Aunque el uso de dispositivos digitales está ampliamente generalizado desde hace tiempo, la pandemia de COVID-19 lo ha potenciado. La situación de confinamiento prolongado a la que nos vemos sometidos nos ha obligado a modificar la mayor parte de nuestros hábitos, tanto de trabajo como de ocio. Son numerosas las personas obligadas a desempeñar su actividad laboral mediante teletrabajo, lo que implica jornadas interminables delante de la pantalla de la computadora.
Para colmo de males, el ocio también se ha trasladado íntegramente al domicilio. Como consecuencia, el consumo de televisión se ha disparado, a la vez que aumenta el tiempo dedicado a los videojuegos, videollamadas y otras actividades electrónicas. Por no mencionar el tiempo que pasamos frente a la computadora y el celular, leyendo las noticias en los periódicos digitales, intercambiando mensajes en las redes sociales o comprobando el correo electrónico. La edad no importa aquí: adultos, jóvenes y niños incurren en los mismos hábitos.
Nuestro sistema visual no permanece impasible ante la situación. Es más, corremos el riesgo de sufrir una serie de alteraciones englobadas bajo en concepto de fatiga visual o CVS (siglas del término inglés Computer vision syndrome).
Riesgo de fatiga visual
La Organización Mundial de la Salud define este síndrome como una deficiencia visual subjetiva que se interpreta como un alto nivel de incomodidad visual y que generalmente se produce después de una actividad visual prolongada "de cerca".
Los síntomas del CSV pueden clasificarse, atendiendo a su naturaleza, en tres:
- Síntomas relacionados con la sequedad ocular.
- Síntomas visuales relacionados con la corrección óptica y el sistema binocular.
- Síntomas musculo-esqueléticos debidos a una posición incorrecta delante de los dispositivos.
Los estudios realizados en este campo señalan que más del 60% de los trabajadores que utilizan una computadora una media de 6-9 horas al día presentan algún síntoma a lo largo del año. Por orden de incidencia, los más frecuentes son el dolor de cabeza, los ojos secos y el dolor de cuello.
Ojo seco
Antes del confinamiento domiciliario impuesto por la Covid-19, las afecciones visuales que más crecían en las consultas de optometría eran las relacionadas con la película lagrimal. Las razones se explican en dos brochazos: está comprobado que al realizar tareas en visión próxima se reduce la frecuencia del parpadeo a un tercio, lo que aumenta el riesgo de ocasionar sequedad ocular. Ni que decir tiene que, en el caso de usuarios de lentes de contacto, esta disminución del parpadeo tiene mayor transcendencia, al necesitar las lentes aporte de líquido.
Cuando las horas de visión próxima frente a diferentes pantallas se incrementan, los pacientes refieren, entre otros síntomas, ardor, fotofobia, sensación de cuerpo extraño, disminución de la agudeza visual, irritación y escozor. Las sensaciones pueden variar desde incomodidad leve o moderada hasta molestias graves que afectan a la calidad de vida
Trastornos de la visión binocular
Al realizar cualquier tarea visual de cerca echamos mano de dos capacidades fundamentales: la convergencia y la acomodación. Cuando no existe un equilibrio entre estas capacidades y las demandas en visión próxima, aparecen síntomas de malestar asociados a la visión denominados astenópicos (dolor de cabeza, escozor de ojos, cansancio, etc.), así como dificultad para la concentración.
Uno de los trastornos más frecuentes de la visión binocular es la insuficiencia de convergencia, con una prevalencia que varía entre el 4 y el 6% de la población, aunque algunos autores elevan esta cifra hasta el 17%. Su tratamiento pasa por revisar la corrección óptica, corrección prismática o ejercicios de entrenamiento visual. Esta última opción está ampliamente avalada por la literatura científica.
Aumento de la miopía
Otro posible efecto indeseado del confinamiento, sobre todo en la población infantil, es el aumento de la miopía. Se trata de un defecto refractivo que se ha relacionado con el aumento de tareas en visión próxima. De hecho, se recomienda que los niños jueguen al aire libre para reducir su incidencia. En estos momentos en que los críos apenas pueden abandonar la casa y tendemos a ser más permisivos con el número de horas que pasan delante de los dispositivos digitales, nos podemos encontrar con un aumento de la graduación.
En este sentido, existe una gran preocupación entre los profesionales de la visión por el aumento que se está produciendo de este defecto a nivel mundial, ya que la miopía, en fase adulta, está asociada a una serie de enfermedades oculares, como son las cataratas, el glaucoma o las lesiones en retina.
Medidas preventivas
Ante la sintomatología relacionada con el CSV, resulta indispensable llevar a cabo una revisión periódica del sistema visual para detectar cualquier anomalía y prevenir defectos refractivos o binoculares.
Para adelantarnos a posibles problemas, es recomendable realizar descansos periódicos en nuestra actividad delante de la computadora, por ejemplo alternando la visión de cerca con la de lejos, para evitar el cansancio visual. Como medida general, se recomiendan que por cada 20-30 minutos hagamos descansos de unos 20 segundos para mirar objetos lejanos. La literatura científica estima que con esta medida los síntomas del CSV se reducen en más del 40%.
Son indispensables también medidas de higiene visual, con acciones encaminadas a mejorar la ergonomía en nuestro espacio de trabajo. Optimizando la postura, claro está, pero también controlando el nivel de iluminación de la sala y evitando reflejos.
Por último, la utilización de filtros también puede mejorar la calidad visual y la aparición de ciertas patologías, como la degeneración macular asociada a la edad. En concreto nos referimos a los filtros bloqueadores de la luz azul que emiten ciertos dispositivos, aunque actualmente existe una cierta controversia en la comunidad científica sobre su eficacia real.
Sea como fuere, dado que el confinamiento prolongado es una medida necesaria e indispensable para controlar la pandemia actual, hemos de procurar que las actividades diarias asociadas a este enclaustramiento no se tornen negativas para la salud, tampoco para la salud visual.
Javier Povedano Montero, profesor asociado de la Universidad Complutense de Madrid
Este texto se reproduce de The Conversation bajo licencia Creative Commons
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