En el norte del estado de Bahía, en una reserva natural bañada por un mar de aguas cálidas, Imbassaí creció de la mano de grandes resorts que ofrecen vida all inclusive, pero con una fuerte conciencia medioambiental
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Entre Praia do Forte y Costa do Sauipe, a 63 kilómetros de Salvador de Bahía, desde hace algunos años, un pequeño destino se ha posicionado como el elegido de quienes buscan relajarse en un verdadero paraíso natural.
Imbassaí, cuyo nombre en indígena significa “el curso del agua”, tiene un atractivo único: está inmerso en una reserva natural protegida. Allí, las dunas, los pantanos, las lagunas e incluso un río que se une con el océano Atlántico –y lleva el mismo nombre de la localidad que le da vida– se abren paso entre los caminos y las frondosas hileras de cocoteros.
Por eso, muchos de los hábitos y prácticas de sus residentes responden al compromiso de respetar el medio ambiente y la rica flora y fauna nativas que marcan su pulso. Incluso los de los resorts all inclusive que se construyeron durante la década del 80, cuando el gobierno brasileño dio luz verde a planes muy concretos para estas tierras y buscó convertirlas en “la Cancún de Brasil”.
Con unos 9 kilómetros de playas paradisíacas, de arenas claras bañadas por un mar turquesa de oleaje suave, Imbassaí se puede visitar en cualquier momento del año ya que el clima cálido se mantiene con temperaturas promedio de 28°C.
El verde como faro
Históricamente, la población de Imbassaí vivió de la pesca y la agricultura, hasta que la construcción de la ruta Linha Verde –una carretera de 142 kilómetros que llega hasta Mangue Seco– la conectó con el circuito turístico del estado de Bahía. Durante siglos sus pobladores vivieron de los cocos y la pesca, sin que nadie pudiera imaginar el desembarco hotelero que sobrevendría.
Cuando comenzaron a llegar los resorts, la población local pensó que iba a cambiar la zona. “Los agricultores y la mano de obra querían trabajar en el rubro hotelero pero muchos eran analfabetos o no tenían documentos”, cuenta Ailton Barbosa, que hoy es director de Recursos Humanos de Grand Palladium Imbassaí Resort & Spa, uno de los grandes complejos del área que supo ser originalmente una hacienda privada y fue impulsor del Instituto Imbassaí. Es una ONG sin fines de lucro, creada en 2005 con el objetivo de formar a los jóvenes que trabajarán en estos complejos.
Barbosa fue testigo de la transformación. A Imbassaí había llegado siendo niño desde la ruidosa San Pablo cuando sus padres buscaron un cambio de vida. “Me enamoré del lugar y de su gente”, recuerda emocionado. Nunca más se fue y desde temprana edad aunó esfuerzos para ayudar a la comunidad local a aprender, formarse y crecer.
Cocineros, mozos, administrativos, lavanderos, personal de entretenimiento e incluso expertas en trenzado son algunas de las opciones a las que pueden acceder los residentes de la región que buscan insertarse en el mercado laboral. En 2011, el Instituto Imbassaí fue homologado por el Ministerio de Trabajo y Empleo como entidad calificada del Programa Joven Aprendiz. Hoy, de este programa como de otros proyectos del instituto se nutren de personal las cadenas de hoteles que conforman la zona.
La sostenibilidad es también un pilar fundamental del instituto, que trabaja en estrecha colaboración con los hoteles y la comunidad local para promover prácticas sostenibles y proteger el medio ambiente. Lo hace a través de programas de educación ambiental, proyectos de reforestación e iniciativas de economía circular como la de recuperación del suelo o de las meliponas, una especie de abejas melíferas sin aguijón, vital para el ecosistema.
Sin embargo, aunque la localidad de Imbassaí está plenamente comunicada con la ciudad de Salvador –se llega en 45 minutos desde el aeropuerto en auto–, aún conserva el encanto y la calma propia de un pueblo de pescadores y selva exuberante.
Quizás esa sea una de las razones por las que los argentinos miran cada vez con más interés este destino que ofrece la tranquilidad necesaria para desconectarse del vértigo de la ciudad. De hecho, según datos de Palladium Hotel Group, Imbassaí es el hotel más vendido en Latinoamérica, seguido por Punta Cana, –República Dominicana– y Costa Mujeres –México–. Hasta noviembre último, se habían hospedado unos 87.500 argentinos en ese complejo que se está convirtiendo en el favorito de la región.
A 15 minutos de Imbassaí se encuentra Praia do Forte, pueblito de pescadores cuya vida, hasta hace unas décadas, se reducía a una callecita que desembocaba en la capilla San Francisco de Asís con su pequeño puerto de barcos pesqueros, unas barracas donde tomar una bebida fresca y degustar platos típicos, y, desde luego, contemplar la belleza del mar.
Hoy esa colorida callecita, Alameda do Sol, se mantiene en pie al igual que, la iglesia y las barracas, pero con el paso de los años se pobló de comercios, cajeros automáticos, un banco y nuevos emprendimientos abocados a atender a los turistas. A los que se alojan en las posadas de Praia do Forte, pero también a los que deciden pasar sus vacaciones en destinos cercanos –como los que llegan desde los 15 km que la separan de Imbassaí– a pasar el día. La oferta de bares y restaurantes con comida internacional, locales de ropa, artesanías locales y pinturas en la peatonal principal y alrededores, tienen esa rusticidad ideal para descubrir la cultura y costumbres de la zona.
Salvar a las tortugas
Además del encanto de sus callecitas y de su gente, otro de los motivos para visitar Praia do Forte tiene que ver con la sustentabilidad. Allí está la primera sede de Proyecto Tamar, una ONG creada en 1980 con el fin de proteger a las tortugas marinas de la extinción en las costas de Brasil, donde los pescadores las cazaban.
De las siete especies de tortugas que existen en el mundo, cinco se encuentran en Brasil. “Las tortugas marinas migratorias son patrimonio natural de todas las naciones. Pasan la mayor parte del tiempo en el mar y pueden cruzar océanos para alimentarse en aguas cercanas de un continente y reproducirse en otro”, explica Juliana Brito, bióloga y responsable de Educación Ambiental de Fundación Proyecto Tamar.
El litoral brasileño es un área clave que las tortugas marinas eligen para desovar ya que, por lo general, buscan lugares con arena y agua de mar más cálidas: las principales zonas de la reproducción se encuentran en el norte de Río de Janeiro, norte de Espírito Santo y se extienden por el Nordeste. De hecho, es moneda corriente caminar por las playas de los complejos hoteleros de Imbassaí y cruzarse con los nidos que las tortugas arman y los voluntarios de Proyecto Tamar identifican. Esa tarea comienza de madrugada, cuando se recorren las playas, se localizan las huellas de las tortugas y se marcan los nidos donde los animales hacen sus puestas.
Una vez elegido el lugar, las tortugas cavan un pozo de aproximadamente medio metro de profundidad que hará las veces de nido. Este comportamiento de puesta varía según la especie en relación a la profundidad del nido. Dependiendo de la especie, cada hembra puede realizar de tres a 13 desoves en una misma época reproductiva con intervalos que oscilan entre 9 y 21 días. Los huevos son esféricos, del tamaño de una pelota de tenis de mesa y tienen una cáscara calcárea flexible, lo que evita que se rompan al momento de la puesta. Cada nido contiene, en promedio, 120 huevos.
Luego de un período de incubación que va de los 45 a 60 días, las crías eclosionan. En movimientos sincronizados, emergen juntas y corren en grupo hacia el mar. La salida del nido ocurre casi siempre por la noche, estimulada por la temperatura más fría que la arena toma durante las horas de oscuridad. Aunque son muy pequeñas y frágiles –miden entre 3,5 y 4 cm cuando salen del huevo– son independientes desde el comienzo. Para llegar al mar, las crías –y también luego las tortugas adultas– se orientan por la luminosidad natural del horizonte marino y la luz de la luna. En ese camino hacia el agua, muchas de las crías son devoradas por los depredadores, otras mueren de hambre y de enfermedades naturales. De cada mil tortugas solo una o dos llegan a la edad adulta, según cuentan desde Proyecto Tamar.
Es clave el trabajo socioambiental desarrollado con las comunidades costeras. En muchas playas se produjo un acelerado proceso de urbanización que, además de la amenaza que representan las redes de pesca, los anzuelos, el desarrollo costero, la degradación de zonas de desove, la contaminación de los océanos, y el cambio climático, trajo una nueva amenaza para las tortugas marinas: la fotocontaminación.
Donde antes había playas desiertas, hoy hay condominios, hoteles e incluso grandes puertos. Las luces desorientan a las tortugas y las obligan a cambiar sus conductas naturales. Algunas terminan perdidas y mueren sin encontrar el rumbo al mar, otras no logran poner sus huevos y, en el mejor de los casos, se trasladarán una y otra vez desde el mar hacia la playa para poder desovar. Por eso es clave el compromiso que los actores individuales asumen en ese sentido. Por ejemplo, el Grand Palladium Imbassaí tiene la política de cortar las actividades en la playa a partir de las 17. Cierran los bares que funcionan desde temprano y la playa solo queda iluminada por la luz natural de la luna, un motivo más que emparenta a este destino con el cuidado del planeta como faro.
Datos Útiles
- Cómo llegar. Aerolíneas Argentinas ofrece un vuelo directo desde Buenos Aires hasta Salvador. Desde enero, Córdoba tendrá también vuelo directo de tan solo cuatro horas.
- Dónde dormir. Grand Palladium Imbassaí Resort & Spa es un all inclusive 5 estrellas que cuenta con restaurantes internacionales a la carta, bares con coctelería de autor, parque acuático, 654 habitaciones amplias, kids club con actividades para diferentes edades –desde un año a adolescentes–, una piscina con actividades de entretenimiento, shows nocturnos para todas las edades, infraestructura completa de restaurante y bar en la playa, y mucho más.
- Proyecto Tamar. Abierto de martes a domingo y festivos, de 11 a 18. La entrada cuesta 50 reales (descuentos para mayores de 60 años, estudiantes, personas con discapacidad y niños) y un pasaporte familiar (dos adultos y dos niños) por 135.
- Cambio. Un dólar cotiza a 6,19 reales. Es posible utilizar billeteras virtuales como Cocos y Blexque permiten efectuar pagos con pesos escaneando el QR de PIX.