Un estilo en la manera de educar cuyo objetivo es que los niños sepan afrontar con éxito sus desafíos vitales sin violencia y desde el respeto
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Cuando se encara el camino de la maternidad, invade un mundo de dudas. Si bien el amor a dar es infinito, los hijos no nacen con un “manual de instrucciones” y son muchas las preguntas sin interrogantes que se enfrentan a diario.
“Hablar de crianza no es fácil. Hay tantas formas y métodos como familias. Así como los tiempos cambian, los modos también y todo lo que te contaron que “debías” hacer a la hora de estar frente a un niño/a se desvanece desde el preciso momento en el que la realidad te sorprende cargando en brazos a tu hijo/a por primera vez”, explica Carina Schwindt, psicóloga, neuropsicóloga y madre de cuatro hijos.
Mariana Fernández, coautora del libro “Nadie Te enseña” con Schwindt y psicóloga, psicopedagoga y madre de dos niños asegura: “Es en el momento del nacimiento cuando te das cuenta de que ser madre o padre implica responsabilidades de todo tipo. Entender y aprender cómo manejarnos con nuestros hijos/as y despojarnos de cómo fuimos criados es, sin lugar a duda, el mayor desafío”.
Cambio de paradigma
Criar lleva tiempo, reinvención, conocimiento y adaptación. Las autoras del libro explican que los viejos modelos cambiaron y aparece un nuevo paradigma, el de la crianza respetuosa, con ideas innovadoras que dejan atrás los chancletazos, el dejar llorar al bebé hasta que se canse, el no tenerlo en brazos todo el tiempo porque se va a acostumbrar. Criar a los niños hoy exige sacarse ese viejo y obsoleto chip de crianza y vaciar nuestras mentes de esos patrones mentales que antes pudieron funcionar (a un costo muy alto) pero que…¡Ya no!
Por eso, las autoras hablan de Crianza positiva, una nueva herramienta que no está relacionada ni con la permisividad ni con educar sin límites. Se trata de un estilo de crianza que persigue que los niños sepan afrontar con éxito sus desafíos vitales sin violencia y desde el respeto. Tiene como objetivo que los hijos sean personas responsables, autónomas, decididas, resilientes, respetuosas, tolerantes y empáticas.
“Este tipo de crianza se fundamental en los principios del amor incondicional, la empatía, la igualdad y el respeto”, detalla Fernandez. Se basa en entender al niño y sus necesidades, en la validación de sus sentimientos, en comprender la etapa de desarrollo en la que se encuentra, en su capacidad de captar –o no- la situación. Darle esa voz que aún no sabe alzar.
Educar desde el amor y el respeto comienza con el nacimiento y perdura a lo largo de toda la vida. Por ello, nunca es tarde para empezar un tipo de crianza positiva basada no solo en consejos enfocados únicamente en las necesidades de los niños, sino también en las necesidades de los adultos.
Pilares de la crianza respetuosa
- Amor incondicional: es el sentimiento de querer al niño por encima de todas las cosas, amar su esencia a pesar de sus equivocaciones. Tal y como es, sin pretender cambiarlo.
- Empatía: es la capacidad que tenemos de conectar con el otro, ponernos en su lugar y responder adecuadamente a sus demandas. Es una conexión a nivel emocional.
- Igualdad: entender que los niños tienen sus propias creencias y pensamientos. Dejarlos que se expresen libremente, sobre todo respecto a sus sentimientos.
- Respeto: hacia las necesidades básicas de los niños. Encontrar el equilibrio entre nuestras necesidades y las de ellos. Esto tiene que ser mutuo.
A través de la crianza respetuosa nos convertimos en un recipiente transformador para la conducta de nuestro hijo, para lograr un aprendizaje. “Tenemos que ser la herramienta que ellos necesitan: comprender, acompañar, escuchar, valorar y brindar posibles soluciones para transformar su conducta”, explica Carina.
Conexión antes que corrección
Uno de los temas que más preocupa a los padres a la hora de educar son los berrinches. Frente a ellos, la mayoría de las veces nos desbordamos emocionalmente y no sabemos cómo actuar.
“No sé cómo sacarlo de ese enojo, me grita y se golpea, y yo le digo que no, pero lo hace peor”, cuenta Julieta Otamendi, mamá primeriza de Benicio, de 2 años.
Las autoras señalan que lo primero a tener en cuenta es que debemos ser capaces de conectar emocionalmente con nuestros pequeños para poder lograr una correcta intervención ante una conducta que no es adecuada. La relación que tengamos con ellos es clave para cualquier tipo de acción.
Conectar significa prestar atención, transmitirles que entendemos cómo se sienten. Es darles un lugar donde puedan sentirse seguros de transmitir sus sentimientos, sentirse apoyados, respetados y comprendidos, aunque no nos agrade su forma de comportarse.
Debemos conectar con nuestro hijo para calmar las emociones que él no puede regular por sí solo. Es una habilidad que requiere de muchísimo esfuerzo, constancia, práctica y paciencia. No saldrá al principio, pero vale la pena intentarlo una y otra vez.
Cuando más respaldo, empatía y atención les demostremos en los peores momentos, más se favorecerá nuestra relación y sentirán así la sensación de que son importantes, de que los tenemos en cuenta y de que pueden contar siempre con nosotros.
Técnicas de regulación emocional para lograr la calma
“Cuánto más nerviosa me ve, peor se comporta. Pareciera que lo hace a propósito, cuánto más necesito que esté tranquila por todas las cosas que tengo que hacer, mas demandante es”, explica Marina Cisneros, mamá de Guadalupe, de 3 años.
La importancia de estar en calma en esos momentos de más desborde es lo que nos va a llevar a “manejar” de mejor manera una situación de berrinche, aunque nos lleve tiempo. ¿Qué es la regulación emocional? Consiste en aprender a mantener, aumentar o suprimir un estado afectivo momentáneo y tratar de alcanzar el equilibrio emocional.
Algunas técnicas para lograrla son:
- Respiración: es una técnica muy simple que ayuda a controlar las reacciones del cuerpo. Podemos contar la respiración para hacerla más consciente. Se puede fomentar en niños ayudándolos a contar mientras respiran, o utilizar técnicas como oler una flor y soplar una vela o respirar como un elefante con la trompa bien arriba; esto permite que la conducta se oriente hacia el control de esa acción para poder regular de a poco las emociones.
- Afirmaciones positivas: primero debemos detectar cuáles son los pensamientos que generan, mantienen o incrementan nuestras emociones negativas y nos hacen sentir tristes, enfadados, ansiosos, asustados, etcétera. Una vez identificados, debemos sustituirlos por otros más positivos. Luego, sólo hay que ponerlo en práctica: cada vez que aparezca el pensamiento negativo ante una conducta que el pequeño realiza, debemos intentar cambiarlo por uno positivo para poder conectar y acompañar de la mejor manera posible.
- Conciencia plena o Mindfulness: basada en los principios de la meditación, es altamente eficaz para relajarnos en momentos de crisis emocional. Se trata de parar nuestro torrente de pensamientos y centrar la mente en el aquí y ahora, en nuestras sensaciones presentes y en lo que nos rodea en ese preciso instante. Comprender eso que me pasa, tratar de entender esa emoción y lograr algo desde ahí.
Ante una situación desbordante, seguir estos tres pasos infalibles:
- Respirar
- Tomar un vaso de agua fría
- Cantar
Se pueden realizar los tres o uno, el primero que salga. Al realizar estos ejercicios, activamos el nervio vago, que produce efectos de relajación y tranquilidad mental de forma eficaz y profunda que nos permiten atender al pequeño de forma más conectada.
De esta manera, a través de la crianza positiva podremos lograr crear rituales amorosos con nuestros hijos que nos servirán para acompañarlos en las etapas difíciles de su desarrollo como: poner límites, hacer que duerman solos/as; fomentar una alimentación saludable; lograr que controlen esfínteres; manejar sus berrinches y lograr que hagan un buen uso de las pantallas.
Seguramente podremos cometer muchos errores en el proceso, pero lo importante es rectificar y apuntar a ser cada vez mejores y aprender a acompañar y respetar a nuestros niños en el hermoso camino de su desarrollo.