El analista de datos de origen español mide su nivel de felicidad desde que tiene 18 años; en una charla exclusiva con LA NACION, explicó los secretos para ser feliz
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Ser feliz podría ser considerado uno de los principales objetivos de vida de todas las personas y de todos los tiempos, pero ¿qué es la felicidad? ¿Es fácil lograrla? Algunos se pasan años buscándola, para otros, es un hecho, y cada uno la encuentra a su manera: en los afectos, en los amigos, en el trabajo o hasta en una taza de café. Lo cierto es que no hay una regla única, pero se puede ayudar a alcanzarla. La pregunta es, ¿cómo?
Alejandro Cencerrado, español, analista de datos, jefe del Instituto de la felicidad de Copenhague y autor del libro “En defensa de la infelicidad”, comentó en el evento de Bienestar organizado por LA NACION, que se trata de “algo medible”. Su incursión por este camino arrancó a los 18 años cuando empezó a medir su propia felicidad. “No era feliz aunque tenía todo lo que se consideraba para serlo: una familia sana y un grupo de amigos. Pero no me alcanzaba. Había mucho conflicto alrededor mío, mis padres discutían entre ellos y yo lo hacía con mi novia”, contó.
Frente a esta situación y entre tantos idas y vueltas, se propuso registrar todo lo que sí le generaba felicidad independientemente de lo que hiciera feliz a otros. El plan fue sencillo: “Cada noche me hacía la misma pregunta: ´ ¿Me gustaría que el día de hoy se repitiera mañana?”. Tenía una escala del cero al 10, si la respuesta estaba arriba de cinco, era considerado que quería que se repitiera, si se ubicaba por debajo, no”, confesó. Este hábito aún lo repite a diario.
Y es que a partir de su propia experiencia acerca de cuestionarse de manera permanente si fue realmente feliz durante el día, sostiene que son muchos los factores que entran en juego al momento de dar el veredicto final. Entre ellos, destacó al trabajo y si hemos discutido con nuestra pareja, como los puntos que más influyen. “Saber con certeza qué tan feliz se siente alguien y sus razones nos ayuda a sacar conclusiones para poder después realizar un cambio en nuestras empresas y países”, sostuvo el especialista.
Para Cencerrado, existe además otro aspecto que no solo tiene que ver con la felicidad personal, sino también con la que respecta a las sociedades. En este sentido, remarcó que su insatisfacción pasa por el hecho de que “nos hemos centrado demasiado en que el progreso sea algo económico, poniendo foco en el producto interno bruto, en el desempleo y en la productividad”. Por ende, enfatizó que estos puntos siempre estuvieron ligados al bienestar porque “cuando un país es pobre, lo mejor que puede hacer para aumentar su felicidad es acrecentar su riqueza”, manifestó.
Sin embargo, en los países desarrollados, sucede que, esta situación dejó de tener una relación directa. Según el experto, se trata de naciones donde el crecimiento de la riqueza no condice con el de la felicidad y citó como ejemplo a los Estados Unidos. “Desde hace una década, el producto bruto interno ha subido mucho, pero la gente está menos satisfecha, entonces esto muestra que no debemos centrarnos únicamente en el aspecto material”, agregó.
A raíz de esta idea, desmanteló otra serie de rasgos que afectan a la felicidad de las naciones y entre ellos remarcó los conceptos de desigualdad y de confianza. “Si hay algo que hemos visto, es que de nada sirve que un país se vuelva cada vez más rico si esa riqueza va solo a unos pocos. Y eso es lo que creemos que está pasando, por ejemplo, en los Estados Unidos”, confesó. Otro caso que puso sobre la mesa fue el de Finlandia, y analizó que se trata de un país menos rico que los Estados Unidos, pero donde la gente dice sentirse mucho más feliz, ya que “el que no tiene, a través de los impuestos, recibe de los que más tienen, por lo que se acorta la brecha”, declaró.
En cuanto a la confianza, confesó que aunque parezca mentira, es muy importante fiarse de los desconocidos argumentando que no se puede vivir en una burbuja desconectados de los demás. En este plano mencionó a la Argentina y a España como dos de las naciones con mayor índice de desconfianza los unos con los otros y sobre todo, con los gobiernos.
Ser infeliz para ser feliz
En otro plano, se pronunció a favor de los momentos de infelicidad para valorar el presente y todo lo que se tiene, y así, indefectiblemente volver a ser feliz. Este hecho lo comparó con la época cuando recién arrancaba la pandemia de Covid y las cuarentanas se hacían eco en todas las poblaciones. “Con este virus nos dimos cuenta que salir a la calle a tomar algo o abrazar a nuestros seres queridos es suficiente para ser felices”, manifestó.
Según Cencerrado, esta contraposición de felicidad versus infelicidad, en parte tiene su origen en las redes sociales, donde se le hace creer a la gente que ser feliz depende de uno mismo y donde la infelicidad se asocia a la noción de ser un perdedor. Para mostrarlo, lo compara con una situación laboral: “Si en tu trabajo sos infeliz porque tu jefe te trata mal, no tenés que cambiar vos, sino él, entonces lo que intentamos extender desde el Instituto de la Felicidad es que, para que la gente sea feliz, debemos generar las condiciones sociales que hagan posible que estén bien”, manifestó.
En un mundo en constante cambio y lleno de vaivenes, encontrar la felicidad puede ser toda una odisea, por ello, Cencerrado finaliza retomando la idea del principio: “Para mí ser feliz es preguntarme todas las noches si quiero que el día de hoy se repita mañana”, concluye e insiste que la felicidad no pasa ni por el dinero ni por tener una casa grande. Más bien, “se trata de la gente que me rodea, de sentirme querido y con afecto”, concluye.
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