Tres semanas en la tierra de Nelson Mandela para recorrer Ciudad del Cabo y la imperdible Ruta Jardín, adentrarse en el Parque Nacional Kruger, descubrir el cañón del río Blyde y animarse a Johannesburgo
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Volar a África es una gran aventura y si le sumamos la posibilidad de realizar un roadtrip la idea se torna fascinante. Sudáfrica posee un menú variado de experiencias: playas, cañones, montañas, cuevas, jardines botánicos, animales y hasta los más bonitos parques del planeta. Luego de estudiar el destino partimos hacia Cape Town, primer stop en el itinerario sudafricano.
En Ciudad del Cabo, la urbe referente de la costa oeste, se destaca la Montaña de la Mesa (Table Mountain), donde se asciende a pie o vía teleférico para disfrutar de sus espectaculares vistas y del océano Atlántico. Si el clima acompaña se logra ver Robben Island, la cárcel donde Mandela pasó 27 años de encierro, otro de los sitios de interés. Para los amantes de la playa, la costa se cubre de arena blanca, el mar es azul verdoso y el agua fría por excelencia.
En las afueras de la ciudad se encuentra el jardín botánico Kirstenbosch junto a sus 7000 plantas y árboles, de visita obligada. Otro imperdible es dar un paseo por las calles del barrio malayo Bo-Kaap, para ver las fachadas de colores y descubrir la cultura musulmana. A la noche, la Long Street cobra vida con sus pubs, discotecas y bares en un ambiente de arquitectura victoriana. Las tardes se viven en el Waterfront Victoria&Alfred, antiguo puerto reconvertido en zona de entretenimiento, ideal para cazadores de gastronomía. Como broche final, la bahía de Camps Bay Beach y sus puestas de sol en el mar. Tras unos días en Cape Town es momento de alquilar el auto y salir a la ruta.
El viaje continúa al sur hacia el cabo de Buena Esperanza. Aquí parte un sendero escénico que bordea el mar hasta llegar al mirador del faro donde se aprecia la fuerza del océano y del viento. Es una zona de alta complejidad náutica por sus condiciones geográficas y climatológicas, pero de una belleza inigualable. A corta distancia se encuentra Boulders Beach, que alberga una gran pingüinera. Además de observarlos desde una pasarela, se puede jugar con los pingüinos en el agua. El roadtrip sigue por la famosa Ruta Jardín (o Garden Route), bordeando el Atlántico por la R43 hacia Gansbaai, pequeño pueblo pesquero que se lo conoce por sus salidas en busca del tiburón blanco. La excursión requiere de tiempo, dinero –cuesta 115 dólares– y coraje, ya que se debe ingresar a una jaula metálica en aguas heladas. Además, de junio a septiembre se pueden avistar ballenas en Hermanus, pueblo vecino.
La costa oeste tiene como último destino el Cabo de las Agujas, punto más meridional de África y donde se une el Índico con el Atlántico.
Dos experiencias sudafricanas imperdibles se pueden disfrutar en Oudtshoorn. Para llegar al poblado, desde el Cabo de las Agujas, se debe conducir cuatro horas en dirección al noreste por la R319 y R62. El trayecto alterna praderas verdes, pequeños poblados y algunos bastiones rocosos. En las granjas desérticas de la región se realizan tours guiados a los criaderos de avestruces. Durante dos horas se visita el rebaño, se lo alimenta, y tal vez, con suerte, se presencia un nacimiento. El día se puede complementar con un recorrido por las Congo Caves. Las cuevas yacen al norte del pueblo sobre las calizas precámbricas de la cordillera Swartberg. La cavidad presenta un circuito de cuatro kilómetros, pero se puede recorrer un tramo reducido.
Hacia el sur de Oudtshoorn y sobre el mar se encuentra Mosselbaai. Para llegar hay que tomar la R328 y atravesar el Robinson Pass, un paso montañoso con vistas de ensueño. La villa cuenta con 130.000 habitantes y es un importante centro turístico y agricultor. ¿Una curiosidad? Se puede dormir sobre la playa en un hostel con forma de tren, una experiencia divertida y exótica.
Trekking y kayak
La escénica Ruta Jardín, un hito del continente africano, fuertemente aclamada por los extranjeros, tiene 742 kilómetros y va desde Ciudad del Cabo hasta Port Elizabeth. Una recomendación es hacer la primera parada en el corazón de la ruta, en Knysna. El pueblo mira al Índico, rodeado de playas, bosques, lagos y pequeñas montañas. Cuenta con un pequeño centro comercial donde se lucen tiendas de artesanía, mercados y cafés.
Hacia el este encontramos el Parque Nacional Tsitsikamma, una reserva costera con puentes colgantes, paseos en kayaks por aguas de color negro y uno de los trekkings más fascinantes del país, el Otter Trail, que se abre por la costa entre cataratas, rocas y la más exuberante vegetación.
Al final del corazón de la Ruta Jardín está Jeffreys Bay, un pueblo surfero conocido por ser uno de los spots internacionales de la actividad. Sus cabañas mirando el mar, su rusticidad y tranquilidad enamoran al viajero.
El primer tramo del roadtrip finaliza en Port Elizabeth, en la bahía de Algoa, provincia del Cabo Oriental. Más allá de su alta densidad poblacional se puede disfrutar de salidas en bote para avistar ballenas y aves marinas poco frecuentes, estirar las piernas en un tour para descubrir la arquitectura victoriana o ir hacia las afueras del área metropolitana para visitar las reservas de animales donde habitan elefantes, rinocerontes y otras especies.
En busca de los big five
Seguimos al este, hacia Durban, pero esta vez en avión. La metrópolis yace a orillas del Índico en la provincia de KwaZulu-Natal. Posee 3,5 millones de habitantes y es la tercera ciudad más grande del país, después de Johannesburgo y Ciudad del Cabo. El 68,5 % de la población es negra, el 20 % asiática, el 9 % blanca y el 2,5 % es mestiza. Es, además, la más cosmopolita de todas las ciudades. Posee el puerto más importante de África y la terminal de contenedores más grande del hemisferio sur. Es un lugar rico en cultura y asilo para quienes buscan relajarse en sus extensas playas. En Durban alquilamos nuevamente auto para continuar hacia el Kruger.
En el camino se encuentran los montes Drakensberg. Para llegar desde Durban se debe tomar la R3 y R11 sentido norte.
Las montañas poseen una capa de basalto de hasta 1500metros de espesor, con la piedra arenisca más abajo, que da como resultado una combinación de laderas escarpadas y cimas empinadas. De aquí parten diversos trekkings hacia el epicentro de la montaña. El paisaje es fiel reflejo de lo que uno tiene en mente de África. La sensación de tener un león merodeando detrás de los pastizales verdes es inevitable. Los Drakensberg, a pesar de no ser tan conocidos, son un imperdible africano. Suelen recibir a alpinistas y amantes del trekking.
Luego llega uno de los momentos más esperados: el Parque Nacional Kruger. Desde 1926 es la reserva de caza más grande de África. Su superficie es de 18.989 km² y se ubica en una zona subtropical, con días de verano ardientes y húmedos. Atesora una alta densidad de animales salvajes incluido los big five: león, leopardo, rinoceronte, elefante y búfalo. El parque posee varios caminos para conducir e ir avistando flora y fauna. Cuenta con varias áreas de alojamiento, como el camping público Tambotti, protegido por un cerco perimetral. Las tiendas de campaña son de película y es normal que un mono nos visite por la tarde. Los rinocerontes y hienas se dejan ver detrás del cerco.
Debido a la gran extensión del Kruger se aconseja tomarse entre 5 y 7 días para recorrerlo de forma exhaustiva ya que algunos animales suelen frecuentar determinadas áreas y no migran por todo el parque. Desde una manada de leones con sus cachorros hasta el baño de un hipopótamo o un cruce de 100 elefantes por la ruta, todo esto y más ofrecen las tierras del Kruger. Sus 147 especies de mamíferos, más de 507 de pájaros, 114 de reptiles y más de 49 de peces hacen del parque una visita fundamental.
El punto siguiente es el cañón del río Blyde, ubicado en Mpumalanga. Para llegar desde el Kruger se debe tomar la R40 durante dos horas. Sus 26 km de longitud y 762m de profundidad lo convierten en el tercer cañón más grande de la Tierra. Llama la atención el color verde y no rojizo, por la exuberante vegetación que lo recubre. Su curso es hacia el norte, en los valles y barrancos de las empinadas laderas del Mpumalanga Drakensberg, antes de entrar en la región de las tierras bajas de la provincia de Limpopo.
La zona más famosa es Three Rondavels, tres formaciones circulares que reciben ese nombre porque recuerdan a las tradicionales chozas africanas llamadas rondavels. El mejor modo de contemplar estas curiosas colinas de más de 1300 metros de altura es desde el mirador dentro de la propia reserva natural Blyde River Canyon.
El final, después de 25 días, no podía ser en otro lugar que la mítica, popular y desafiante Johannesburgo, la ciudad más grande de Sudáfrica. Su creación se remonta a la actividad minera del oro del siglo XIX, hogar de Nelson Mandela y Desmond Tutu. Más allá de su arquitectura, cultura sudafricana, la picardía de sus calles que deben caminarse con extremo cuidado, se debe visitar la casa de Mandela en el barrio de Soweto, el Museo del Apartheid para comprender el proceso de segregación que vivió la nación y el Constitution Hill, un antiguo complejo prisión. Es recomendable subirse a un colectivo turístico para recorrer la ciudad con seguridad y así ponerle punto final a este apasionante roadtrip.
Datos útiles
- Alquiler de auto: En el roadtrip, que demandó 25 días, se recorrieron 2500 kilómetros. Es muy sencillo manejar en Sudáfrica y las rutas están en muy buen estado. Se hicieron dos alquileres de auto y el tramo Port Elizabeth- Durban en avión, una zona sin grandes atractivos.
- Mejor época: Todo el año sin embargo la primavera es un excelente momento para avistar animales con sus crías.
- Gastronomía: Entre los sabores locales hay que probar bobotie, una especie de pastel hecho con carne picada; biltong, snack de carne seca; boerewors, la salchicha sudafricana y bunny chow, un pan redondo con una porción de curry de carne o verduras en su interior.
- Acceso a los parques: Las áreas naturales sudafricanas son de acceso gratuito. El Kruger requiere dedicarle al menos 5 días.
- Moneda: Un dólar equivale a 19 rands.
- Vacunas y visa: Los argentinos deben presentar certificado de vacunación contra la fiebre amarilla. No se requiere visa.
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