudios más y pretenden “seguir por esta vía de investigación”, tal como señaló Caetano.
“Se están dando discusiones que van a mejorar el clima de negocios. Le quiero llevar a la gente es un mensaje de esperanza. La industria va a seguir invirtiendo y aquel que hoy nos está viendo y que tiene un familiar con alguna enfermedad que no tiene cura o tratamiento, seguramente con todos los avances que están habiendo vamos a tener soluciones en breve”, cerró el representante de Caeme.
“Veo que el presidente ha hablado de la defensa de la propiedad, la ministra de Relaciones Exteriores está hablando de la incorporación de la Argentina al tratado de cooperación en materia de patentes, algo fundamental para los inventores argentinos para que puedan salir a patentar en el extranjero. Ahí tengo una luz de optimismo. [Lo que ocurre es que] cuando vos tenés un sistema de patentes, forzás a los competidores a que investiguen para superar tu invención. Si vos no lo tenés, el competidor no hace nada porque solo le alcanza con copiar. Es muy importante para mejorar el nivel de vida de la gente”, concluyó Otamendi.
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