Recientes investigaciones muestran que las parejas desarrollan rasgos similares como resultado de compartir rutinas y adoptar hábitos mutuos
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¿Tenemos la capacidad de elegir racionalmente a nuestras parejas amorosas? ¿Cuáles son los criterios que utilizamos para escoger una pareja? ¿Qué ocurre con quienes presentan rasgos similares a los de su enamorado? Estas preguntas suscitan un especial interés tanto en la población general como entre profesionales, debido a su significativa relevancia en el contexto social.
Hay parejas que comparten una similitud tan pronunciada en sus rasgos faciales o físicos que aquellos que no los conocen y no son parte de su círculo cercano podrían pensar que son parientes cercanos. La temática adquirió un interés tan grande que se han llegado a crear páginas de Instagram como @SiblingsOrDating (en español, “hermanos o pareja”) o TikToks con el mismo hashtag, pidiendo a los usuarios que adivinen si dos personas son familia o tienen una relación sentimental.
Una hipótesis que se baraja en relación a lo mencionado es la del emparejamiento selectivo de Elaine Walster. Siendo una de las pioneras en el estudio de las relaciones, esta psicóloga social propuso una teoría que fundamenta que las personas tienden a preferir y establecer relaciones con individuos que se asemejan a ellos en cuanto a nivel de atractivo.
Para Walster, es la similitud o el estar al mismo nivel de atractivo físico lo que hace que uno desee a una persona y la elija como pareja. Dicha hipótesis se intentó probar en un estudio llevado a cabo en 1966 en el que participaron más de 700 jóvenes a los cuales se emparejó de manera aleatoria para asistir a un baile.
Todos evaluaron o calificaron cuánto les habían gustado la pareja que les tocó y, a los meses se hizo un seguimiento para comprobar quienes siguieron saliendo. Los resultados fueron que en la noche del baile las personas más atractivas fueron las que obtuvieron mejores calificaciones, con independencia de si eran similares a sus parejas o no, e independientemente de otros rasgos de personalidad. Sin embargo, pasado el tiempo fueron las parejas más similares físicamente tenían más probabilidades de seguir saliendo. Lo cual da la mano derecha a la hipótesis de Walster.
Años más tarde, se llevó a cabo el estudio “Atractivo físico y elección de citas: una prueba de la hipótesis de coincidencia”, pero en la nueva ocasión se le permitió a los observados que se conocieran previamente y pensaran en qué tipo de pareja les gustaría tener. En este caso, las parejas que tenían aspectos físicos más similares entre sí demostraron sentirse más atraídos mutuamente.
De causante multifactorial
“Es un fenómeno que ocurre a grandes rasgos y como resultado de una suma de factores que pueden ir desde rutinas o estilos de vida en común hasta preferencias inconscientes como las que plantea la psicología, que llevan a buscar personas que tienen características similares a las propias”, señala Wanda Sabrina Stilman (M.N. 125379), médica especialista en dermatología y estética.
La ciencia pone de manifiesto en la investigación “Revisando el parecido facial en las parejas” publicada en la revista internacional PLOS One que las parejas comienzan a parecerse cuando llevan mucho tiempo compartido. Y esto sucede incluso cuando, al comienzo de la relación, parecen diferentes.
Los investigadores examinaron fotografías tomadas de personas al comienzo de su matrimonio y 25 años después y encontraron que la mayoría de los cónyuges habían comenzado a parecerse entre sí en las tomas posteriores.
La explicación a los resultados, según Stilman, es que cuando se convive con una pareja se adaptan rutinas de belleza, hábitos cotidianos y estilos de vida que, a largo plazo, generan ciertas similitudes físicas.
“Los rasgos en sí no cambian porque hay componentes genéticos que no pueden ser modificados”, asegura. Aunque sostiene que sí puede pasar por ejemplo, que tras adquirir gestos o expresiones faciales parecidas a las de la pareja, con el paso de los años estas se manifiesten como arrugas en los mismos lugares, un ceño más fruncido o músculos de la cara que estén más prominentes.
“Cada uno tiene una anatomía y una genética distinta por lo que el cambio físico estructural es una creencia falsa”, coincide Augusto Barrera (M.N.137758), cirujano plástico y director médico de Cala Medicina Estética. En lo sucesivo, revela que sí es una tendencia cada vez más acentuada en los consultorios el asistir en pareja, aunque advierte: “está en el profesional poner un límite donde sea preciso y no sucumbir ante pedidos irreales. Como profesional me propongo resaltar las características individuales de los pacientes; no realizaría un procedimiento para que se parezcan entre ellos”.
A modo ilustrativo la Dra. Stilman menciona un caso de estudio entre Boston University School of Health y la Universidad de California en el que se revela que ambos miembros de la pareja no solo empiezan a mimetizarse sino que fue precisamente su parecido lo que les atrajo en primera instancia.
Asimismo, la profesional destaca que, en ocasiones, uno suele pensar que dos personas son parecidas entre sí porque hacen los mismos gestos, usan un tono de voz similar y comparten vocablos específicos por lo que se genera una especie de ‘ilusión estética’ que hace pensar que llevan un parecido.
Otra variante que admite es la de la psicología: “ellos consideran que uno inconscientemente se ve atraído por alguien que presenta rasgos familiares y que hay más probabilidades de que pase en parejas del mismo sexo”.
El enfoque freudiano sobre el fenómeno
Sigmund Freud, el padre del Psicoanálisis, argumentaba que la pareja suele replicar a la figura paterna o materna tanto en términos de carácter como de apariencia física. Según su teoría, un hombre tiende a buscar una pareja que se asemeje a su madre, mientras que una mujer busca a alguien similar a su padre. Sin embargo, hay poca evidencia científica que compruebe esta hipótesis.
Esta preferencia por parejas que recuerdan a los padres es, según los psicoanalistas, un proceso completamente subconsciente que se nutre de asociaciones naturales con lo que resulta placentero y atractivo. En síntesis, esos rasgos similares podrían llegar a considerarse reconfortantes dada su familiaridad.
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