La soledad, la viudez y la falta de recursos pueden hacer que los adultos mayores, aún clínicamente sanos, caigan en estados de desnutrición que los ponen en peligro.
El lugar común dice que a medida que se avanza en edad la persona tiende a aumentar de peso, y muchas veces es verdad. Con ello aumenta la prevalencia de enfermedades crónicas y los factores de riesgo cardiovascular: la diabetes tipo 2, la hipertensión arterial, la progresión de las insuficiencias renales, las posibilidades de sufrir infartos, e incluso se acepta que la predisposición a ciertos cánceres, como el de mama, el de próstata o el de colon, estaría relacionada con una mala alimentación, caracterizada sobre todo por exceso de grasas.
Pero este fenómeno tiene una contracara, y es que por muy diversas causas, muchas personas ancianas padecen desnutrición. A veces influye el costo de los alimentos en relación con los magros ingresos jubilatorios; otras veces son las dificultades de movilidad, que hacen que la persona necesite para ir a comprar y prepararse la comida una ayuda con la que no siempre cuenta. A veces, está deprimido y simplemente no tiene ganas de comer.
Los trastornos cognitivos pueden empeorar las cosas: Si bien es muy difícil establecer estadísticas, un trabajo realizado en Estados Unidos hace una década fijaba en más de un 60% el nivel de desnutrición en las personas con demencias seniles, como la enfermedad de Alzheimer.
Para el doctor Isidoro Fainstein, ex presidente de la Sociedad Argentina de Gerontología y Geriatría (SAGG), "el primer factor de riesgo es la soledad". Para las personas añosas que enviudan, los que no tienen con quién compartir la comida, esta puede dejar de ser un acto social y ponen menos atención en ella.
A esto pueden sumarse la falta de recursos -y lo que cuesta alimentarse sanamente en relación con la canasta familiar-, el estado mental, tanto en lo afectivo como en lo cognitivo, enfermedades crónicas, operaciones o internaciones recientes que hayan reducido la movilidad u obligado a la persona a quedarse en casa, el estado de la dentición (o si usa prótesis), o posibles alteraciones de la deglución.
Cómo darse cuenta
"Al llegar a la tercera edad se debe continuar con el consumo de las mismas fuentes de nutrientes que durante todo el transcurso de la vida -advierte el médico nutricionista Silvio Schraier, ex presidente de la Sociedad Argenina de Nutrición-. No es normal ni saludable comer menos y estar más delgados a medida que se envejece."
Según este especialista, el screening nutricional es el primer paso para identificar posibles o potenciales casos de riesgo: "Esto permite identificar pacientes en riesgo de desnutrición con el principal objetivo de desarrollar un plan de tratamiento adecuado", afirmó.
Para Fainstein, que dirige el Curso Superior Bienal de Medicina Geriátrica de la Asociación Médica Argentina, saber si una persona está desnutrida requiere conocer la historia, el estado clínico, el examen físico y la situación del entorno familiar del paciente. Sin embargo, hay ciertos datos de pérdida de peso que pueden llevar a que el médico tenga una sospecha bastante certera. Si la persona pierde un 2% de su peso en una semana, o el 5% en un mes, el 7,5% en 3 meses o un 10% en 6 meses, indica, "hay motivos para sospechar de un estado de desnutrición".
Los riesgos
La Asociación Argentina de Nutrición Enteral y Parenteral (AANEP) afirma que casi la mitad de las personas internadas en hospitales en la Argentina (el 47,3%) presenta algún grado de desnutrición, entre moderado y severo. Además de ellos, y en referencia a los adultos mayores, suelen esta en mayor riesgo de desnutrición los que están en sus casas pero padecen alguna enfermedad crónica que los somete a un gran sufrimiento físico o les provee de una discapacidad motriz, y los que están afectados por algún trastorno neurológico.
Además de poner en riesgo la propia vida de la persona, la desnutrición puede acelerar la progresión de determinadas enfermedades y un aumento de sus complicaciones, hace que las heridas cicatricen mal, puede generar una mayor predisposición a infecciones, la reducción de la fuerza.
Los alimentos más baratos y fáciles de preparar consisten en hidratos de carbono, con lo que los estados de desnutrición suelen ser producto de la deficiencia de proteínas.
Un indicador clínico de desnutrición seria es la baja excesiva de albúmina en la sangre. La albúmina, explica Fainstein, es una proteína, y un nivel demasiado bajo indicaría que el organismo, al no recibir proteínas con la alimentación, está consumiendo las suyas propias. "Esta es una variable independiente que incide directamente en la mortalidad", advierte.
La doctora María Dolores Orfanó, médica geriatra y nutricionista del Hospital Militar Central Cosme Argerich, explica que hay una condición que debe ser tenida en cuenta, y es el "síndrome de fragilidad" de la personas mayores. "Este síndrome está definido por el estrés metabólico, la polimedicación tan típica en los adultos mayores, y el hecho de comer solo". De acuerdo con estudios hechos en el año 2003 en Europa, indica, en los adultos mayores con autonomía y sin estas condiciones de fragilidad, la desnutrición alcanzaba el 3%, mientras que cuando la persona come sola, toma más de 3 medicamentos y padece una situación de estrés metabólico por motivos clínicos o psicológicos, la prevalencia de desnutrición trepa al 10%, es decir, más de tres veces por encima. "En los adultos institucionalizados en geriátricos, la desnutrición está entre el 25 y el 35 por ciento", acota.
Subsanar la fragilidad
Cuando las personas están institucionalizadas, son quienes están a cargo quienes deben ocuparse del tema, pero, ¿cómo prevenir la desnutrición, por ejemplo, en una persona de 75 años que se ha quedado sola, y en la que el médico advierte que puede llegar a caer en un estado de desnutrición?
En primer lugar, indica Fainstein, si la persona está deprimida, por ejemplo, hay que tratar esa causa de base que podrá llevarla a la desnutrición: "De nada sirve decirle a alguien que ‘debe tener voluntad’ de comer, cuando justamente lo que a esa persona lo que le pasa es que no tiene voluntad".
Antes o después de una operación, de una enfermedad aguda o de una situación de estrés metabólico, que puede deberse a causas físicas o psíquicas, el médico puede recetar suplementos vitamínicos en forma preventiva o para paliar alguna deficiencia. Pero estos productos no pueden ser considerados la solución al problema nutricional de la persona, señala el doctor.
Para la doctora Orfanó, lo ideal sería que el sistema de salud pública pudiera evaluar, a través de una encuesta, el estado de fragilidad de la población adulta que vive en sus casas.
En países europeos están instituidos los centros u hospitales de día, en los que las personas mayores que viven solas pueden desarrollar su socialización, contar sus problemas e ir incorporando estrategia para, por ejemplo, aprender a cocinar de manera más fácil con alimentos más baratos y nutritivos. Aunque en Argentina se está bastante lejos de este modelo de contención, dice la doctora, es importante dejar en claro que el síndrome de fragilidad no es de ninguna manera una condición natural o inherente a la vejez, y que es el medio social humano el que, por acción o por omisión, promueve la vulnerabilidad de los adultos mayores.
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