De la nutrición y la reflexión al placer inteligente: surge una nueva vocación más profunda : la de sentirse y verse bien más que del simple “estar bien”
- 4 minutos de lectura'
Cierto es que la primera instancia de bienestar, en la especie humana, tiene que ver con procurar una estabilidad que le permitiera la subsistencia. Algo que podríamos llamar el carácter biológico del bienestar. Pero qué entendemos culturalmente por “estar bien” ha variado con la historia y hoy nos encontramos ante un clima de época que transforma radicalmente el significado de bienestar.
La primera corrección que nos debemos es etimológica: la idea de “bienestar” aparece hoy muy ligada al “ser”, a un estado más duradero que la contingencia del estar, una distinción que nos es permitida en lengua castellana. Un “bien ser”, entonces, que se expresa a través de conductas y actitudes orientadas hacia una mejor vida y que ilustra la preocupación creciente por lograr el equilibrio frente a las múltiples demandas de la vida cotidiana.
Mientras el ritmo de la vida social se acelera al ritmo de fenómenos como las comunicaciones inmediatas, las responsabilidades multitasking y la time-compression (más de una actividad en el tiempo de una), existen numerosos y crecientes esfuerzos individuales por alejarse o resistir ese ritmo. Atenuar el impacto del stress, la fatiga de decisión constante, la competitividad, aparecen como expresiones del conflicto que puede resumirse en la pregunta “cómo hay que ser para tener una buena vida”.
Tener una vida más simple, volver a la naturaleza, dormir la siesta, consumir productos naturales, valorar la información de un producto por su origen y forma de fabricación, detenerse a reflexionar, construir vínculos duraderos, apreciar la belleza, lo natural, la sencillez, la calidad, la pureza…
El objetivo extendido es lograr que ese estado de bienestar sea completo, cuerpo-mente-espíritu, y eso ha multiplicado el interés social en esta década por la alimentación, las actividades de distracción y concentración que combinan cuerpo y mente, la prevención sobre la salud, la sensorialidad y la espiritualidad.
A su modo, resignifica también el concepto de placer inteligente, que busca que ciertos derechos sean vividos como conquistas individuales, personales: a desligarse de la esclavitud de la velocidad, a un hedonismo racional y cotidiano como un gesto de cuidado personal frente al entorno hostil. La idea de estar bien como fenómeno social es justamente la de potenciar las vivencias individuales.
Las claves del nuevo bienestar son la huida y la transformación: huir de lo cotidiano para volver transformado. Desde allí emergen formas como el turismo temático, el turismo extremo o el turismo sensorial (“volver a la naturaleza para encontrarse a sí mismo” o para “volver renovado”); desde allí se explican la familiaridad de las comidas étnicas pero también de prácticas de pensamiento o entrenamiento de orígenes lejanos, como un modo de explorar placeres y culturas ajenas que puedan ser enriquecedoras.
Se popularizan nuevas formas de organización como el fengshui, productos de estilo zen y “anti desorden” (anti – clutter) donde se busca mejorar el bienestar de la vida cotidiana mediante propuestas orientadas a brindar orden en la distribución de los objetos de la casa y en las actividades de la vida cotidiana. Se busca una dualidad balanceada, un “lujo sostenible” que mezcla lo suntuario no como explotación de la naturaleza, sino como acercamiento al entorno natural.
Nuevo bienestar y consumo
¿Cómo toman esta tendencia las marcas? Promoviendo sueños de una nueva vida posible, de re-invención personal, sueños de placer, sueños de promoción de la autoconciencia.
Se estimulan nuevos paradigmas de belleza y salud a través de conceptos que han invadido sobre todo la industria de la alimentación: bello es estar sano, en armonía, “equilibrado”. La tendencia es buscar el bienestar a través de “las cosas simples de la vida”. Existe una preocupación creciente por lograr inmunidad a las enfermedades a través de componentes de los alimentos lo que habilita un gran espacio para los alimentos funcionales que cubren varias necesidades (antioxidantes, minerales, oligoelementos, la fibra, etc.).
Hay que vivir rápido en esta vida acelerada para adaptarse a tantos cambios y no quedar obsoleto, ser práctico y administrar tantas exigencias, pero bien: los fast food se han visto obligados a virar hacia propuestas saludables que no resignen practicidad. Una de las creencias fundamentales de estos días es que la actitud hacia la vida hace la vida que tenemos, y no al revés.
La autora es CEO de Trendsity, consultora de investigación y tendencias y presidenta de SAIMO.