El especialista en marketing ,Timothy Dhalleine, dio un volantazo que le permitió huir del estrés y de la angustia de la ciudad y vivir más feliz
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“Vivo simple y soy feliz, ¿qué más puedo pedir?”, dice Timothy Dhalleine ante la pregunta sobre cómo es vivir inmerso en la naturaleza. Es francés, tiene 32 años, está casado con una chilena y tiene una hija de dos. Al respecto cuenta que allí encontró paz, serenidad y bondad, una manera distinta de ver la vida.
Cuando terminó el secundario, su espíritu creativo lo llevó a estudiar Marketing y a dedicarse de lleno a la publicidad, desde entonces, trabajó para distintas empresas dentro de aquel rubro. Y tal como en el mundo empresarial, su rutina estaba marcada por horarios estrictos, corridas, entregas de proyectos, reuniones, y sobre todo por viajes laborales que lo alejaban de su casa por días incluso por semanas. En esas idas y vueltas conoció Australia, Sri Lanka y gran parte de Europa.
Fue en esas recorridas que se le despertó la curiosidad por el medio ambiente. Muchos de los trabajos y campañas que tenía que hacer estaban relacionados con el ecosistema, su fauna, su situación actual y los posibles cuidados y preservación. Y de esta manera, cada vez que volvía a la ciudad se sentía incómodo, aturdido. Pero, ¿qué había pasado? ¿Cómo podía ser que de golpe sintiera que no pertenecía a la urbanización, a la vida que tan meticulosamente había planeado?
Sin embargo, la respuesta a aquella incertidumbre no tardó en llegar: se dio cuenta que había algo de la naturaleza que le llamaba la atención, algo de ella lo atrapaba, le intrigaba. Allí, sentía una magia especial, una cierta conexión difícil de explicar, algo le decía “es por ahí”. Entonces, mientras seguía con su trabajo habitual, decidió poner a flote su hobby para hacer en paralelo y poder estar un poquito más cerca del verde.
Desde chico, la fotografía fue su pasión, siempre estaba con la cámara en mano. Los paisajes eran su especialidad. Para Dhalleine, esto significaba inmortalizar un pedacito de algo que lo había cautivado y que le generaba algún tipo de emoción. Sin embargo, de golpe se encontró frente a una encrucijada: por un lado, aquel pasatiempo adquiría mayor trascendencia, le gustaba cada vez más, pero lo cierto es que las intensas demandas laborales le dificultaban sostenerlo.
Dar el paso
Y así, un día sin más vueltas, tomó una decisión que le cambiaría la vida. Aplicó a una búsqueda laboral en ni más ni menos que en el EcoCamp Patagonia, el glamping de Torres del Paine, cautivado por los requisitos que proponían: realizar el contenido audiovisual para las redes del lugar y por supuesto, vivir ahí. Para su sorpresa fue seleccionado, renunció a su puesto en marketing, hizo las valijas y emprendió rumbo al sur. ¿Qué le esperaba? No sabía, pero estaba convencido del cambio.
Ya van seis años de esa decisión y según él, no lo cambiaría por nada. A diferencia de antes, ahora en su vida ya no existe la rutina a rajatabla, las corridas para llegar a las reuniones se transformaron en maratones para perseguir la luz y capturar el mejor retrato posible, el bullicio de la ciudad, ahora está marcado por el ruido de las aves y a veces también por el mismísimo silencio. La ropa elegante quedó en Francia y la confortable es la protagonista.
Sus días arrancan al alba, desayuna y sale a la aventura: emprender caminatas de horas o de jornadas enteras por la zona, entre montañas, senderos sinuosos, bosques y lagunas, para fotografiar tanto los paisajes como la fauna silvestre y hasta capturar las historias de los lugareños que se cruzan por el camino. Después viene el trabajo de edición de fotos y videos para difundir y mostrar un pedacito de la inmensidad del planeta.
Retratar a la naturaleza o a un animal salvaje no es una tarea sencilla, ya que
demanda tiempo y dedicación, “y uno tiene que adaptarse al entorno, nada depende de uno”, explica Dhalleine. Y entre sus anécdotas se esconden algunas perlitas. Un día en una de sus caminatas de rutina se había puesto como meta rastrear algún puma. En aquella búsqueda, le pasó por al lado una liebre corriendo a máxima velocidad, y como es de costumbre, atrás venía el felino persiguiendo a su presa. “Después del susto, aproveché el momento para disparar el flash”, recuerda entre risas.
Su trabajo es reconocido a nivel internacional: en mayo de este año viajó a Colombia para recibir el premio al Mejor Video de una Agencia de Turismo por el “Latam Travel Video Awards”, en 2021 ganó seis y fue nominado a otros tres. En 2020 también obtuvo un galardón, esta vez fue en los “Audience Awards” al mejor corto.
Alejado de la civilización, de la señal del teléfono y de las últimas tendencias, en la Patagonia encontró el espacio perfecto para combinar las dos cosas que más le gustan: la naturaleza y la fotografía. “En este cambio de vida logré bajar el estrés y la ansiedad que me generaba la adrenalina de la ciudad. Aprendí que no hay necesidad de hacer todo rápido, antes o después, se llega al mismo destino. Valoré lo que el medio ambiente tiene para ofrecernos, pude conectarme con lo simple, trabajé la paciencia, la escucha, la espera”, concluye el joven fotógrafo.
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