Para evitar conflictos, es fundamental que ambos puedan hacerse cargo en forma equitativa de las decisiones económicas
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Atrás quedaron los tiempos en que los hombres trabajaban y eran los únicos proveedores en una familia donde la mujer se dedicaba al cuidado de los hijos y la casa. Hoy, las parejas cambiaron: por lo general sus integrantes trabajan, pero uno de ellos puede ganar mucho más que el otro.
Cuando esto sucede, hay quienes logran acomodarse a esa situación y continúan con un vínculo sano y armónico. Sin embargo, la terapeuta María Fernanda Rivas, especialista en el tema, considera que también pueden surgir celos, rivalidades y otros problemas que podrían terminar con el amor y la convivencia.
–¿Cuáles son los conflictos que pueden generarse en una pareja cuando uno gana mucho más que el otro?
–Más allá del amor, el compañerismo y la atracción sexual que pueda existir en una pareja, también hay envidias y rivalidades ligadas a la posesión del dinero. Estos conflictos ocupan un lugar importante entre los motivos de consulta terapéutica. A veces resulta doloroso –pero necesario– asumir una realidad que va en contra de las ilusiones del enamoramiento. El dinero, en algunos casos, puede constituirse en símbolo de poder.
–¿Los problemas pueden surgir tanto en una relación nueva como en una constituida hace tiempo?
–Una relación estable se diferencia de una circunstancial porque está conformada por el amor, el deseo y el proyecto de vida en común. Una pareja podría sostenerse en el tiempo casi sin amor ni deseo, pero no sin un proyecto institucional en el que están incluidos los aspectos económicos y patrimoniales comunes. Los conflictos en relación con la distribución del dinero pueden estar presentes a través de todo el ciclo vital de la pareja, desde la juventud hasta la abuelidad, y pueden ir configurándose de distintas maneras o reciclándose positiva o negativamente.
–¿Cómo debería organizarse la pareja?
–Al comienzo es frecuente que ambos partenaires traigan modelos de sus familias en relación al manejo del dinero, lo cual es causa habitual de conflictos. Por ejemplo: “Mi papá le daba dinero semanalmente a mi mamá y ella lo administraba” o “Mis padres trabajaban codo a codo y mantenían juntos el hogar”. A veces lleva tiempo conciliar ambas modalidades o armar un modelo propio, que sería el más satisfactorio.
–¿Existe alguna diferencia cuando quien gana más es el hombre o la mujer?
–Para el hombre a veces el hecho de ganar dinero es sinónimo de virilidad y potencia, en función del modelo cultural de proveedor que predominó durante muchísimo tiempo. Por eso, cuando su salario es inferior al de la mujer, o cuando se queda sin trabajo, puede sentir humillación y experimentar sentimientos de depresión. Cuando la que gana menos o pierde el trabajo es la mujer, existen más posibilidades de que estos “vacíos” puedan ser llenados con las labores ligadas a la crianza de los hijos o al hogar.
–¿Se genera una relación asimétrica de poder?
–Cuando el dinero genera exacerbación del narcisismo de quien lo obtiene, puede llegar a generar asimetrías fuertes y la instalación de un sentimiento de superioridad para con el otro. Y cuando las diferencias de ingresos llevan al maltrato o a la humillación, será importante hacer consciente el deterioro del vínculo que estas cuestiones desatan y suelen retornar en forma de resentimiento y reproches.
–¿Quién se siente más incómodo, ¿el que gana más o el que gana menos?
–Pueden experimentarse distintos tipos de incomodidad en ambos. A veces se arman sistemas paradojales, como “trampas” inconscientes que generan parálisis e infelicidad, cualquiera sea la solución que se intente. Por ejemplo: quien sostiene el hogar porque gana más dinero debe trabajar muchas horas diarias, lo cual le impide estar presente en determinados eventos familiares. Si bien quien está a cargo de las cuestiones domésticas se siente orgulloso/a del trabajo de su pareja, se queja de sus ausencias. Él/ella se siente culpable e intenta participar más pero, al sentirse “en falta”, experimenta malestar y mal humor. También pueden darse funcionamientos polarizados: posiciones de antagonismo extremo en las que se cree que el otro posee algo de lo que uno carece. Por ejemplo, uno gana mucho dinero y el otro se vuelve extremadamente despilfarrador.
–¿Cómo conversar acerca de las cuestiones del dinero?
–Es importante entender que no es posible acordar en todo y los temas ligados al dinero no son la excepción. Por lo general son muy delicados porque se asocian con el egoísmo y a veces llevan a mentiras u ocultamientos. Por eso, es aconsejable, desde el principio, el diálogo permanente sobre aquello que constituye “lo tuyo, lo mío y lo nuestro” y sobre los acuerdos y las diferencias.
–¿Qué recomienda para evitar conflictos?
– Es fundamental que ambos puedan hacerse cargo en forma equitativa de las decisiones económicas y del manejo del presupuesto, más allá de quién gane más o menos. Y que exista espacio para los gastos personales (siempre que no pongan en riesgo la estabilidad económica de la pareja) pero sobre todo para “lo nuestro”, entendido como el patrimonio que simboliza aquello construido entre los dos, aunque los aportes económicos sean o hayan sido diferentes.
Lo que sostiene una pareja no son únicamente los ingresos económicos, sino también las labores de organización, la logística cotidiana y el cuidado de hijos y mascotas. El mayor obstáculo al diálogo es la tendencia al “no cambio”, sin tener en cuenta la evolución de la pareja o del contexto. Entonces se encuentran dificultades para reconocer y aceptar la opinión. No nos damos cuenta de que si podemos pensar juntos tendremos más posibilidades, por ejemplo, de afrontar crisis económicas. El poder conversar acerca de las cuestiones económicas es un ejercicio que hay practicar con frecuencia.