Las imágenes parecen de ciencia ficción, de esos filmes distópicos adaptados de una mala novela. Médicos y enfermeros enfundados en trajes aislantes arrastrando por la fuerza a pacientes infectados. Cuerpos que yacen inertes en el piso, capturados por una borrosa filmación furtiva en alguna estación de tren. Avenidas desiertas, barcos en cuarentena, puentes sin tránsito, personas sin rostro, ocultos sus rasgos detrás de barbijos espectrales. Son escenas de una epidemia que se expande por los medios y las redes aún más de prisa que lo que lo hace el virus. El miedo precede a la enfermedad, y al temor lo acompañan los prejuicios y la estigmatización, y lo amplían las teorías conspirativas y la censura.
Hace cien años, en cambio, no había tiempo para la paranoia: la muerte llegaba casi sin avisar y con pavorosa eficacia. El mundo mostraba su fatiga tras cuatro años de una guerra global que dejó una destrucción sin precedente. Diez millones de seres humanos murieron en la contienda bélica. Pero la epidemia que la siguió sería aun peor.
Todavía hoy no hay precisiones sobre su origen, y aunque pasaría a la historia como la "fiebre española", se sabe que no fue España su epicentro, aunque los casos en ese país tuvieron más repercusión pues, al ser neutral en la guerra, sus medios no sufrieron la censura. Algunas teorías indican que los primeros casos se registraron en Kansas, Estados Unidos, en marzo de 1918, y que los soldados llevaron el virus a Europa. Lo cierto es que fue en agosto de ese año, cuando el virus mutó en un agente letal, que el primer caso se confirmó en Brest, el puerto francés por el que las tropas llegaban al continente.
La violencia de la pandemia no tuvo igual. Se calcula que en las primeras 25 semanas murieron 25 millones de personas. Munch, Klimt y Apollinaire, entre otros hombres célebres, la padecieron. A diferencia de otras epidemias de gripe, las víctimas no eran mayoritariamente ancianos o niños, sino también adultos saludables e incluso animales. El mal se expandió vertiginosamente por un mundo mucho menos conectado que el de hoy. En China las muertes se estimaron en 30 millones; en Estados Unidos, donde casi una de cada tres personas padeció la enfermedad, entre ellos su presidente Woodrow Wilson, los muertos superaron los 500.000; en la India británica oscilaron entre los 10 y los 17 millones. En la Argentina, la cifra oficial de víctimas mortales fue de 14.997. En total, se estiman entre 40 y 100 millones las muertes por la gripe, que asoló al planeta en 1919 y se desvaneció a comienzos de 1920.
Un horror que hoy resulta lejano, aunque el miedo y la paraonia no conocen de historia.
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