Para seguir adelante en competencias de máxima exigencia a pesar del cansancio y el dolor, los especialistas explican cómo potenciar también la parte psíquica
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Juan Pablo Cavallaro, ingeniero químico de 33 años, es un corredor de pura cepa que no para de desafiarse. En abril de este año corrió los 110 kilómetros del Patagonia Run, una carrera disputada en San Martín de los Andes que le llevó 22 horas y 22 minutos completar. “Fue de lo más duro que hice en mi vida. En el kilómetro 80 mis piernas dejaron de responder, no las sentía. En ese momento terminé corriendo con la cabeza”, confiesa este joven que arrancó con el running en 2019 incentivado por su entrenador del gimnasio.
La fortaleza mental juega un papel clave en el deporte: puede afectar o potenciar el rendimiento y la motivación. Tener una cabeza fuerte es uno de los mayores desafíos a los que todo atleta se enfrenta a diario en los entrenamientos y de cara a una competencia.
“En todos los deportes de ultra distancias –por arriba de los 42 kilómetros– o de alto nivel, vas a necesitar lo que se llama un diferencial de la capacidad mental al esfuerzo máximo que tiene que ver con la fuerza intuitiva que uno hace para salvarse”, cuenta Alejandra Hintze, médica deportóloga. Específicamente, aclara la experta, esta fortaleza se relaciona con “poder tolerar el dolor y las situaciones incómodas, siempre y cuando no conlleven mayores riesgos para la salud”.
“La cabeza te puede impulsar a ir por más o ayudarte a tropezar. Hay una frase de Mohamed Alí que dice: ‘Muchas veces, la piedra está en tu zapato’. Creo que el miedo frente a algo tan extremo te puede paralizar y sembrar las ganas de huir o incentivarte a atacar ese desafío pese a las adversidades”, comenta Iñaki Etchegaray, coach ontológico deportivo.
Para sorpresa de Cavallaro, la competencia arrancó con un traspié: “Me había anotado con un amigo con el que siempre corremos juntos y que es mi referente. Pero una lesión lo dejó afuera unos meses antes. Al principio dudé si mantenerla en pie porque significaba que la iba a tener que hacer solo, sin compañía, algo a lo que no estoy acostumbrado, pero finalmente me lancé”, cuenta.
Gran parte del trayecto lo hizo de noche con viento y niebla. “Lo único que escuchaba era mi respiración y el ruido de los bastones clavándose en la tierra”, cuenta. A las cinco de la mañana tuvo su primer incidente: tropezó con una roca y patinó varios metros. Se le rompió la linterna y en la oscuridad, tuvo que buscar los bastones. Unas horas más tarde la rama de un árbol le jugó una mala pasada y terminó adentro de un lago helado. Aun así, " y con una mezcla de emociones, continué la marcha”, admite.
Sofía Cantilo, de 42 años, madre de dos hijos, también corredora de trail especializada en ultradistancias, que este año en el Patagonia Run compitió en 100 millas (160 kilómetros) y lo completó en 30 horas, cuenta que durante la aventura pasó muchos kilómetros en los que no quería saber más nada con correr. “A lo largo del recorrido uno tiene dolores, en mi caso, una de las rodillas me molestaba un montón y tenía mucho sueño. Es ahí cuando la cabeza te empieza a jugar en contra y a decir: esto no es una lesión normal, tenés que parar. El secreto es poder discernir y tener conocimiento profundo de tu cuerpo para saber realmente si esa molestia es normal o no”, cuenta Cantilo.
“Por lo general, los pensamientos disruptivos son una especie de alarma psicológica que te avisa que no podés más, por eso suelen aparecer cuando estás deshidratado, con sueño o la glucemia baja”, indica Hintze y profundiza: “Hay un punto intermedio entre tolerar el dolor y lastimarse. Siempre y cuando se tenga la capacidad de identificar cada caso, cuando se trate de algo pasajero, hay que mantener el estado de concentración y tener la cabeza en el momento presente para terminar bien el desafío”.
Hábitos para implementar
Sebastián Blasco, director de la Diplomatura de Psicología Deportiva de la Universidad Austral y autor del libro Detrás del deportista: la realización personal como victoria, comenta que parecería que “cada vez necesitamos metas más grandilocuentes para sentirnos movilizados. Buscamos experiencias impactantes que nos hagan sentir trascendentes y que nos sorprendan”.
Para el experto, “muchas veces no nos basta con correr 10 kilómetros, sino que necesitamos que sean 40. Pero luego no nos resulta suficiente y vamos por 80. A partir de allí, correr, ya no implica un desafío y buscamos experiencias más extremas y complejas, persiguiendo algo que muchas veces no encontraremos”. Este mecanismo, “podría ser enmarcado dentro de una ambición sana y necesaria que nos permita crecer, mejorar y desarrollar nuestras virtudes”, añade el experto.
Los especialistas consultados coinciden en que la mente se entrena en el día a día mediante la implementación de pequeños hábitos cotidianos, a la par del entrenamiento físico y enumeran una serie de recomendaciones para sobrellevar momentos en los que la cabeza empieza a jugar en contra.
- Aprender de los entrenamientos. “Tanto en desafíos de ultradistancias como en todos los deportes, se ejercita la fortaleza mental durante las sesiones de entrenamiento para aprender de todas las vicisitudes que puedan llegar a aparecer”, cuenta Hintze. Por ejemplo, continúa la especialista: “Muchas veces el objetivo de salir a hacer un fondo de 25 kilómetros no es solo para trabajar la resistencia sino también para sentir todas aquellas sensaciones molestas que puedan llegar a aparecer y así trabajar en estrategias futuras para paliarlas. El entrenamiento es el momento de aprender de los errores para llegar bien preparado al día del desafío”.
- Hablarse de forma empática. “El lenguaje, el cuerpo y las emociones van de la mano”, dice Etchegaray y explica que los pensamientos son las semillas y luego el lenguaje, será lo que impulse a alguien a ir por más o a quedarse estancado. Al respecto Hintze considera que el autodiálogo positivo es clave: “Si te decís no puedo, no vas a poder”. Para la experta, son los momentos más duros donde mejor se deben emplear las palabras. “Las situaciones negativas hay que revertirlas urgente”.
- Tener autoconocimiento. Etchegaray cuenta que al cerebro no le gusta estar incómodo entonces frente a una situación en la que se lo expone a salir de su zona de confort empezará a mandarle señales de alerta al cuerpo para que frene lo que está haciendo. Por eso, este eje se trabaja “entrenando la confianza, la autoestima y el compromiso con uno mismo”, resalta el experto.
- Ser disciplinado. Tener una rutina y cumplirla también brinda fortaleza mental porque te obliga a salir de la zona de confort los días en los que no se está motivado, llueve, hace frío o mucho calor, aclaran los especialistas.
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