A grandes rasgos, muchas de las investigaciones sobre el VIH se pueden encuadrar en tres categorías: prevención, tratamiento y cura. La última, en la cual se busca una o varias formas de eliminar o suprimir al virus del cuerpo, apuesta por distintas estrategias, que van desde tratamientos muy tempranos hasta la edición génica. Por otra parte, la terapia para las personas que viven con VIH hoy ya cuenta con un amplio abanico de fármacos y nuevas formas de administración, como por ejemplo las inyecciones de larga duración (frente a la toma diaria de comprimidos). Y mientras se espera por una vacuna preventiva, una nueva forma de protección contra la infección, pensada para mujeres, empieza a recorrer un camino: el anillo vaginal de dapivirina que, mediante la liberación de este antirretroviral, protege frente a la adquisición del virus, aunque con algunas consideraciones.
Si se trata de conocer cómo es, para Elena Obieta, jefa del Servicio de Enfermedades Transmisibles del Hospital de Boulogne, el anillo, que la mujer debe colocarse en la vagina, recuerda “a lo que era el viejo diafragma, que se utilizaba como método anticonceptivo”. Sin embargo, “es un anillo que está embebido en dapivirina”, un antirretroviral, aclara Obieta. Su duración es de 28 días. Transcurrido este período, la mujer que lo esté usando debería cambiarlo por otro. “No se ve, y el partner no sabe que esta mujer está con el anillo vaginal, es cómodo y no suele tener eventos adversos”, agrega la especialista. En ensayos clínicos, en apenas en una mínima porción de casos, se reportaron molestias en la zona de la pelvis o dolor vulvovaginal.
La herramienta de prevención, desarrollada por la Asociación Internacional de Microbicidas (IPM, por sus siglas en inglés), recibió en julio del año pasado el visto bueno de la Agencia Europea de Medicamentos para su uso en mujeres en países de ingresos bajos y medios fuera de la Unión Europea, y a finales de enero la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo recomendó como una opción para las mujeres en situaciones de riesgo “sustancial”.
Limitaciones del anillo
Un punto clave, relacionado a la específica recomendación realizada por la OMS, es el nivel de protección que ofrecerá el anillo. Dos ensayos clínicos de fase III hoy son índices sobre la eficacia del método: el estudio ASPIRE demostró una reducción del riesgo del 27%, mientras que el denominado RING concluyó en 31%. Sin embargo, seguimientos posteriores a los ensayos clínicos mostraron que, en mujeres con una buena adherencia al anillo y tras un uso extendido, la reducción del riesgo podía alcanzar, y tal vez superar, el 50%. Si bien el anillo aún no está siendo comercializado, su indicación, ya está claro, no será para cualquiera. “Si es una trabajadora sexual, si tiene una pareja con la cual no puede negociar la utilización de condón, etcétera, pues bien, esa mujer es una candidata”, explica Obieta, integrante de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI). Por el momento, además, no está probada su seguridad en mujeres embarazadas o durante la lactancia.
Pero a diferencia de otros anillos ya en el mercado, el de dapivirina es solo un método de prevención del VIH y no aporta nada que evite un embarazo no deseado (por el momento, ya que está en estudio un anillo que sí sumaría esta función).
Además, como sucede con la toma diaria de antirretrovirales para la prevención del VIH, el anillo de dapivirina no protege contra el resto de infecciones sexuales. “Esto es como una manta corta, porque te queda afuera sífilis, clamidia, herpes genital, trichomona... Por eso, estas estrategias no pueden ser aisladas”, comenta Obieta, al explicar que una mujer haciendo uso del anillo debería tener acceso a un control de manera regular.
Por estas y otras limitaciones, Cristina Freuler, infectóloga y coordinadora de la comisión de VIH en la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), es más bien escéptica sobre la aceptación que el método pueda llegar a tener. “Uno no le ve demasiado futuro, salvo que venga acompañado de mucha más evidencia de gran efectividad”, plantea.
“Sería útil si uno lo usara como algo más, si combinamos dos cosas. Agregaria protección. Pero así solito no es algo que uno le vea muchísima posibilidad. Ahora, en aquellos contextos donde la mujer no tiene forma de cuidarse y el hombre no toma ningún recaudo, 50 por ciento es mejor que cero por ciento”, explica Freuler, jefa del departamento de medicina interna del Hospital Alemán.
Por lo pronto, el anillo aún está dando sus primeros pasos en el mundo real, por fuera de ensayos clínicos: se espera que su uso suceda inicialmente en países como Kenia, Malawi, Sudáfrica, Uganda y Zimbabwe, entre otros, en donde las mujeres se ven más expuestas al VIH. Más allá de estos procesos, para Obieta, que ahora exista un método de protección que dependa exclusivamente de la mujer ya es motivo para destacar. “Creo que es hora de que las mujeres podamos disponer, en caso de necesitarlo, de un método de prevención de VIH propio, que no dependamos que nuestro partner quiera o no utilizar condón”, expresó.
En paralelo, un anillo con una duración de 90 días, que al antirretroviral suma la hormona anticonceptiva levonorgestrel, ya está siendo evaluado en ensayos clínicos, al igual que las inyecciones de antirretrovirales de larga duración. Para algunos, estas novedades y las que vendrán en el corto plazo ya marcan en el campo el comienzo de una nueva en la prevención del VIH.