El Formentor, que fundó el visionario porteño Adán Diehl en 1929 en Mallorca, España, también frecuentado por escritores y artistas, reabrirá a mediados de año, luego de un proceso de reconstrucción y reciclado que le devolverá el glamour que supo cultivar
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PALMA DE MALLORCA.- La historia del hotel Formentor no tiene desperdicio, ni por sus orígenes, en plena crisis de 1929, ni por su mentor ni por sus huéspedes ni por lo que representa como marca cultural. Winston Churchill lo admiraba y solía alquilar una habitación, siempre la misma, para relajarse de las intrigas sajonas mientras escribía o pintaba sus acuarelas con un puro en la mano.
La escritora catalana Carme Riera, en su magnífica y muy bien documentada obra Formentor, una utopía posible, editado por el Grupo Barceló, propietario del hotel entre 2006 y 2020, cuenta que Grace Kelly y Rainiero pasaron allí parte de su luna de miel, así como en su momento lo hicieron el príncipe de Gales y Wallis Simpson. El diseñador y perfumista Jean Patou, inspirado por la belleza de las playas formentinas, creó en 1932 el pantalón palazzo, al que bautizó Formentor y que luego inmortalizaron figuras como Marlene Dietrich y Katherine Hepburn. Lástima que Patou no se enteró de que también Diane Keaton les hizo honor cuando los resucitó en Annie Hall.
A los nobles y magnates, grandes estrellas de Hollywood y políticos prominentes se les sumaron artistas, poetas, músicos y premios Nobel, asistentes habituales a las jornadas de filosofía, literatura y poesía que se celebraron en sus salones a lo largo de todas las épocas, primero impulsadas por su fundador y luego, gracias al entusiasmo de grandes hombres de las letras como Camilo José Cela y Carlos Fuentes, entre otros ilustres que fueron claves para convertir al Formentor en un sello literario.
Cenáculo del glamour mezclado con las artes más exquisitas, la high society y la cultura desde la belle époque en adelante, el Formentor vuelve ahora a la primera plana: el fondo andorrano Emin Capital y la cadena canadiense Four Seasons planean su apertura en unos meses con el nombre de Four Seasons Mallorca at Formentor.
El Formentor está enclavado en medio de 1200 hectáreas de bosque mediterráneo que son patrimonio de la humanidad desde 2011, en la península que lleva su nombre en la Bahía de Pollensa, a 70 kilómetros de la ciudad de Palma, y que durante las tres primeras décadas del siglo XX fue absolutamente inaccesible por tierra.
¿A quién se le podría ocurrir entonces levantar un hotel en medio de ese parque natural salvaje e inabordable, y cuando el mundo entero temblaba por el crac de la Bolsa de Nueva York? ¿Cómo fue que esa tierra virgen se convirtió en punto de encuentro de artistas, grandes pensadores y personalidades del siglo XX, y fuente de inspiración para gran parte de la sociedad de la época?
Amor a primera vista
Fue el sueño del argentino Adán Diehl, al que muchas veces llamaron “el Loco” lo que hizo realidad esta historia. Un día llegó desde París a Pollensa en busca de diversión e inspiración artística con un grupo de amigos, algunos argentinos, otros catalanes, y fue amor a primera vista. Ahí nació la historia del hotel Formentor. Descendiente de alemanes nacido en Buenos Aires en 1891 en el seno de una familia aristocrática y cuyo abuelo, Adán Altgelt, fue el primer embajador de Alemania en la Argentina, Adán era hijo de Alejandro Diehl y de Isabel Altgelt Tornquist, apellido este último de vital importancia para que Adán concretara sus sueños.
Bohemio, encantador y pintón, fue siempre un soñador que quería ser poeta. Amante de la pintura, la música y la literatura, su vida parece escapada de El gran Gatsby. Hizo el bachillerato en el Colegio Nacional, luego ingresó en Derecho y se recibió de abogado. Pero jamás perdió contacto con los amigos que había hecho en el secundario, principalmente Tito Cittadini, luego devenido pintor, y Ricardo Güiraldes, que ya despuntaba su talento para las letras, con quienes frecuentó la peña Los Parera, donde debatían sobre literatura, arte y poesía. Más aún: colaboró con Caras y Caretas y publicó poesía en la revista Sur y en la Revista de Occidente, dirigida por Ortega y Gasset. Sus versos eran conocidos por Jorge Luis Borges, que lo incluyó en 1941 en Antología poética argentina, que recopiló con Bioy Casares y Silvina Ocampo. La vida de Adán Diehl transcurría en una Argentina muy distinta a la que se ve en el siglo XXI. El país era una gran promesa, y era común que los hijos de familias de situación acomodada completaran su formación viajando por Europa luego de terminados los estudios. Él no fue la excepción. Con Güiraldes da la vuelta al mundo en 1911, visitan París, donde se vinculan con el grupo de intelectuales de la Nouvelle Revue Française y, a instancias de Cittadini, conocen al pintor catalán y maestro de pintores sudamericanos Hermen Anglada Camarasa. Lo deslumbran tanto los relatos como las pinturas de Anglada, que representaban escenas de las islas, según refiere Riera en su libro.
El comienzo de la Gran Guerra lo sorprende en París, ya como corresponsal de LA NACIÓN. Vuelve a Buenos Aires en 1915 y un año después se casa casi en una boda exprés con Delia del Carril, artista y cosmopolita siete años mayor que él, transformándose en concuñado de su amigo Güiraldes, que se había casado con Adelina del Carril.
El matrimonio, turbulento y bohemio, transcurrió entre Buenos Aires, Mar del Plata, París y Mallorca, donde llegaron invitados por Anglada Camarasa, que ya había estado en Buenos Aires exponiendo en la Exposición de Bellas Artes del Centenario, donde ganó premio con su obra Valencia. Mientras Diehl enloquecía por el aire de Pollensa, las peleas y reconciliaciones de la pareja no cesaban. Finalmente se separaron en 1921. Años más tarde ella se convirtió en la segunda mujer del poeta Pablo Neruda.
Algunas fuentes aseguran que en 1921 Adán Diehl volvió al que ya consideraba su lugar en el mundo y se reunió con el poeta mallorquín Costa i Llobera, autor del conocido poema El Pi de Formentor y a la sazón dueño de las 1200 hectáreas que luego compraría para levantar el Formentor. Sí está documentado que en 1926 se instala en Mallorca con su nueva mujer, la glamorosa María Elena Popolicio, a quien había conocido a bordo del barco que los traía a Europa. Ella era viuda, madre de una chiquita e hija de un exdirector del Colegio Nacional. Se instalaron en L’Horta, una propiedad en medio de la naturaleza en el municipio de Pollensa que él mismo diseñó, pero la exuberante y escarpada geografía de la península de Formentor los subyuga y Diehl decide comprar las 1200 hectáreas en 520 mil pesetas.
La idea que perseguía Adán era bohemia y bella. Así se lo contó a José María Salaverría, en 1933, quien lo plasmó en el libro Viaje a Mallorca: “Yo soy simplemente un apasionado del paisaje. En una de mis peregrinaciones por el Mediterráneo descubrí este rincón admirable y no quise vagabundear más. Aquí me quedé y a este prodigio de Formentor he dedicado desde entonces todas mis iniciativas, toda mi existencia (...). Cuando descubrí la belleza insuperable de Formentor, pensé que este sitio lo reservaba la Providencia para servir de refugio a los poetas y pintores. Hubiera querido convertirme en un personaje de los cuentos maravillosos. Ser el mecenas omnipotente que llama a los artistas y les entrega el encanto de Formentor para que vivan en él su despreocupada y libre existencia. Sin cuidados económicos, sin trabas sociales, atenidos únicamente a los afanes del espíritu como en un falansterio donde solo impera el arte”.
Muy probablemente porque hacer rentable semejante inversión era un imperativo, lo que prosperó fue la idea de construir un gran hotel, un sitio que conjugara el lujo, la cultura y a la vez estuviera en armonía con el entorno, algo que siempre estuvo presente en la visionaria y adelantada cabeza de Diehl. Financiado por la Banca Tornquist, de quien era pariente directo, y por Crédito Balear, el hotel estuvo terminado en un año y medio. Según relata la académica y especialista en historia del arte Francisca Lladó Pol en una minuciosa investigación realizada en 2013, “para la construcción del hotel se contó con unas ciento cincuenta personas, introduciendo fórmulas de contratación desconocidas en la Mallorca de finales de los años veinte. Siguiendo sus ideales democráticos basados en el derecho al trabajo, así como al tiempo destinado al descanso, organizó tres brigadas de peones que trabajaban ocho horas diarias, contribuyendo a reducir la crisis laboral de Pollensa”. En una entrevista con el escritor mallorquín Rafael Alcover, en 1954, cuando su marido ya había fallecido, María Elena contó que él mismo lo ideó y proyectó sobre una gran mesa donde día y noche desplegaba dibujos, bosquejos y planos.
Ubicado en la zona del poniente, cercano a la playa y orientado hacia el sur, lo que lo protegía de los vientos, era un edificio de líneas simples y sobrias. En la planta baja estaban la cocina, el comedor, los salones y otras dependencias de servicios comunes, un sótano. Además, tenía tres pisos con cincuenta habitaciones. Una novedad para la época: todas tenían teléfono, agua caliente a toda hora, luz eléctrica, calefacción y un mobiliario refinado, elegido por la propia esposa de Diehl, con camas salomónicas y ropa blanca confeccionada y bordada a mano por las monjas de Pollensa. Además, cubertería de plata, cristalería de Baccarat y vajilla de Limoges, como la prensa de la época consignó con detalle.
La gran inauguración
María Elena fue una colaboradora esencial. Se encargó de contratar a todo el personal, sin experiencia preferentemente, para entrenarlos en persona, lo que a la larga sentó cátedra. Sus requisitos: buena presencia, ganas de aprender, amabilidad y discreción absoluta. Pero justo es decir que no solo en esta etapa fue clave en la vida de Diehl, como ella misma relató en 1954, cuando se lo homenajeó levantando un monolito con su busto en los jardines del hotel: “Mucho tiempo durante la construcción del hotel, el alba fue la señal de abandonar nuestra mesa de trabajo, cargada de planos, dibujos, telas… y también de sueños e ilusiones. No le gustaba estar solo y le era grata mi compañía; tuve la dicha de compartir con él todos sus proyectos, sus trabajos, sus alegrías y sus penas. Y así unidos siempre hasta el último momento de su vida”.
El 24 de agosto de 1929 el hotel abrió sus puertas con toda pompa y recibió a los invitados, que llegaban en barca porque la carretera que unía Formentor con Pollensa se terminaría recién seis meses más tarde, con un menú elaborado por el chef francés Monsieur Meteré, que había ganado el concurso de los cocineros de París, vinos de Borgoña y de Burdeos y champagne de Reims. Sin embargo, la comida resultó insuficiente. Los presentes, poco habituados a un cóctel de esta naturaleza, hacían acopio de comida que luego dejaban en los platos. Y no solo eso: arrasaron con las servilletas de hilo bordadas y las cucharitas de plata.
Diehl sabía que necesitaba promoción, por lo cual entabló buenos vínculos con notables y amigos que oficiaron de lo que hoy llamamos influencers, celebró fiestas y eventos sociales amenizados por una orquesta francesa así como actos culturales. El de Diehl fue durante muchos años el único hotel de lujo verdadero en Mallorca, junto al Grand Hotel, que está en el centro de Palma, y su publicidad se exhibía en las más importantes estaciones marítimas y ferroviarias francesas como en la oficina de España en París.
A la playa privada y la amplitud y luminosidad de las habitaciones, se sumaba la distinguida atención. Cada habitación tenía un par de camareras listas para atender cualquier necesidad de los huéspedes; excelente oferta gastronómica en sus tres restaurantes, que hasta los años 50 ofrecían servicio ininterrumpido día y noche; cine, peluquería y discoteca; cancha de golf y de tenis, valet, entre otras atenciones.
Dice Carme Riera en su libro: “En los cinco años que Diehl fue propietario del hotel, fiel a lo que podríamos llamar el ‘espíritu Formentor’ puso el mayor interés en que su establecimiento no fuera solo un lugar agradable y lujoso donde sus huéspedes encontraran un servicio exquisito que les permitiera el goce de los cinco sentidos, en un entorno de prodigio, sino que además pudieran deleitarse artísticamente y encontraran incentivos espirituales relacionados con el arte”. En sintonía con este postulado, en marzo de 1931 Diehl encomendó al escritor y filósofo Joan Estelrich la organización de la Semana de la Sabiduría, en la que tuvo participación estelar el famoso conde de Keyserling, amigo de Unamuno, muy conocido en España y la Argentina, y fundador de la Escuela de la Sabiduría en Darmstadt, por donde pasaron Jung y Tagore.
El encuentro no contó con otras presencias de renombre dados los tumultuosos momentos que vivía entonces la España de la Segunda República, pero se lo reconoce como predecesor de lo que en 1959 fueron Conversaciones Poéticas.
El inevitable ocaso
Pese a todos los esfuerzos, la excelencia y la campaña de publicidad, los gastos eran más altos que los ingresos, el crac del 29 se hacía sentir en todo el mundo y Diehl entró en quiebra. El mayor acreedor, Crédito Balear, se quedó con el 75% de la propiedad del hotel, y el 25 restante pasó al abogado del banco, Jaume Enseñat. Diehl se deshizo de su pinacoteca, de su propia casa e incluso se desprendió de algunas tierras que tenía en Formentor. El Banco Tornquist, por su parte, se quedó con terrenos que luego loteó entre particulares.
Sin embargo, estos desastres económicos no mellaron el afecto y el agradecimiento que todo Pollensa tenía por el argentino. El Ayuntamiento lo nombró Hijo Protector de Pollensa y lo despidió con un banquete conmovedor, preparado por los obreros, en el Convento de Santo Domingo, cuya entrada mostraba un arco de follaje con esta inscripción: A Adán, el pueblo agradecido.
Entristecido y sin un peso, Diehl y su esposa partieron hacia Barcelona en 1935. En París, María Elena vendió sus joyas y otros valores para pagar el regreso a Buenos Aires. Hasta la escalerilla del barco lo acompañó Ignasi Rotger, que fue su secretario y traductor de mallorquín, colaborador mientras se construía el hotel y director en dos ocasiones. Hay una leyenda que refiere Riera en estos términos:
–¿Dónde quiere que le remita la correspondencia?
–Yo qué sé, si no sé dónde voy a dormir mañana en Barcelona…
–¿Necesita usted dinero?
–No tengo nada –contesta Diehl. E Ignasi le entrega 100 duros.
Continuar con el legado
El hotel pasó por distintas manos hasta que en 1953, coincidiendo con el año en que Diehl muere en Buenos Aires, la propietaria de ese momento, la Compañía Catalana de Hoteles de Montaña, lo vendió. No es desacertado decir que el management de Tomeu Buadas revivió el espíritu de Adán Diehl y se lo puede considerar su mejor heredero, en opinión de Carme Riera. Interesado también en la literatura y el arte, su gestión fue rica en visitas notables de todas las disciplinas. Su amistad con el escritor Camilo José Cela dio pie a la organización de Conversaciones Poéticas de Formentor y a la creación del Premio Formentor de Novela y del Prix International de Literature, dotados de un premio de 10.000 dólares. Gracias a estos eventos era frecuente ver en el hotel a Vicente Aleixandre, Carlos Fuentes, al escritor inglés residente en la isla Robert Graves, Vargas Llosa, Octavio Paz, Carlos Barral, Miguel Ángel Asturias, Agustín Goytisolo, Damaso Alonso, entre muchas otras luminarias del mundo de las letras.
Dice Francisca Lladó Pol en uno de sus textos de investigación: “Tomeu Buadas actuó como mecenas haciéndose cargo de los gastos de alojamiento y montó en el antiguo club de yates el pabellón conocido como Club de los Poetas”. Sin duda, esta iniciativa de Buadas hizo honor al sueño que Diehl confesara a Salaverría. Lamentablemente en 1973 una tragedia aérea terminó con la vida de Buadas, y fue reemplazado por su hermano Miguel, que tomó el testigo y no solo se ocupó de continuar las actividades culturales, sino que puso enorme empeño en preservar el entorno paisajístico.
En 2006 el hotel fue vendido al Grupo Barceló en 36 millones de euros, según declaró el propio grupo. Durante esta última gestión, y en pleno boom del turismo más masificado, fue reformado para sumar habitaciones. El escritor Carlos Fuentes les propuso a las autoridades baleares recuperar el Premio Formentor, que finalmente volvió en 2011, cuando la zona donde está ubicado el hotel fue declarada patrimonio de la humanidad. El Formentor mantenía sus luces y sus brillos, y el precioso documental El mar de las palabras, dirigido por José Luis López Linares y estrenado en agosto 2019, lo ponía en imágenes que repasaban la historia y su riqueza cultural.
Sin embargo, pocos meses después se anunció que el fondo de inversión Emin Capital lo había comprado en 165 millones de euros. No fueron pocas las voces que se han hecho sentir entonces y ahora, ya porque el reciclado pudiera significar algún perjuicio para ese lugar considerado sagrado por todos en las islas, ya porque ha dejado de estar en manos mallorquinas.
Como es el caso de Carme Riera, que, consultada telefónicamente por LA NACIO, se mostró muy triste por esta última situación. Y no se trata de una opinión cualquiera. Su libro es acaso la más exhaustiva de las investigaciones hechas sobre la creación de Diehl, y pone en palabras como nadie la relevancia y la significación de este lugar: “Formentor es símbolo de nuestras raíces, el trabajo, el esfuerzo y las ideas que proyectaron a nuestra sociedad a las más altas cotas del desarrollo. (...) En él se dan cita nuestro sueño romántico, nuestra Arcadia imaginada, ideal, y una visión del turismo vanguardista, innovadora, absolutamente moderna, capaz de atraer a los grandes viajeros de todo el mundo en busca de valor, de autenticidad, de calidad. Es poderoso porque ha dejado de ser una locura, un delirio, una posibilidad. Formentor es un futuro que lleva años latiendo entre nosotros”. Adán Diehl puede descansar en paz. Su utopía sigue viva.
A semejanza del original
Dentro de pocos meses, muy probablemente en junio, plena temporada alta turística, el hotel reabrirá sus puertas como Four Seasons Mallorca at Formentor, en una renovación llevada a cabo por el fondo andorrano Emin Capital, que compró toda la propiedad al grupo Barceló en diciembre de 2020 por 165 millones de euros. Comandado por el CEO Jordi Badia Llorens, este fondo fundado en 2007 se dedica especialmente a inversiones vinculadas a la premium hospitality, como en este caso, imprimiendo –como asegura en el brochure que reparte a la prensa– un fuerte acento en la “sustentabilidad y la protección del medio ambiente”, lo que no es menor en este predio de 1250 hectáreas que ha sido consagrado por la Unesco como patrimonio de la humanidad.
La reforma, con un proyecto diseñado por el Estudio Lamela, uno de los más importantes de España (hizo la Terminal 4 del Aeropuerto de Barajas), representó una inversión de 70 millones de euros. Según reza en ese documento, “la obra mantiene el trazo blanco de la fachada del edificio, que contrasta con el azul del mar, y reduce la cantidad de habitaciones y suites, todas con vista al mar, de 123 a 110 para dar más despliegue a detalles de lujo y también sustentabilidad”.
Aunque al principio se pensó en una reforma integral con demolición de interiores, los responsables de la obra adujeron que el edificio presentaba problemas estructurales y por esta razón tuvo que ser prácticamente hecho de nuevo.
Las fotos que mostraban los escombros provocaron no pocas críticas. A las que el arquitecto Carlos Lamela respondió así: “A veces para que las cosas perduren deben desaparecer temporalmente. Los muros y los forjados originales estaban muy deteriorados y la construcción era tan precaria que era imposible cumplir con el código técnico. Todo se construirá exactamente, adecuándose a los parámetros actuales. Buscamos la excelencia absoluta en todos lados. Nadie puede pensar que una cadena como Four Seasons vaya a hacer algo que comprometa el patrimonio y el paisaje”.
El interiorismo está pensado por el estudio parisino Gilles & Boissier, habrá gastronomía de élite en cuatro restaurantes, uno de ellos con cocina nikkei; spa, kid’s club, salas de eventos y encuentros por supuesto están en la lista. El brochure asegura que el proyecto garantiza un 42% de ahorro energético, y certifica el uso de materiales y prácticas sustentables en toda la construcción del edificio, adecuación de la parcela donde está ubicado y eficiencia del uso de agua y energía, principalmente. Estas prácticas incluyen “restauración de la vegetación nativa y la siembra, reducción del consumo de agua mediante captación de agua de lluvia y el aprovechamiento de las aguas grises para el riego de los jardines; además de sistemas de recuperación de calor, energía por paneles solares y gestión de los residuos alimentarios”.
El proyecto incluye un desarrollo agrícola y forestal con viñedos y olivares. Los vinos serán servidos en los restaurantes del hotel.
Anecdotario de huéspedes ilustres
-El príncipe de Gales llegó en 1934 por carretera, se bañó en la playa y al día siguiente se embarcó en el Rosaura que lo esperaba en la Bahía de Pollensa y costeó la isla para contemplarla desde el mar. Regresó ya como Duque de Windsor en 1957 junto a Wallis Simpson y a bordo del barco de Stavros Niarchos.
-Helmut Schmidt también estuvo varias veces en el hotel, ocupando la célebre suite 113, que por sus dimensiones, vistas y acceso al exterior se reservaba a personalidades de gran jerarquía. Precisamente estaba allí cuando la invasión rusa a Afganistán, y debido a esta imprevista coyuntura se vio obligado a regrabar el tradicional mensaje de Navidad a la nación germana. El hotel acondicionó una habitación especialmente y la televisión de ese país transmitió desde allí el nuevo mensaje.
-También pasaron por el Formentor Mijail Gorbachov, que había enviudado recientemente, y lo hizo acompañado por su hija y su nieta; el presidente griego Andreas Papandréu, durante la Cumbre Europa de septiembre de 1995 que tuvo lugar en Formentor; y cinco años antes lo había hecho el Dalai Lama, aunque no usó la cama sino que, según su costumbre, durmió en el suelo, custodiado por dos monjes budistas que permanecían sentados inmutables a la puerta noche y día. En cambio, cuando estuvo en la misma habitación Yasser Arafat, líder de la OLP, lo hizo rodeado permanentemente de seis hombres armados que velaban por la seguridad de su jefe. En esta visita paseó por los jardines junto al premier israelí Shimon Peres, participante también de la Cumbre.
-La reina emérita Doña Sofía llevó a su nuera Letizia, entonces princesa de Asturias, a almorzar al hotel para que conociera la maravilla que tanto admiraba aunque no pudieron comer con los cubiertos de oro, ya desaparecidos, que en épocas de Adán Diehl se guardaban para clientes excepcionales. El que sí llegó a usarlos fue el Rey de Reyes, el rey de Etiopía, Haile Selassie, cuando visitó el Hotel.
-La familia de Mónaco también sentía predilección por este lugar, empezando por el príncipe Pedro, padre de Rainiero, que amaba el paisaje de esta península y contagió el entusiasmo a su descendencia. Grace y Rainiero estuvieron en 1956 para pasar parte de la luna de miel y volvieron por mar con Aristóteles Onassis y María Callas en 1960 y 1961. Tres años más tarde llegaron a bordo del Albercaro II, con David Niven y su esposa, pero debieron hacer noche en el hotel debido al mal tiempo.
-Charles Chaplin, que fue varias veces con su mujer Oona a hospedarse allí en la década del 50, es recordado porque solía desayunar riñones salteados.
-Para Alberto y Paola de Lieja la estancia en el hotel formentino, en julio de 1959, tuvo un significado especial. Tomeu Buadas, el director del hotel en aquel momento, fue el encargado de transmitir a la noble pareja, de parte del farmacéutico de Pollensa, que el test de embarazo había dado positivo
-Claudia Cardinale no solo deslumbró al botones con su belleza sino que casi lo infarta al entregarle 500 pesetas como propina, lo que para la época era una gran cifra. John Wayne se hartó de los pedidos de autógrafos e hizo imprimir unas tarjetas que decían Good Luck John Wayne.
-Audrey Hepburn, que hablaba un fluido español, según relata Riera en su libro sobre hotel, no falta en esta lista. Estuvo en el hotel en 1983 y allí recibió una noticia que la hizo llorar: la muerte de su gran amigo David Niven. Tan fuerte fue el recuerdo que esta actriz dejó en el lugar, que en 2019, cuando ella habría cumplido 90 años, le rindieron un homenaje ofreciendo un “Breakfast at Formentor”, remembranza de su emblemática película Desayuno en Tiffany: repostería mallorquina tradicional, huevos al gusto, distintos panes, fruta fresca de temporada, jugo de naranjas de los naranjales del hotel, medio pomelo desgajado. Todo acompañado de un ramo de la flor preferida de la actriz, los tulipanes blancos.
Borges en Formentor
En 1961 Jorge Luis Borges recibió junto a Samuel Beckett el Prix International des Editeurs instituido por el Segundo Coloquio Internacional de Novela donde asistieron los principales editores de libro de todo el orbe, realizado al igual que el primero en las instalaciones del Hotel Formentor. Este galardón, que le dio trascendencia a nivel internacional, equivalía a 10 mil dólares y a la publicación de la obra en las principales capitales del mundo.
El premio le llegó a Borges desde un hotel fundado por un compatriota al que él había conocido en sus años mozos, y al que había incluido como poeta en la Antología de poetas argentinos que publico con Bioy Casares y Silvina Ocampo en 1941
Poema I by Adán Diehl
Aclara. Se hace diáfano el dolor
en la luz virgen
La noche es dura para el que vela solo
y el alba es el perdón.
Asombro azul de haber vivido tanto.
Cotidiana ternura de la luz.
Soledad completa que es tan dulce caso
como estar los dos.
Madrugada igual de todas las edades,
nos hace vivir hoy creyendo que es ayer.
Publicado en la Revista de Occidente
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