Giran en torno al “terror” y aunque se los asocia principalmente con la mente, en realidad son el resultados de una combinación de síntomas, tanto físicos como cognitivos
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La mayoría de los expertos definen un ataque de pánico como la aparición repentina de miedo intenso, a diferencia de la ansiedad que generalmente se manifiesta como una preocupación casi constante.
Las personas que tienen ataques de pánico son bombardeadas por síntomas mentales y físicos, que pueden variar de una persona a otra:
- El corazón puede acelerarse y palpitar.
- Sensación de no poder respirar.
- Las extremidades pueden hormiguear. E incluso a veces temblar.
- Náuseas.
- El pecho puede oprimirse con frecuente sensación de ahogo.
- Calor repentino acompañado de transpiración o alternativamente escalofríos.
Y luego está el miedo agitado y desestabilizador. En medio de un ataque de pánico, las personas pueden preocuparse de volverse locas, perdiendo el control de sus mentes y cuerpos. Pueden pensar que están teniendo un ataque al corazón o incluso que van a morir.
La mayoría de las personas que experimentan ataques de pánico regularmente no experimentan todos estos síntomas, pero pueden tener muchos de ellos. Sin embargo, un pequeño subconjunto de personas que sufren ataques de este tipo tienen ataques de pánico de síntomas limitados, en los que se encuentran con tres o menos.
Y, casi tan repentinamente como aparecen los ataques de pánico, por lo general se disipan. Los síntomas aumentan en el transcurso de diez minutos y generalmente desaparecen a la media hora, aunque algunas personas pueden sentir efectos persistentes.
Sin embargo, la experiencia puede ser traumática y las personas que tienen ataques de pánico pueden comenzar a temer sensaciones que les recuerden sus síntomas, como sentirse sin aliento después de subir las escaleras. También pueden evitar cualquier cosa que les recuerde el episodio: la tienda de comestibles donde su corazón latía con fuerza, la comida que estaban comiendo cuando llegó el pánico.
Algunas personas pueden desarrollar un trastorno de pánico, que los psicólogos definen como ataques de pánico repetidos e inesperados que interfieren con el funcionamiento diario. Mientras que del 15 al 30 por ciento de las personas tendrán al menos un ataque de pánico en su vida, solo del dos al cuatro por ciento desarrollarán un trastorno de pánico, dijo el Dr. Schneier. Un subconjunto de esas personas, aproximadamente una de cada tres, también desarrolla agorafobia, un trastorno de ansiedad que puede implicar un miedo extremo a los lugares públicos o llenos de gente, al transporte público, a hacer fila o a salir de casa. Esto puede ocurrir cuando las personas se vuelven intensamente temerosas de los lugares en los que han tenido ataques de pánico anteriormente.
Las causas
Un conjunto diverso de factores estresantes, como eventos traumáticos, preocupaciones económicas o incluso hablar en público, pueden provocar ataques de pánico. Pero también pueden ocurrir inesperadamente, sin un desencadenante perceptible.
Cuando las personas experimentan un estrés intenso, se activa el sistema nervioso simpático, una red de nervios que desencadenan lo que los psicólogos llaman la respuesta de “lucha o huida” al peligro percibido. El cuerpo libera sustancias químicas como la epinefrina, también conocida como adrenalina, y la norepinefrina, que hacen que el corazón se acelere, las pupilas se hinchen y la piel sude.
Otra red de nervios, llamada sistema nervioso parasimpático, devuelve el cuerpo a su estado original. Si no se activa después de un tiempo, un ataque de pánico puede suspender a una persona en ese estado elevado de excitación.
Muchos investigadores creen que los ataques de pánico pueden ocurrir cuando el cerebro no puede enviar mensajes correctamente entre la corteza prefrontal, que está asociada con la lógica y el razonamiento, y la amígdala, que gobierna la regulación emocional. Durante un ataque de pánico, la amígdala está hiperactiva, mientras que la corteza prefrontal responde menos, lo que hace a uno girar en espiral.
¿Quiénes los sufren?
Cualquiera puede experimentar un ataque de pánico. Sin embargo, el riesgo es mayor para los adolescentes y las personas de 20 años. Si no se ha tenido un ataque de pánico a los 45 años, es menos probable que se tenga un episodio más adelante en la vida.
Las mujeres tienen más del doble de probabilidades que los hombres de sufrir ataques de pánico, pero los investigadores no están completamente seguros de por qué existe esa disparidad.
¿Cómo calmar un ataque de pánico cuando se presenta?
Si no se ha experimentado un ataque de pánico antes y aparece dolor en el pecho y dificultad para respirar, se debe ir a la guardia de un hospital para confirmar que realmente se está teniendo un ataque de pánico, en lugar de un problema cardíaco. Pero si uno ha tenido ataques de pánico en el pasado y se da cuenta de que está empezando a tener otro, estos consejos pueden ayudar a anclarse al presente.
Puede ser útil practicar estas estrategias de afrontamiento con anticipación, para que se las pueda emplear en una futura ocasión que se tenga un ataque de pánico:
Analizar lo que te está pasando
Recordar que ya se ha sobrevivido a ataques de pánico en el pasado y, aunque da miedo, el pánico en sí no es peligroso.
Tomar algo frío llamar
Un amigo o familiar de confianza puede ayudarlo a uno a calmarse cuando siente que comienza un ataque de pánico. Simplemente hablar con alguien sobre lo que se está experimentando y nombrar las sensaciones en el cuerpo puede ayudar a estabilizarse en el momento.
Contar colores
Algunos terapeutas recomiendan un ejercicio básico simple: contar y nombrar los colores que hay alrededor. Decir cada uno en voz alta, o simplemente anotarlos en la mente, mientras se registra que la alfombra es azul o que la remera que se lleva puesta es de color rojo. Hacer esto puede ayudar a distraerse de la creciente ansiedad que hay en la mente.
Tomar contacto con algo frío
Agarrar del freezer un cubo de hielo, o colocar una toallita húmeda y fría sobre la muñeca. El impacto del frío puede ayudar a centrarse en el presente; esto también ayuda a aliviar el calor y la sudoración incómodos que algunas personas sienten durante los ataques de pánico.
Respirar como un bebé
La hiperventilación, una característica común de los ataques de pánico, puede hacer que las personas se sientan mareadas, por lo que respirar lentamente puede ser útil.
A menudo, los adultos respiran desde el pecho; en cambio, podría ser útil respirar desde el diafragma como lo haría un bebé, concentrándose en expandir el vientre.
Esto puede ralentizar y profundizar la respiración, inundando el cerebro con oxígeno y activando el sistema nervioso parasimpático, lo que ayuda a indicar que no hay necesidad de luchar y se reducen los niveles de angustia.
¿Cómo puede prevenir futuros ataques de pánico?
Si se experimentan ataques de pánico recurrentes, se sugiere buscar un terapeuta. Las formas de terapia cognitiva conductual, en las que un médico incentiva a desafiar los miedos y las sensaciones que se podrían experimentar durante un ataque de pánico, pueden estar entre los tratamientos más efectivos. El proceso puede ayudar a cambiar los patrones de pensamiento, desensibilizando la angustia subyacente que puede desencadenar más ataques de pánico.
Algunos medicamentos, incluidos los antidepresivos como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina o ISRS, también pueden ser útiles para controlar los ataques de pánico.
A pesar de lo desconcertantes que pueden ser los ataques de pánico, es importante recordar que son altamente tratables y que, tan pronto como surgen, comienzan a desvanecerse.
Por Dani Blum.
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