BARCELONA.- Walther Jensen es un hombre danés de apariencia atlética, gesto sonriente y conversación animada. "Un día fui al médico -cuenta, durante una de las actividades organizadas en el marco de la Reunión Anual de la Asociación Europea de Diabetes, que acaba de finalizar en esta ciudad- y quince minutos más tarde era un paciente con una enfermedad crónica de la que no sabía nada, solo que mi mamá la había padecido. El médico me mandó a la farmacia con una larga lista de medicamentos".
Ese día, Jensen descubrió que padecía diabetes tipo 2 cuando ya tenía varias décadas de vida, pero un estudio británico que se presentó durante el congreso, al que LA NACION asistió invitada por el laboratorio Novo Nordisk, trajo noticias aún más preocupantes: investigadores de la Universidad de Bristol detectaron signos tempranos de esta patología (caracterizada por niveles altos de glucosa en la sangre debido principalmente a la imposibilidad de las células de utilizar la insulina) en chicos de hasta ocho años.
Aunque el trabajo se realizó en el Reino Unido y los investigadores aclararon que no se trataba de un estudio clínico, sino de riesgo, especialistas argentinos confirman que estos casos ya se están detectando en el país. "Nosotros tenemos registros de prediabetes o diabetes tipo 2 después de los 10 o 12 años -destaca Olga Ramos, pediatra, especialista en nutrición y diabetes del Hospital Pedro de Elizalde-. Antes pensábamos que la tipo 1 (la más habitual en la niñez, en la que el páncreas directamente no produce insulina) era peor, pero ahora nos dimos cuenta de que la tipo 2 es muy, muy preocupante". Según explica la especialista, del 100% de los chicos con diabetes, el 90% presenta el tipo 1; un 8%, el tipo 2, y un 2% tiene hiperglucemias por otras causas.
"El tipo 1 no se puede evitar; en cambio, el tipo 2, sí. Está vinculado con la obesidad -explica Ramos-. En el hospital, hasta 1990 no los reconocíamos. Un estudio realizado en los tres hospitales pediátricos de la ciudad, el Elizalde, el Gutiérrez y el Garrahan, mostró que en niños obesos sin síntomas, entre el 1 y el 2% la padecen. Se pudo ver que hay una diferencia notable entre el niño y el adulto: en estudios con medicación y cambios en el estilo de vida, a los cinco años una gran parte comienza a necesitar insulina. El adolescente 'quema etapas', las hormonas de crecimiento aceleran el proceso".
Otro trabajo dado a conocer en el mismo congreso, pero esta vez realizado por científicos de la Universidad de Copenhague y de la Fundación Novo Nordisk para la Investigación Básica del Metabolismo, sugiere que la obesidad se asocia con una multiplicación casi por seis del riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, que se agrega a factores genéticos y de estilo de vida.
Los especialistas comprobaron que individuos con un estilo de vida no saludable sumado a la obesidad (definida por un índice de masa corporal de 30 o más) tenían un riesgo multiplicado por 5,8 de sufrir diabetes tipo 2, independientemente de los factores genéticos, cuando se los comparaba con los de peso normal. Por su parte, los efectos independientes de los genes y de los hábitos fueron mucho más modestos (de un 200 y un 20%, respectivamente).
Cuestión de peso
Es imposible disimular las consecuencias que tiene el creciente problema de la obesidad en el panorama sanitario global. "En el país, entre 2005 y 2018 subió un 70% -afirma el doctor Juan José Gagliardino, investigador del Conicet y director del Centro de Endocrinología Experimental y Aplicada-. Esto hace que ahora esté aumentando también la diabetes tipo 2 en chicos".
En la reunión científica, a la que asistieron alrededor de 15.000 médicos, también se presentaron en una sesión plenaria los resultados de fase tres del estudio Pioneer sobre el primer péptido de administración oral para el tratamiento de la diabetes tipo 2, la semaglutida, que el último viernes fue aprobado por la FDA.
Se trata de una pequeña proteína que tiene una afinidad del 94% con una hormona humana liberada después de las comidas por células intestinales. "Como su antecesora, la liraglutida [que, en adultos, ya se utiliza en la Argentina, pero es inyectable], es la respuesta que da el organismo para regular la glucosa -dijo Lotte Bjerre Knudsen, una de las investigadoras que trabajaron en su desarrollo-. Hace descender la glucosa en la sangre y también el peso, reduce la presión, los lípidos y la inflamación, todos factores asociados con la diabetes".
"Es una hormona que está en el organismo y actúa en las células beta (del páncreas, productoras de insulina), en el nivel del hígado, del sistema nervioso central e inhibiendo el vaciamiento gástrico -explica Gagliardino, que investiga en un centro dependiente del Conicet y la Universidad de La Plata-. Como además potencia la secreción de insulina, también disminuye el riesgo de hipoglucemia. Indudablemente, los pacientes van a preferir la presentación en pastilla porque es menos traumática y no tienen que andar con el dispositivo para inyectarla. El problema es que sea aprobada por el sistema sanitario local, porque es cara".
De acuerdo con la Federación Internacional de Diabetes, alrededor de 425 millones de personas de entre 20 y 79 años viven con la enfermedad y se estima que para 2045 esta cifra superará los 600 millones.
Kilos que enferman: chicos con patologías de adultos
Aunque todavía no excede alrededor del 8% de los casos, nuevos estudios están registrando los signos de la diabetes tipo 2, alguna vez considerada exclusiva de los adultos, en chicos y adolescentes. Trabajos locales y realizados en el hemisferio norte sugieren que estos están asociados íntimamente con el crecimiento de la obesidad, considerado el primer factor de riesgo para esta patología; a tal punto que casi sextuplica la posibilidad de padecerla. Cuando se da en los más jóvenes, la diabetes tipo 2 también progresa más rápido.
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