Elisa Forti Sampietro no se detiene; su filosofía para salir de la zona de confort y superarse
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“Todo depende de uno. Nunca es tarde para arrancar algo nuevo”, dice Elisa Forti Sampietro, una corredora de 87 años, que a sus 72, derribó prejuicios y se metió de lleno en el mundo del running, una actividad que la cautivó y que nunca más dejó. Habla pausado, cuidando las palabras, con templanza y calidez. En su mirada hay brillo y serenidad, una muestra de la pasión que le genera esta actividad.
De espíritu aventurero, en esta práctica encontró una manera de vivir y disfrutar la vida, de conocer gente, de estar en contacto con la naturaleza y de fortalecerse no solo de manera física sino también mental. Un ejercicio que le enseñó sobre disciplina, que le permitió romper barreras y sobre todo superarse.
De origen italiano, vivió hasta los 14 en la ciudad de Como, momento en que se vino a la Argentina con su familia para arrancar una vida nueva lejos de la guerra. Esta atleta cuenta que siempre estuvo en movimiento: durante su juventud jugó al volley y practicó tenis.
Su historia con el running llegó un poco por casualidad y otro por curiosidad: una de sus hijas le comentó que se iba a correr una maratón a Villa La Angostura y decidió sumarse al plan porque además de que le divertía acompañarla, le parecía una linda oportunidad para conocer el sur del país.
Fiel a su estilo, sorprendió a su hija con la idea de que participaría de la competencia como una corredora más. “Al principio, mi familia se oponía pero convencí a todos gracias a lo cabezadura que soy”, dice con seguridad Forti Sampietro.
Sin haberse entrenado y convencida de su decisión emprendió la aventura porque para ella, “los límites son mentales”. Ese día no se lo olvida más, acababa de descubrir un mundo fascinante que le abrió las puertas, la cuidó y alentó hasta el último kilómetro. “Es un ambiente solidario y generoso, cuando te caés, la gente para y te ayuda sin mirar el reloj”, cuenta.
El siguiente desafío y con entrenamiento de por medio fue en Tandil, una carrera de 25 kilómetros entre la sierras. Cuando finalizó los primeros diez, su profesor le sugirió ponerle punto final, pero su adrenalina fue por más. La siguió y terminó con éxito. “La hice en cuatro horas, cueste lo que cueste, sabía que iba a llegar a la meta”, cuenta la deportista.
A lo largo de estos años dice que participó de tantas carreras y maratones que perdió la cuenta de cuántas hizo, “me prendo en todas”, comenta. La última fue a fines de mayo de este año, una carrera de diez kilómetros en Chascomús.
De noche, de día, con frío, con calor, para esta runner no hay excusas y con sus zapatillas recorre el país en busca de nuevas aventuras. Entre risas confiesa que las competencias en calle le aburren y que en los destinos exóticos encontró una manera perfecta para hacer turismo y al mismo tiempo desafiarse.
El cruce de los Andes lo hizo cinco veces, el último en 2019 con 84 años y destinos como Ushuaia y San Juan son algunos de los que más la cautivaron. “Mientras corro me encanta descubrir todo lo que hay a mi alrededor. Pararme en la cima y ver todo el trayecto es la mejor parte, algo único”, cuenta y dice que siempre vuelve con algunas flores que agarra y que se guarda de recuerdo.
Llegar a la meta es una alegría inmensa, es otro objetivo cumplido, es sentir que se puede. Esa mezcla de emociones en el punto de llegada muchas veces genera situaciones inexplicables que quedan grabadas en el corazón. Al final de una carrera en San Juan, un chico joven se le acercó con lágrimas en los ojos le dio un abrazo y le dijo que gracias a ella había arrancado a correr.
Prepararse no es una tarea sencilla, la motivación y las ganas son fundamentales en este proceso y la clave para mejorar. Elisa lo tiene en claro y no se da descanso. Entrena todos los días de ocho a nueve de la mañana: los lunes, miércoles y viernes lo hace con su grupo de running en el vial costero de Vicente López, el resto de la semana va al gimnasio de una de sus hijas que es kinesióloga para fortalecer los músculos y trabajar el equilibrio, dos aspectos cruciales que todo buen corredor necesita. “Muchas veces me da flaca ponerme las zapatillas después del desayuno, pero junto fuerzas y lo hago igual porque después encaro distinto el día: con fuerza y confianza”, expresa.
Al igual que a todos los que practican actividades al aire libre, la pandemia fue un punto de inflexión, pero Forti Sampietro no iba a dejar de entrenar y se las ingenió como pudo: al principio corría una hora en la terraza de su casa lo que le implicaba hacer 60 vueltas. Un día se cansó y fiel a su estilo volvió a correr al río. La policía la frenó más de una vez y la obligó a volver a su casa, pero su alma de testaruda que la caracteriza, no se iba a dar por vencida: ¨”cada vez que escuchaba el ruido de una patrulla, me escondía abajo de un árbol y después seguía”, confiesa.
Madre de cinco hijos y abuela de 11 nietos, también es fanática de la cocina, otro de sus grandes pasatiempos y por el que le rinde culto a sus raíces: el risotto con azafrán y hongos es una de sus especialidades.
Elisa no se detiene y busca salir de su zona de confort. “Lo importante es probar y hacer actividades que te atrapen y llenen de alegría”, reflexiona. La clave, tal vez, de su vitalidad incansable y de sus ganas de siempre ir por más.