A 200 kilómetros al norte de la capital de Córdoba, el salar es un incipiente atractivo turístico, buscado para ver el amanecer y el atardecer
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Matías Silva nació, se crio y se educó en San José de las Salinas, un pueblito de unos 1200 habitantes, ubicado a casi 200 kilómetros al norte de la ciudad de Córdoba y considerado la puerta de entrada a las Salinas Grandes, el único salar de la provincia. A sus 18 años, como la mayoría en la zona, trabajó en una de las empresas que se dedicaban a la extracción de sal.
“Antes se usaban tres horquillas, pala, carretilla y volquetes. Era una actividad sacrificada, sobre todo por las extremas temperaturas en verano y en invierno; empezó en 1975 y terminó alrededor del 2010″, cuenta.
Hoy esa labor, que fue motor económico del pueblo junto con la llegada del Ferrocarril General Belgrano, está prácticamente extinguida. Lisal es la única empresa tecnificada que continúa con la explotación de sal en los 600.000 km2 que tiene el salar y que Córdoba comparte con La Rioja, Santiago del Estero y Catamarca.
El avance de las aguas de los ríos cercanos hizo que la actividad decayera, lo que impulsó que los habitantes del pueblo tuvieran que buscar otras fuentes de trabajo. El municipio, junto con Lisal, empezaron a incentivar el turismo y abrió el único hotel de San José de las Salinas.
“El objetivo era empezar a mostrar el paisaje de una forma confortable y amigable. Este territorio es muy agreste por lo que se recomienda siempre visitarlo con guías profesionales”, explica Adriana Camani, gerenta de Las Salinas Gran Hotel.
Matías Silva dejó de trabajar con horquillas y palas y empezó a hacerlo con turistas: es recepcionista y guía de las visitas para ver el amanecer en el salar. “Hoy puedo seguir disfrutando de las salinas, pero desde otro lado. Estoy muy agradecido por eso”, dice, y agrega que aprovecha para compartir su experiencia en ambas actividades.
Postales siempre diferentes
La mayoría de los turistas que se acercan hasta la reserva de Salinas Grandes buscan lo mismo: contemplar el amanecer y el atardecer desde el manto blanco infinito. El hotel es uno de los únicos lugares que, con seguridad, está abierto todos los días del año y ofrece visitas guiadas.
Para ver el amanecer el sitio elegido se llama El Retumbadero, donde el sol aparece detrás de unas viejas vías y estructuras de madera que antes se utilizaban para trasladar la sal. Allí se cuenta cómo funcionaba esta industria y se hace un desayuno “salinero” con un té de hierbas de la zona con azúcar quemada y tortas fritas o alfajores a base de harina de algarroba que se produce en el pueblo.
El atardecer se ve en Santa Laura, un pequeño pueblo abandonado a 10 kilómetros de San José, donde el sol cae sobre el salar. Allí funciona actualmente la fábrica Lisal, por lo que la visita incluye un recorrido por los piletones de cristalización (que se utilizan en temporada de baja producción) y por vestigios de maquinaria antigua. También por el refugio Vida Silvestre Monte de las Barrancas, uno de los únicos rincones que no está depredado y que conserva vegetación autóctona. Este paseo termina con una merienda o una cena con picada y empanadas. “Lo más maravilloso son las postales que nos regala nuestro salar. Siempre son diferentes: cada amanecer y atardecer es único”, comenta Matías.
Con el paso del tiempo y el crecimiento de la demanda, algunas agencias de viajes de la Ciudad de Córdoba también empezaron a ofrecer excursiones hacia Salinas. Hay salidas de ida y vuelta en el día que incluyen una caminata en el lugar con merienda o cena y una guitarreada cuando cae el sol.
“La diferencia de este destino es el entorno natural que tiene, que es superdiferente a los paisajes de Córdoba. La flora y la fauna que se encuentran en la zona son muy características y no se pueden ver en otra parte”, detalla Julián Čiklić, propietario de Nativo, una agencia de turismo de Córdoba que tiene salidas periódicas a este lugar.
El cielo sobre las salinas es otro de los atractivos que está empezando a atraer turistas: es uno de los que menos contaminación lumínica y sonora tiene en toda la provincia. Por esto, y para complementar las visitas guiadas, también se suelen organizar salidas con astroguías y telescopios para observar las estrellas, que varían de acuerdo a la temporada del año.
Además, el hotel empezó a construir un glamping sobre el manto de sal. Se trata de un complejo que, en su primera etapa, tendrá tres domos geodésicos con espacio para nueve personas. La inauguración está programada para mayo.
De a poco, y gracias al trabajo en conjunto de los diferentes prestadores, el turismo está tomando vuelo en Salinas. A las propuestas anteriores comenzaron a sumarse algunos pequeños emprendimientos de alquiler de cabañas y habitaciones.
También surge la preocupación por la masividad que pueda alcanzar si no se controla la afluencia que convocan algunas actividades.
“Es importante que la gente sea consciente del impacto ambiental que pueden tener las actividades. Las salinas son algo nuevo para los turistas y tenemos que entender que el microclima, la flora y la fauna pueden verse afectados. Hay que intervenir con mucho cuidado”, finaliza Camani.
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