Alrededor del 20% de la población es considerada PAS: son personas altamente sensibles que se identifican por su perfeccionismo, creatividad e intensidad, características que bien gestionadas pueden marcar una diferencia
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Rumear sobre conversaciones, estar atento a todo, no pasar nada por alto, tener la necesidad de quedarse solo para recargarse, sentir que las emociones se viven con mayor intensidad, experimentar incomodidad con los ruidos externos. Estas son algunas de las señales que permiten identificar cuando alguien es PAS, es decir una persona altamente sensible.
Elaine Aron es la psicóloga norteamericana que le puso nombre a este rasgo de la personalidad en los años ‘90 en su libro The highly Sensitive Person (La persona altamente sensible). Así se refiere a las personas que tienen un sistema neurosensorial más agudo que la mayoría de la gente.
Diferentes estudios muestran que una de cada cinco personas, es decir un 20% de la población, tiene ese rasgo de personalidad que va en aumento.
A la hora de identificarlo, los especialistas aseguran que son personas que se caracterizan por ser perfeccionistas, intensas, ultracreativas, intuitivas, empáticas y contagian.
“Cuando descubrís el rasgo, entendés el porqué de muchas de tus actitudes y necesidades y ahí es cuando te dejás de traicionar a vos mismo”. Esta reflexión la realizó la propia Karina Zegers, coach y fundadora de la Asociación de Personas con Alta Sensibilidad de España (Apase). Una de las principales voceras de la alta sensibilidad en el mundo hispanohablante. Autora de los libros La alta sensibilidad y Personas altamente sensibles, aclara que no es un trastorno sino un rasgo de la personalidad. De hecho, le llaman “tener el rasgo”. “Para alguien que lucha con su lado sensible, lo mejor es conocerlo, entenderlo y abrazarlo. Y para poder sacar el máximo partido el autoconocimiento es la principal clave”, explica.
En primera persona
Tal es el caso de Juana que soñaba con desarrollar su carrera en el mundo financiero. Estudió durante años, incluso con MBAs en el exterior. Sin embargo, con más de diez años de experiencia comenzó a sentir que algo la incomodaba de su trabajo. “No me hacía feliz vender un seguro de vida sabiendo que, por ejemplo, a la persona le costaba llegar a fin de mes”, recuerda la joven que estaba sobresaturada y sentía una empatía extrema con el otro. Por esa razón decidió barajar y dar de nuevo: renunció a su trabajo. “Finalmente en un espacio de terapia descubrí que era una persona altamente sensible. Aceptarlo y tratarlo me permitió vivir mejor”, recuerda.
La primera aclaración es desmitificar que la sensibilidad está relacionada con la fragilidad sino con percibir y analizar con más intensidad las situaciones físicas y emocionales.
“Son personas con la capacidad de recibir 10 veces más de información del entorno que el resto. Esto hace que sean más creativos, empáticos, perfeccionistas y conscientes, por lo que son muy buenos líderes”, reflexiona la terapeuta y coach argentina Agustina Krause, especializada en el tema, quien aclara que “cuando este rasgo está bien gestionado se convierte en un talento pero cuando se ignora son personalidades que se estresan con mayor facilidad porque cuando las cosas les quedan dando vuelta en la cabeza, se abruman”.
La española Concha Tejada, mentora en negocios, da a conocer el lado B y alerta sobre la relación entre el burnout y las personalidades PAS. Al ser individuos que aman su trabajo, su principal motivación es hacer lo que les gusta y siempre están en busca de lo nuevo. “El 90% de los PAS trabaja de lo que les apasiona y por eso cree que no necesita descansar”, analiza la especialista.
En la agenda europea
El tema es parte de la agenda del bienestar del primer mundo. “Ahora no me quedan más libros. Es que desde hace meses no paran de pedirme esta temática”, declara una de las vendedoras de la librería FNAC de Madrid.
¿El motivo? Hace poco, se popularizó el documental Sensible-La historia no contada, que tiene a Alanis Morissette como protagonista. Para quienes tienen alta sensibilidad, verlo suele dejarlos en shock porque encuentran las explicaciones a sus necesidades, muchas de ellas reprimidas o escondidas debajo de la alfombra.
La cantante narra su historia desde la infancia cuando se sentía presionada por sus padres para asistir a todas las actividades sociales. También comparte la experiencia de cómo desarrolló una adicción al trabajo hasta que reconoció este rasgo y aprendió a darse tiempo para aislarse uno o dos días después de cada recital.
Ahora está pronto a lanzarse el documental de hombres altamente sensibles protagonizada por el actor y exestrella del pop Luke Goss como protagonista. “El mundo no acepta fácilmente a los hombres sensibles. Cuando se reconocen como PAS empiezan a darse permisos para demostrar y compartir con los demás desde otro lugar”, relata Zegers.
Con este análisis la especialista reconoce que ponerse máscaras y barreras de protección es uno de los principales riesgos de no aceptar la propia sensibilidad. Explica que se trata de un proceso que empieza desde niños con comentarios como “hay que ser más fuerte”; “no es para tanto”; “los chicos no lloran”; “te comportás como un cobarde”; “hay que tener más cojones”. Entonces es normal que ese niño o esa niña reciba el mensaje de que ser sensible es un defecto. “Aprende que, para ser aceptado tiene que ser duro y así suprime su sensibilidad”, analiza Zegers en el mano a mano exclusivo que compartió con la nacion.
La autora explica que cuando la persona es adulta empieza a desarrollar esas máscaras para convertirse en un personaje fuerte, se traiciona a sí misma para ser aceptada y esto la debilita. Cuando por el contrario, una persona sensible que está en su eje, es extremadamente fuerte.
–¿Cómo se desarrolla esa fortaleza?
–La verdadera fortaleza está en el poder de conocerse. A cada uno le toca hacer un trabajo personal. El autoconocimiento es la llave. Tienen que observar su infancia para perdonar y desaprender. Aceptar para estructurar su vida. Una persona altamente sensible será uno de los mejores líderes.
Se convierten en excelentes jefes porque son capaces de leer lo que sus empleados necesitan y apoyarlos. Generan bienestar tanto en su negocio como en su plantilla laboral.
–El diálogo interno es la base de cómo uno se siente ¿Cómo se logra aquietar?
–La gente no entiende que los gestores del diálogo interno somos nosotros. El contacto con la naturaleza, las distintas técnicas como la meditación o la relajación con sonidos ayudan a parar la pelota para poder tener el control de los pensamientos asociativos y frenarlos. Decir acá mando yo y dejar de montar sus propias películas.
Cuatro patrones
Para decodificar aún más el tema, Elaine Aron, la mujer que le puso nombre a este rasgo de la personalidad, identificó cuatro características con los que las personas PAS pueden sentirse identificadas.
→ Procesamiento profundo. Es la particularidad clave. Debido a la permeabilidad de su sistema sensorial ven lo que otros pasan por alto. Esto trae como beneficio que les gusta investigar, indagar y aprender. “Tienen una creatividad desbordante porque no sólo están más abiertos para absorber cualquier información sino que la relacionan con lo aprendido anteriormente. Por eso les surgen ideas maravillosas”, agrega Krause.
El otro lado de este rasgo es que al ser hiperreflexivos, las cosas suelen quedarles dando vueltas en la cabeza generando una “autocharla” con la que pueden montarse sus propias películas. Este es un proceso que, según los expertos, se hace de manera automática y con intensidad y puede ser abrumador. En estos últimos casos, el propio diálogo se convierte en su principal fantasma.
→ Sobreestimulación. Son personalidades con sentidos más afinados que otras personas, razón por la que suelen ser detallistas y perfeccionistas. Pero también esto hace que los ruidos, las luces o los lugares muy concurridos los saturen o los lleven a irritarse fácilmente. Por eso es necesario tener registro del propio cuerpo y de las necesidades. Los especialistas los comparan con atletas de alta competencia, necesitan ser más conscientes de sus cuidados.
→ Emociones y empatía intensas. Viven con sus emociones a flor de piel: con lo bueno y con lo malo que esto trae. Así, por ejemplo, se sienten más motivados, que otras personas, cuando un tema les interesa. Son más estimulados ante el arte y la belleza. Pero cuando están agobiados, el exceso de adrenalina los puede llevar a no frenar. Ahí es cuando empiezan las adicciones al trabajo y la tendencia a sobrecargarse de cosas.
→ Captan mejor las sutilezas. No se les escapa ningún detalle. Tienen la intuición más desarrollada y pueden captar por ejemplo el lenguaje corporal, un leve cambio en las expresiones faciales, una ligera variable en la temperatura. Sienten y les afecta tanto un ambiente positivo como negativo. La contracara es que esto los puede llevar a poner barreras de protección para sobrellevarlo.
En definitiva, tener este rasgo en la personalidad puede jugar a favor. El primer paso es el autoconocimiento y anticiparse a la sobreestimulación. El poder de escucharse son las palabras que todos los expertos repiten como si la clave estuviese en sacudir la rigidez de cualquier mandato y darse permiso para sentir.
Conocerse más para observar sin absorber. Prestar atención al propio diálogo interno para dejar de actuar en automático. Honrar las señales del cuerpo para ser más conscientes de lo que le hace bien en cada momento a cada persona. En otras palabras, crear un bienestar a la medida de cada persona, aceptando que eso, muchas veces, no coincidirá con el de su entorno.
Las cinco conductas habituales
Las personas con el rasgo en la personalidad de ser altamente sensibles tienen patrones de conducta fácilmente detectables en el trabajo. Entre otros, se destacan la autopresión, el perfeccionismo, la dificultad a decir no y una creatividad abrumadora.
- Autopresión. Se autopresionan ante los pendientes: por ejemplo, en el caso de los emprendedores, si no publican seguido en Instagram sienten que el algoritmo los va a condenar. Cuando en realidad son ellos mismos los que se castigan.
- Perfeccionismo. En su profesión no dan el 100% , sino el 200%. Revisan obsesivamente todo antes de dar a conocer un trabajo. El perfeccionismo es una de sus particularidades más agobiantes.
- Creatividad. La creatividad desbordante les impide descansar. Y son una fuente de generar buenas ideas.
- Falta de límite. Les cuesta decir no. Los PAS deben tener en cuenta que el cuerpo es el que terminará estableciendo los límites.
- Hacer, un valor. Son hacedores: en el “hacer sin parar” está su valor. Muchas veces se esconden en el trabajo o en un emprendimiento para no explorar lo que están sintiendo.
Cómo manejar el “fuego interior”
Concha Tejada pone el énfasis en la intensidad y enumera qué hacer para no terminar “quemado”:
◗ No trabajar con apuros injustificados.
◗ No entrar en la urgencia de quienes no se organizan bien.
◗ No querer ganarle al reloj.
◗ Saber cortar cuando la inspiración no llega y no forzar.
◗ Confiar en que la inspiración vendrá en el momento perfecto.
Ayudar a los chicos a tolerar estímulos
Muchos adultos se dan cuenta de que tienen “el rasgo” porque sus hijos lo tienen, dicen tanto Anna Romeu, la psicóloga y presidenta de la Sección Psicología de Emergencias del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña (España) como Karina Zegers, coach y fundadora de la Asociación de Personas con Alta Sensibilidad de España (APASE)
Al igual que con los adultos, lo primero es determinar que no hay un trastorno u otro problema con un especialista.
Así hizo la propia Romeu cuando empezó a ver que su hijo tenía unas características distintas desde bebé.
Por ejemplo, reaccionaba distinto que su hermano mayor a los estímulos del entorno, se molestaba mucho con los ruidos de la casa e incluso se ponía las manos en los oídos para no escuchar la aspiradora.
Primero comprobó con el otorrino que no tenía problemas, luego empezó a leer y se puso en contacto con Apase, con quienes descubrió que su hijo era altamente sensible.
Como psicóloga, su consejo para los padres con chicos NAS (niños altamente sensibles) es, primero, que se informen con especialistas y asociaciones. Después, enseñarle al menor a tolerar aquellos estímulos que son inevitables. Y, en el caso de lo evitable, ser permisivos y dejarle actuar según su necesidad.
“Mi hijo en la guardería salía agobiado, pero le fui enseñando qué hacer porque eso no puede evitarlo”, recuerda.
Karina Zegers aconseja darles acceso a cosas artísticas, “que tengan mucho contacto con la naturaleza, más reposo, mucho libro, abrazos y no criticar, fomentar su empatía si se preocupa por un amigo y alimentar su necesidad de poder contribuir”.
Por Belén Ortega, diseñadora de experiencias de bienestar y facilitadora internacional de baños de sonido.
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