La misma toxina que se usa en tratamientos estéticos y deja fijos lo músculos de la cara de ciertas celebridades puede provocar serios problemas de salud e incluso la muerte en menores de un año. La toxina botulínica –conocida en otros ámbitos como botox- proviene del Clostridium botulinum, una bacteria que forma esporas que crecen en el tracto intestinal.
Como esas esporas sobreviven bien en la miel –también en el polvo ambiental y en hierbas medicinales- puede incorporarse mediante ingestión. Algo que el cuerpo de los adultos puede controlar, es un problema mayúsculo para los bebés, que pierden la tonicidad de sus músculos, como a los rostros estéticamente modificados, al afectar la unión entre nervios y músculo, tal como sucedió en Japón recientemente y luego de más de 30 años sin muertes por esta causa.
"La toxina produce una parálisis que no tiene tratamiento específicos, sólo de sostén, y por eso puede ser grave en el primer año de vida", dice Griselda Berberian, infectóloga pediátrica del Hospital Garrahan. "Es una enfermedad que puede llevar a la muerte, pero la mayoría sobrevive si el tratamiento es rápido. La característica es debilidad en los bebés, lo que se conoce como hipotonía, se les caen los párpados y pueden morir por no tragar bien. Eso, más constipación, son los síntomas principales. Todo el cuerpo va más lento porque produce un debilitamiento general", agrega Berberian.
Contra esta neurotoxina no hay tratamiento y tampoco funcionan los antibióticos. "Gran parte de estos chicos se controlan en terapia intermedia o intensiva y puede demorar mucho la recuperación. Los pediatras estamos muy atentos porque se ve bastante y es algo frecuente en todo el mundo", detalla la especialista.
Por su parte, Esteban Rowensztein, médico del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y secretario del Comité nacional de pediatría general ambulatoria de la Sociedad Argentina de Pediatría, advierte que "hay cuadros que son fulminantes, donde sobrevienen síntomas de manera repentina". Además, agrega que una pequeña proporción (5%) de los casos de muerte súbita de bebés se deben a este botulismo. "Todos los chicos se internan porque la progresión de los síntomas es impredecible, incluyendo una parálisis total de los músculos respiratorios. Y no tiene que ver con el sistema inmunológico que tenga el bebé sino con la cantidad de toxina en el intestino y lo que pase a la sangre", dice Rowensztein, quien agrega a las verduras crudas mal cocidas como medio de contagio. "Este botulismo es distinto al del adulto, que es por heridas o por conservas mal hechas y que asimismo puede ser mortal", advierte.
En la Argentina, coinciden los especialistas, hay unos veinte casos por año, pero con una particularidad: la concentración geográfica en las provincias cuyanas de Mendoza y San Juan, por cuestiones ambientales. "La sequedad y los vientos favorecen el desarrollo de las esporas", dice Berberian.
La buena noticia es la creciente conciencia de los padres respecto de evitar la miel en bebés. "Antes era más frecuente, ahora están más alerta los padres", reconoce Roberto Debbag, infectólogo pediátrico, miembro del comité científico de la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica (SLIPE). Debbag coincide en que la incidencia de este botulismo depende de las regiones. "Porque además de incorporarse por alimentos como la miel, que era lo más frecuente antes (ahora se sabe que no hay que darles a los bebés), también se incorpora por vía inhalatoria, ya que se aeroliza en el polvo. En Cuyo, con los viento Zonda se multiplican los casos. En el Hospital de Niños de Mendoza hay diez casos por año, y veinte en todo el país. Por ejemplo, en el Garrahan no hubo ningún caso en los últimos años, y veníamos con alrededor de uno por año. Buenos Aires es una región donde no hay tanto factor de aerolización", concluyó.
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