Hasta los dos años el bebé es considerado un lactante; .todo aquello que se incorpore a la dieta se considera alimentación complementaria
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Alergias y atragantamientos son los principales temores de todo padre de bebés de hasta dos años. Estos miedos conviven con la tentación de darles de probar las cosas más ricas para las que tal vez no están todavía preparados. Para evitar situaciones riesgosas y asegurarse de ofrecer una alimentación acorde a la edad, la guía del pediatra es clave en la paulatina introducción del bebé en la mesa familiar.
Recién alrededor de los cuatro meses asoman los primeros dientes. A esa edad, todo es leche, preferentemente materna. “La naturaleza es sabia y los bebés intuitivamente buscan el pecho materno para alimentarse y, podríamos decir que, desde el momento del parto hasta el mes de vida, junto a esa leche se adicionan cargas de hierro, inmunidad y la hidratación necesaria”, señala Jorgelina Latorraga, licenciada en nutrición (M.N. 4283), Jefa del servicio de alimentación y nutrición del Sanatorio Finochietto.
En los casos necesarios, se recurre a la leche maternizada. Hoy, gracias a los avances tecnológicos y a las investigaciones en el campo de la nutrición, las leches infantiles modificadas están al alcance de la mano. Estas contienen “los nutrientes y micronutrientes más específicos para los bebés”, afirma la especialista. Todos los desarrollos científicos de los últimos años son también los responsables de una mayor sobrevida de los bebés prematuros o de muy bajo peso al nacer. “Esto influye en los tiempos posteriores, en los que iniciará con la alimentación, porque dependerá de la posibilidad de recuperación y maduración el peso con el que inicie la alimentación, y no tanto de su edad biológica”, aclara Jorgelina Latorraga.
Hasta los dos años el bebé es considerado un lactante. A partir del año ya puede probar “la leche entera de vaca, si no presenta ningún tipo de alergias”, aclara la pediatra Celeste Celano (M.N. 127066), profesora adjunta de su especialidad en la Universidad Maimónides y jefa de Departamento de Pediatría del Sanatorio Modelo de Caseros.
Más allá de la leche, todo aquello que se incorpore a la dieta de un bebé se considera alimentación complementaria “porque los objetivos de esa alimentación es que complementen a la principal, que es la leche”, agrega Latorraga. Un hito de los bebés es cuando se sientan, aproximadamente a los seis meses. Esto favorece la incorporación de alimentos. Entonces, “pueden tomar cosas, comienza la curiosidad por los alimentos, junto con las necesidades propias de empezar a cubrir requerimientos de vitaminas y minerales que no están presentes en la leche materna, como el hierro, por ejemplo”, aclara Latorraga.
La Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) explica por que a los seis meses se da inicio a la alimentación complementaria: “porque las funciones gastrointestinales y renales ya están maduras; el bebé ya agarra los alimentos, puede llevarlos a su boca, mantenerlos y tragarlos adecuadamente, además demuestra mucho interés por los alimentos”.
La pediatra Celeste Celano sostiene que es el pediatra quien indica o no instalar la alimentación a los seis meses, según cada caso. Para tomar la decisión, el niño “tiene que cumplir con algunas premisas, sobre todo neuromadurativas, que el pediatra va viendo, según la evolución del crecimiento de ese bebé. A veces uno tiene que esperar un poquito más porque las pautas neuromadurativas no se van cumpliendo del todo, si, por ejemplo, es un bebé que todavía no se sostiene del todo erguido, o todavía tiene alguna protrusión lingual (la lengua empuja contra los dientes cuando traga o aún en reposo). Son hitos que nosotros valoramos antes de dar la alimentación”, señala.
A medida que crecen, con los alimentos que se suman, se incorporan los nutrientes esenciales para el desarrollo de los chicos. Uno de ellos es el hierro. Para que a los seis meses toleren los alimentos ricos en hierro, “alrededor de los cuatro se podría iniciar la ingesta de purés de verduras y frutas relativamente dulces como la leche”, considera la licenciada en nutrición. Así, podrán aceptar cada vez más alimentos sólidos y “dejarán de mamar, subiendo la lengua al paladar y podrán deglutir de manera un poco diferente”, explica Jorgelina Latorraga.
Respecto de la textura de los primeros alimentos que recibe un bebé, Celeste Celano se confiesa no muy amiga de la papilla, porque la alimentación se vuelva uniforme de esta manera. “Pero se puede pisar con el tenedor, se pueden armar muffins que el bebé desarmará con las manos y podrá llevarse pedacitos a la boca. En el caso de incorporar carnes, deben estar siempre bien cortadas y cocidas”, advierte. En la tarea de masticar puede parecer primordial la aparición de los dientes. Pero, “la dentición no es una limitación; puede aparecer tempranamente o más tarde. Inclusive la mayoría de los bebés empiezan a comer y todavía no tienen dientes, porque aprenden a masticar a su modo. Eso va creando la fuerza de su maxilar y también la de su dentición a futuro”, explica Celano.
En esta etapa de la vida surge, lógicamente, un temor común para los padres: el riesgo de atragantamiento. La pediatra recomienda apoyarse en el sentido común como guía fundamental a la hora de evitarlo. “Si yo le voy a ofrecer al bebé un alimento de un pedazo considerable, que no va a poder masticar, lo más probable es que tenga un riesgo de atragantamiento. Por supuesto no le puedo dar uvas, pasas de uva o frutas secas enteras. Sí se las puedo dar, pero cortadas chiquititas o en alguna preparación en la que se puedan deshacer. También se pueden utilizar harinas del fruto seco que sea, no hay ningún problema con eso”, señala. Para mayor seguridad, Jorgelina Latorraga pone énfasis en la utilidad de conocer la técnica para ayudar a un bebé atorado “ya que, en caso de estar frente a un caso, no hay tiempo, debemos accionar a tiempo”, recalca.
El Ministerio de Salud de la Nación da una serie de pautas acerca de cómo llevar adelante la alimentación complementaria de un bebé, a partir de los seis meses. “Enriquecer las comidas con una cucharadita de aceite crudo, leche en polvo, crema, manteca o queso rallado. También podés agregarle un poco de tu propia leche. Incorporar los alimentos nuevos de a uno por vez. Y no abandonar el intento ante el primer rechazo. Ofrecele el alimento nuevo otro día, en diferentes preparaciones”, aconsejan.
Unicef suma otras recomendaciones prácticas, acerca de qué cocinarles a los niños a partir de los seis meses. Entre otras, sugiere “evitar alimentos muy líquidos, como caldos, sopas o purés que se deslicen en el plato; tienen mucha agua y pocos nutrientes, que es lo que el bebé necesita en esta etapa. Incluir en cada comida una verdura cocida y un alimento que le dé energía, como papa, arroz, boniato, fideos, polenta, harinas, avena o sémola, con el agregado de una cucharadita de aceite. Lo antes que se pueda, sin demorar más de una semana, en una de las comidas agregar una cucharada colmada de carne cocida desmenuzada con un tenedor o bien picada con cuchillo”.
Paso a paso
Pero, ¿cómo debe arrancar la alimentación de un bebé? “La alimentación que se trabaja hasta los dos años exclusivamente, y en esto sí me pongo muy rígida, es la alimentación real. No los ultraprocesados, no los yogurcitos, no lo que viene en paquete, no las galletitas que se usaban antes, no las gelatinas, no los postrecitos. Sí a todo lo que podamos cocinar en casa y que sean alimentos reales”, diferencia la pediatra.
Lo primero que se le ofrecerá al bebé serán frutas y verduras. Según la médica, hay algunas excepciones. “Las verduras las vamos a ir agregando paulatinamente porque hay algunas que no puede recibir hasta los ocho meses de vida, como las verduras de hoja, que contienen nitritos que pueden provocar cianosis (síndrome del bebé azul). Y no puede recibir verduras crudas hasta después del año. Antes del año el bebé no tiene las suficientes enzimas para degradarlas y digerirlas adecuadamente”, aclara la pediatra.
A partir de los seis meses se pueden sumar carnes, huevos y lentejas, alimentos ricos en hierro. “Claro que la posibilidad de que el huevo ocasione una alergia o la fibra de la lenteja no le genere gases dependerán de la maduración intestinal, que va de la mano del crecimiento”, advierte Latorraga. Las legumbres son una fuente proteica vegetal muy recomendable. También se incluyen cereales en la alimentación. “Cuando hablamos de cereales no hablamos de los que vienen endulzados en cajita. Hablamos de los cereales nobles, como el arroz, la polenta, la quinoa y la avena”, indica la médica pediatra.
En todo lo vinculado con el inicio de la alimentación juega un papel muy importante también la forma. “El bebé hace todo por mirar al otro, por eso tiene que comer en familia. Tiene que ver reflejado el movimiento de la boca, de las manos. Hay que dejarlo explorar, que toque la alimentación, comprarle cucharitas que no lo lastimen y que aprenda a usarlas a través del ejemplo”, recomienda Celeste Celano. La médica considera que hace unos años, cuando el bebé comía más temprano que los adultos, se perdía la posibilidad de imitar.
Respecto de los horarios de comidas, “ya no se le da sólo el almuerzo o la cena, es decir, una sola alimentación por día. Uno le puede ofrecer en los horarios en los que se sienta la familia a comer”, señala Celano. La profesional avisa que va a haber momentos en los que el bebé quiera comer y otros en los que no y que no hay que asustarse ante estas conductas ya que él mismo regula su propio peso. “Es un mecanismo muy importante que hay que tratar de preservar lo más posible. Hay momentos en donde va a querer comer mucho y capaz que después pasan dos días y no quiere comer. Pero si está tomando la leche, eso es lo más natural. Cuando su cuerpo se llenó, por un tiempo quizás no necesite otra vez incorporar tanta comida. Pero siempre se ofrece comida, dentro de lo que es la alimentación real”, explica la pediatra.
Vale aclarar que la alimentación de la madre incide en cómo será el comienzo de la del hijo. Si la madre es vegetariana seguramente incorporará lenteja procesada a los seis meses, mientras que, si la mamá es omnívora, entre los primeros alimentos figurará la carne. “El resto de los nutrientes que el bebé necesita son aportados por la leche y también suplementados por el pediatra para darle tiempo al bebé a que incluya la variedad de colores de vegetales y frutas que aportarían las vitaminas. Recordemos también que la falta de exposición solar y la posibilidad de presentar problemas de absorción hacen a esta práctica de suplementar garantía de crecimiento”, afirma Latorraga.
Mejor no
¿Alergias? La pediatra aconseja estar especialmente alerta si el niño tiene antecedentes familiares. Las alergias se presentan antes de los dos años, con más frecuencia de lo imaginado. Para evitarlo, antes de los nueve meses no se incluyen alimentos alergenos a su dieta. Estos son “los cítricos -incluyendo frutilla y kiwi-, el chocolate, el pescado, el huevo y los frutos secos”, enumera la nutricionista. Por supuesto que las consecuencias de su ingesta antes de tiempo varían según de qué alimento se trate. “Quizás una alergia a un cítrico podría sólo afectarle la piel, pero la de un fruto seco podría provocar dificultad para respirar. Y, cuanto más maduro y formado esté el cuerpo, más posibilidades hay de que supere la afección”, destaca Jorgelina Latorraga.
Una de las alergias propias de los niños es la que provocan las proteínas de la leche de vaca (APLV). “La leche materna contiene los alergenos si la mamá los consume. Es por eso que, ante un bebé con APLV, la mamá que da el pecho también debe hacer la dieta”, recalca la nutricionista. También aconseja que, en niños que ya comen, se observen las etiquetas de los alimentos y se eviten aquellos productos industrializados elaborados en base a proteínas lácteas o maní. “Realmente es un tema serio”, advierte.
Otra alergia posible que menciona la especialista es al trigo. Por eso, asegura que lo correcto es incluir los alimentos con tacc (trigo, avena, cebada y centeno) después de los seis meses, “para que el daño posible sea soportable por el intestino”, remarca.
Entre los no para los bebés está todo aquello para lo que aún no puede tolerar. “Si tiene tres meses, no debemos entretenerlo chupando una galletita ni le podemos dar leche común o jugo de naranja con banana en su primera papilla. Sí podemos ir paso a paso, con las indicaciones que dé el pediatra”, indica Latorraga.
Tampoco es aconsejable la miel pura en el chupete. “Por tema de seguridad alimentaria, ya que puede estar contaminado con bacterias. Menos si la miel no está pasteurizada, ya que pueden tener alergia al polen”, agrega.
La profesional desaconseja acostumbrar a los más chicos a los sabores muy dulces, con edulcorantes artificiales o muy salados. “Por razones de palatibilidad -cualidad del alimento que resulta muy agradable al paladar- y para introducirlos a una vida saludable es mejor que no conozcan los sabores de los alimentos chatarra. Entonces, no a helados, galletitas dulces, golosinas, chocolates, gaseosas, aguas saborizadas, juguitos artificiales, snacks, cereales con colorantes o azúcar agregada”, detalla. Latorraga recomienda que los niños conozcan estos alimentos en un contexto social, y que queden reservados para ocasiones especiales.
Jorgelina Latorraga hace hincapié en la constante supervisión médica en lo que concierne a la alimentación del bebé. “Recordar siempre que se le debe comentar al médico de cabecera todo lo que quisimos probar con nuestro bebé, porque es muy probable que el médico no imagine todas las situaciones posibles y podría no interpretar las reacciones del niño o la falta de crecimiento”, destaca.
Algo tan natural como alimentarse no debe tomarse a la ligera cuando se trata de bebés. Los estudios científicos avalan todas las recomendaciones médicas que es menester cumplir con especial atención en una etapa tan crucial del crecimiento.