Para detener esta sensación de malestar, hay que aprender a reconocer la auto-presión que solo se descomprime al disfrutar el tiempo y responder con una acción de goce y disfrute
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Inmersos en una vida acelerada por correr detrás de metas y creyendo que es posible usufructuar el devenir del tiempo, nos abruman las ansiedades. Entre diversos factores, sufrimos ante la sensación de no poder cumplir con lo proyectado. Es un momento de quiebre, de angustia por no poder ser uno mismo en el ahora y dejarse llevar por su ser proyectivo. Esto hace que uno se vuelva distante y fragmentado con uno mismo, quizás también con el entorno.
Para detener esta sensación de malestar necesitamos aprender a reconocer la autopresión que solo se descomprime al disfrutar lo emergente del devenir, es decir, el tiempo. Frente a esta sensación de angustia proyectiva es efectivo responder con una acción de goce, de disfrute, de descompresión que vuelva la atención al presente, que se concentre en la vivencia y se torne inmediata.
La opresión en el pecho se va con la risa. Todos sabemos que sonreír descomprime todo. La opresión se produce en la distancia que uno genera al proyectarse y no estar viviendo el presente. Puede ser la idea de estar en otro lugar, con personas que se añoran, o pensando en las vacaciones. Al estar proyectado, uno no se relaciona con las cosas que imagina porque no las puede disfrutar. Cuando se logra vincularse es porque se las está disfrutando. Se trate del trabajo soñado, del objeto deseado o la persona amada, esos vínculos solo ocurren en la experiencia del devenir.
¿Cual es el ejercicio para des-proyectarse, para acercarse a uno mismo y permitirse disfrutar del devenir? La ansiedad proyectiva se detecta cuando al pensar en el tiempo se siente displacer. Cuando no se puede gozar del ahora, de lo que está pasando, porque la cabeza está más allá, en la proyección al futuro.
Un camino es sentir que lo deseado no tiene por qué ser lejano, sino inmediato, algo que pueda relacionarse con uno al instante. Que el deseo nos vincule al futuro desde lo que podemos ser ahora y no solo desde la proyección. Por ejemplo, cuando aflige no poder estar con una persona, el dilema es no disfrutar el vincularse en este preciso momento. La ansiedad desaparece al verse, al tocarse; el contacto físico y la interlocución nos sitúan en el ahora. La proyección que teníamos del otro se inmediatiza, se disipan las sensaciones de la distancia, y la conexión fluye si ambos comparten el momento.
Cuando estamos desplazados en nuestra proyección, aún en presencia del otro, la comunicación se debilita, no hay onda. ¿Cómo hago para detectar la angustia proyectiva y evitarla cuando vislumbro que puede ocurrir? El día que escribí estas líneas en mi cuaderno etnográfico me habían confirmado un trabajo que estaba esperando con ansias, y no pude disfrutarlo, solo lo sumé a la lista de cosas a cumplir.
Vivenciar el momento
Pensaba en las actividades pendientes y que este desafío agrandaba los compromisos previstos, lo proyectado. Si el día tuvo un momento agradable, ¿por qué no era posible disfrutarlo cuando ocurría? ¿Por qué un día que tenía intensidad y alegría se cerraba con angustia? Reflexioné sobre la ansiedad que nos produce proyectarnos en lugar de vivenciar lo que nos atraviesa. Lo único que podemos disfrutar es lo que nos pasa durante el día.
Internalizar esta idea y saber que esa jornada ocurre entre que uno se despierta y se acuesta, pone en valor cómo se hace. Ni mañana ni dentro de un año. El desafío es asumir que lo que nos pasa durante el transcurso de un día es el único que ahora podemos experimentar. Gestionarlo no solo es planificarlo para procesos complejos o lapsos extensos, sino también en acciones tan simples como cocinar, comprar alimentos, organizar el trabajo, desplazarnos.
Planificar es ordenar la relación con el futuro, inmediato o distante. Siempre estamos planificando, aun cuando no lo nombremos así, o creamos que el día es un caos o una improvisación. Cómo se duerme, se amanece, se vive y cómo se anochece hacen a las cualidades del día.
Frases tan simples pueden ser la llave para descomprimir la ansiedad proyectiva que lleva a pensar en mañana sin valorar cómo va a ser hoy, cómo se va a iniciar, transitar y cerrar. La ansiedad proyectiva acelera todos los procesos por querer acumular cantidades (trabajo, dinero) y les quita cualidades (calidad, calidez, sensibilidad). Disfrutar de lo que se hace, se come, se escucha, lo que se comparte. Reírse, emocionarse, relajarse.
Estas y tantas otras sensaciones pueden descomprimir la ansiedad de proyectarse y concentrarse en el ahora. Valorar el día, los momentos más sutiles, es el cambio necesario para apreciar los instantes que componen, como notas sonoras, la música de la vida. Como ya lo dijera el gran Luis Alberto Spinetta: “Dale luz al instante. Tarde o temprano el tiempo se acabará”.
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