A menudo se explica que el 5% de los casos graves de Covid-19 ingresa a la Unidad de Terapia Intensiva (UTI) y necesita ventilación mecánica. Lo que suele ignorarse es que el manejo del respirador que mantendrá al paciente con vida estará en manos de los kinesiólogos intensivistas.
El ventilador mecánico -nombre técnico del respirador- suple la función de los músculos respiratorios. "En condiciones normales, al respirar, el diafragma baja, genera presión negativa dentro del tórax y el aire entra al pulmón por diferencia de presión. Cuando los músculos no alcanzan, el ventilador introduce aire al pulmón por presión positiva: por eso, si no se maneja bien puede ser dañino", explica Gustavo Plotnikow, jefe de Kinesiología del Sanatorio Anchorena Recoleta.
Plotnikow, que dirige el curso superior de Kinesiología Intensivista de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI), dice que las personas de más edad, con enfermedades como cardiopatías, diabetes, hipertensión o los fumadores "tienen menos reserva muscular y más riesgo de entrar en fatiga respiratoria".
Un trabajo en equipo
Luego de la intubación endotraqueal, que se hace bajo anestesia e implica colocar una sonda para mantener la vía aérea abierta, el paciente es conectado al respirador. Plotnikow explica que la demanda de ventilación es tan grande en los pacientes con Covid-19 que además del coma farmacológico (anestesia y sedación) hay que sumar bloqueantes neuromusculares para mejorar la asistencia.
"El aire que respiramos tiene un 21% de oxígeno –explica María Alejandra Lupis, Jefa de la Unidad de Kinesiología del Hospital Lucio Meléndez de Adrogué.- Ni bien el paciente ingresa al respirador, podemos entregar un ciento por ciento de oxígeno, pero luego lo bajamos aproximadamente al 60%. Sostener una oferta prolongada de oxígeno al ciento por ciento es tóxico".
Lupis añade que los kinesiólogos programan el respirador a través del monitor multiparamétrico que mide presión, saturación, frecuencia cardíaca, entre otras variables. También, periódicamente, se dosan gases en sangre. Si el paciente no mejora, entre 4 personas se lo ubica decúbito prono (de espaldas).
Darío Villalba, kinesiólogo del Hospital Municipal de Chivilcoy, explica que la postura prono favorece una mejor distribución del aire en los pulmones cuando en la posición decúbito dorsal (boca arriba) el paciente no es suficientemente ventilado.
El tiempo en la UTI es variable, pero la gravedad de la infección con Covid-19 puede implicar estadías largas, de hasta dos semanas. "El coma farmacológico inducido genera secuelas en el nivel óseo, articular y muscular –explica Facundo Puchulu, jefe de Kinesiología del hospital Justo José de Urquiza de Concepción del Uruguay, Entre Ríos-. Por eso movilizamos las articulaciones, en varios turnos por día, aun con el paciente en coma, y lo cambiamos de posición para evitar lesiones como las escaras, que pueden formarse en apenas un día".
Cómo mover al paciente sin contagiarse
Movilizar al paciente no es una tarea sencilla en presencia del SARS-CoV-2. "Llevamos un equipo nivel de seguridad 3: camisolín hemorepelente, antiparras, casco con visera, guantes de látex y barbijo N95. Es incómodo, genera mucho calor, aunque haya temperatura controlada en el ambiente", comenta Plotnikov.
"Los insumos son una preocupación en nuestro hospital, que está en el segundo cordón del conurbano –advierte Alejandra Lupis-. Por otra parte, faltan profesionales capacitados. Cuando llegue el pico, los que estamos hoy en la primera línea nos iremos enfermando en la medida en que no tengamos los insumos necesarios para protegernos. ¿Y quiénes atenderán a los que sigan?".
Puchulu puntualiza que "en la UTI se trabaja de manera interdisciplinaria. Se escucha la voz de todos: médicos, kinesiólogos, enfermeros. A veces se suman nutricionistas, bioquímicos y farmacéuticos. Las decisiones son conjuntas y cada vez que se hace el pase de guardia".
Destete respiratorio
La desconexión del respirador o weaking (destete) es un proceso muy delicado. "Muchos pacientes, al intentar extubarlos, desarrollan un cuadro llamado delirium –explica Plotnikov-. Se ponen combativos, inquietos, quieren respirar pero tienen un tubo en la boca… En esos casos, se aplican estrategias farmacológicas y se hace una terapia orientativa para ubicarlos en tiempo y espacio. La rehabilitación incluye la recuperación del equilibrio y la movilidad, y sigue cuando el paciente pasa a una sala común."
Darío Villalba señala que un problema importante es la falta de kinesiólogos especialistas en terapia intensiva en el país, ya que suelen estar solamente en las grandes ciudades. Paradójicamente, una de las especialidades más requeridas en tiempos de pandemia no está reconocida por el Ministerio de Salud. "Sí tenemos el aval de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Coneu)", puntualiza.
"La estadía en la UTI suele ser devastadora. Más de la mitad de quienes necesitaron respirador enfrenta secuelas físicas, cognitivas y psicológicas – añade Villalba, que dirige el Comité de Seguimiento y Rehabilitación luego de la Enfermedad Crítica de la SATI-. Según un estudio sobre 200 pacientes, previo a la pandemia, al año de salir de la UTI la mitad no había vuelto al trabajo o al estudio. Es el llamado Síndrome Post Terapia Intensiva, al que el sistema de salud también deberá responder".
Por ahora, claro, primero toca cubrir el difícil escenario que plantea la pandemia. "Estoy orgullosa de ser kinesióloga y estar en la primera línea de tratamiento –dice Alejandra Lupis-. Y aunque tenga miedo -porque tengo miedo- estoy feliz: siento que me formé y capacité para esto".
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