Una práctica innovadora y poco convencional que une lo mejor de los dos mundos: el deporte y la sanación
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Antonela Roccuzzo nunca pasa desapercibida: todo lo que sube a las redes se convierte en tendencia y pasa a estar en boca de sus admiradores. Hace un tiempo, sus seguidores pudieron ver de qué manera entrena la esposa del astro del fútbol mundial para lograr un cuerpo escultural.
Su secreto es el acroyoga, una práctica milenaria poco conocida que está causando sensación y curiosidad. Una técnica que combina distintas disciplinas: el yoga, la acrobacia y el masaje tailandés. Una novedosa propuesta que fusiona la intensidad de la actividad física con la calma que brinda el yoga y que da por resultado el bienestar integral, con uno mismo y con el entorno. Como si fuera poco, también relaja y alivia las contracturas.
Se trata de una actividad de bajo impacto, con movimientos y posturas que implican mantener el equilibrio, la fuerza y la concentración y no tiene contraindicaciones.
La dinámica
Se practica en grupos de tres personas y propone realizar ejercicios de fuerza y flexibilidad combinando la acrobacia con el yoga mientras se trabaja la confianza hacia el otro para poder armar las posturas.
Son incontables las opciones y los tipos de movimientos que se pueden hacer, los más conocidos y uno de los hits, son los vuelos, en donde uno de los integrantes del equipo permanece acostado en el suelo y actúa de base, con las piernas a 90 grados formando un ángulo recto. El segundo integrante, llamado “volado”r, se ubica sobre los pies y manos de su compañero y permanece activo y rígido como una tabla. Si se trata de un nivel avanzado, se suelen alternar las posiciones. En tanto que el tercer participante suele asumir el rod de cuidador.
Por otro lado, están las poses terrenales, más simples y sencillas que no requieren permanecer en el aire, aunque para realizar las posturas de acroyoga hay que estar siempre concentrado y enfocado.
Las clases son dinámicas y muy activas. Arrancan con juegos de integración para romper el hielo y que las personas se conozcan y generen vínculos. Le siguen algunos ejercicios de movimiento corporal para después pasar al momento más esperado: las posturas características del acroyoga. Para terminar, una sesión de masaje tailandés para relajar los músculos y renovar la energía.
Al principio puede resultar un desafío por una cuestión de adrenalina. Jesús Montoya, profesor de AcroYoga Montreal y Masaje Thai, cuenta que esta práctica potencia el desarrollo de la consciencia sobre el presente, fomenta el trabajo en equipo y educa el enfoque.
A esta lista también se suman otras tres perlitas: el fortalecimiento de la confianza, la amabilidad y la solidaridad. Para Eugenia Montefalcone, fundadora de Yoga Puro, los aportes son múltiples: “Te brinda destreza física, valores y permite generar un espacio lúdico que muchas veces se pierde con los años”.
Un dato no menor que esta coach resalta es la idea de aprender a pensar no solo en uno mismo sino también en el otro y en la importancia de generar un espacio de confianza mutuo.
El origen
El acroyoga surgió en 2003 en San Francisco, Estados Unidos. Sus creadores Jason Nemer y Jenny Sauer Klein, vieron algo que hasta el momento nadie había percibido. Decidieron observar qué pasaba cuando una persona se paraba sobre los pies del otro.
Lo que arrancó como un juego, se convirtió en furor y en 2006, cuando tuvieron su propuesta diagramada, se pusieron manos a la obra y entrenaron a la primer camada de profesores.
“En esta disciplina se trabaja para aprender a desafiarse, para promover la empatía y para superar miedos a través del juego en equipo”, comenta Montoya.
Un método que une lo mejor de los dos mundos: el deporte y la sanación. Que conecta a las personas con el aquí y ahora, que potencia la destreza física y fortalece la mente y el cuerpo. Una propuesta para todos aquellos que quieran descubrirse, distenderse y vivir experiencias nuevas.