Por miedo o culpa hacer lo que se quiere no siempre resulta fácil; claves para “plantarse” de manera exitosa
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Un programa, un viaje, una reunión con amigos, un trabajo, una pareja y la lista puede seguir. Decir “no”, a alguien o a algo, suele ser una tarea difícil, a veces engorrosa. Hacer algo sin realmente quererlo suele traer de la mano una mezcla de emociones y malestar personal. Y es que detrás de esta expresión reina la culpa, el miedo, la inseguridad, esa sensación de impotencia del “qué dirán”. Pero, ¿por qué cuesta decir que no? ¿Qué pasa cuando se hace lo opuesto a lo que se quiere?
Negarse está asociado a diversas causas. En algunos escenarios se teme ser egoísta, en otros, a que el otro se enoje, a veces también se lo asocia a creer que no se va a lograr algo. Pero, ¿cuál es el factor que limita a una persona a dar una respuesta afirmativa? Según Marcos Apud, psicólogo y Wellness Coach, lo que sucede es que las personas se asustan de ser rechazadas o de perder el amor del otro. “Por lo general el que se rehúsa a decir que ´no´, es porque piensa que está limitando el deseo o la necesidad del otro”, explica el especialista.
Sin embargo, complacer sin una verdadera intención, es sinónimo de anularse, de dejarse de lado, y esta situación repercute en el bienestar individual de cada uno ya que hacer algo sin ganas, desmotiva, enoja y frustra. No es igual la actitud y las ganas que se le destinan por ejemplo a un plan que se quiere llevar a cabo, contra uno que no. Y así es como esta situación también impactará de manera directa en las relaciones interpersonales, ya sea con pares, familiares y hasta con compañeros y jefes porque conduce al desgaste.
Frente a este posible escenario, Apud enfatiza en la importancia de ser conscientes de que sus vidas no se arruinarán por decir que no, mas bien, “la clave está en aprender a que se trata de una idea ficticia que la mente construye por temor y que es propia de cada persona”, dice el especialista.
Para Rosana Gogorza, médica neuróloga, se trata de salir de la zona de confort y del piloto automático al que se está acostumbrado a vivir, y explica que dar el paso es sinónimo de dolor y de duelo porque genera malestar e incertidumbre, “de todas maneras, el resultado tiende a ser positivo porque la persona tomó consciencia de sí misma e hizo lo que sintió”, reflexiona esta profesional.
En este sentido, poner límites moldea la identidad de las personas, es decir, la forma en que uno se percibe y la imagen que le da a los demás. En la mayoría de los casos, mostrarse auténtico y transparente, fortalecerá los vínculos sociales y familiares. Decir que “no” y ser fiel a uno mismo potenciará la seguridad personal y la confianza, mejorará el estado de ánimo y hasta la autoestima. En definitiva, uno se vuelve más independiente y fuerte.
Las tres personalidades para decir que “no”
- Estilo pasivo: la persona es extremadamente complaciente y siempre está sujeta a los deseos y opiniones del otro. Escucha, observa y no dice lo que le pasa ni lo que siente.
- Estilo agresivo: se trata de alguien que por lo general piensa que tiene razón, no respeta ni admite el punto de vista del otro.
- Estilo asertivo: tiene en cuenta las necesidades del otro, es empático y si bien tiene en claro sus puntos de vista, también está abierto a la visión de un tercero.
Claves que ayudan a decir que “no”
Los especialistas consultados brindan una serie de recomendaciones para afrontar de manera exitosa el decir que “no”, y si bien al principio puede resultar incómodo e incluso, costar, a la larga será reconfortante ya que, cuando uno es fiel a sí mismo, mejora la confianza y la percepción individual.
“El desafío está en generar herramientas y saber que al cerebro lo podés cambiar y desarrollar para salir del piloto automático y tomar decisiones de manera consciente”, comenta Gogorza.
- Registrar la razón del miedo que viene asociado a decir que no: “¿Será que me transforma en una mala persona?”, “¿Voy a hacer enojar al otro?”, “¿Me va a rechazar?”. Según los profesionales, identificar estas creencias, es el punto de partida para trabajar sobre el tema.
- Crear hábitos: no hay nada más poderoso para el cerebro que repetir las acciones hasta transformarlas en una costumbre y de esta manera, “llevarlo a la práctica va a hacer que la mente interprete que las vidas no se arruinan por decir que no, y que muchas veces, no le agradás a todo el mundo y eso es válido”, dice Apud.
“El cerebro es un órgano dinámico que se puede moldear, entonces cambiar, es creer, querer y practicar hasta que se forme un hábito”, concluye Gogorza.