Esta sustancia líquida le da al cerebro un descanso de la atención intensa y enfocada que la vida moderna demanda
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En un día polvoriento de verano hace dos años, Wallace J. Nichols entró caminando al valle de California donde había vivido durante más de 20 años y descubrió que su hogar familiar y todas sus pertenencias habían sido destruidas por un incendio forestal.
Desconcertado buscó entre las ruinas. Caminó por toda la propiedad e hizo la única cosa útil que se le ocurrió: fue hasta el arroyo, se quitó la ropa y se sumergió. El Dr. Nichols, un científico marino, estaba recurriendo al poder curativo del agua.
Han sido años difíciles. Muchos de nosotros nos encontramos exhaustos, sobreexigidos, luchando para reconstruir el equilibrio en nuestras vidas. Necesitamos recargarnos.
El agua puede ayudar. Los neurocientíficos dicen que pasar tiempo cerca de océanos, lagos, ríos y otros espacios azules puede brindarnos una serie de beneficios como reducción de la ansiedad, alivio de la fatiga mental y rejuvenecimiento.
Participar en actividades acuáticas como nadar o surfear puede ayudarnos a entrar en un “estado de flujo” donde nos encontramos totalmente inmersos en lo que hacemos. “Esto calma el estado interno de nuestra mente, que frecuentemente está absorbida por inquietudes y preocupaciones”, dice Ricardo Gil-da-Costa, neurocientífico y CEO de Neuroverse que ha estudiado cómo el agua afecta nuestro cerebro.
Los cuerpos de agua pueden también producir una gloriosa sensación de asombro —la reacción emocional a algo vasto, que expande y desafía nuestra visión del mundo—. El asombro puede reducir el estrés y ayuda a poner las cosas en perspectiva.
“El agua nos hace meditar al eliminar todo el ruido”, dice Wallace J. Nichols, cuyo trabajo se concentra en cómo los espacios azules inciden en nuestro bienestar. “Todo lo que tenemos que hacer es decir presente”.
El agua tiene propiedades especiales que pueden reforzar el impacto positivo de la naturaleza, dicen los psicólogos medioambientales. Cuando estás cerca de ella, con frecuencia hay menos información visual y auditiva que procesar. Nuestra mente puede descansar.
El sonido del agua, típicamente constante y suave, nos tranquiliza. Su olor puede provocar recuerdos y asociaciones positivas. Cuando flotamos nuestro cuerpo también consigue descansar de una manera que no puede sobre el terreno.
Lo más importante: el agua es dinámica. Se mueve rítmicamente, produciendo un juego hipnótico de luces, colores y sonidos. Capta nuestra atención, pero no de una forma demandante. Los investigadores lo llaman “fascinación suave”. Le da a nuestro cerebro un recreo de la atención enfocada e intensa que mucha de nuestra vida diaria requiere y que es cognitivamente extenuante.
“El agua ayuda a que la mente se disperse de una manera positiva”, dice Marc Berman, director del Laboratorio de Neurociencia Medioambiental de la Universidad de Chicago. “Por eso es tan reconstituyente”.
Estos son algunos consejos para aprovechar el poder curativo del agua:
Recuerde que cualquier agua es válida
Seguramente esté cerca de algún cuerpo de agua, aunque más no sea un arroyo que corre al lado del camino. Empiece por ahí. Luego incorpore lugares que pueda visitar en los fines de semana o las vacaciones.
“Las aguas urbanas, como ríos, canales o fuentes, son válidas. También lo es el agua en contextos domésticos, como piletas, bañaderas o incluso regadores. Preste atención al sonido, el juego de la luz y el movimiento”, dice el Dr. Nichols, autor de Blue Mind, que explora cómo el agua nos hace más saludables y felices.
“Si no puede llegar hasta el agua, las pinturas, fotografías, películas o videos pueden producir algunos beneficios similares”, agrega. Si quiere resaltar los efectos positivos, elija lugares que evoquen recuerdos agradables.
Hasta la realidad virtual ayuda. En investigaciones, las escenas acuáticas generadas por computadora resaltaban el humor de los participantes, probablemente porque podían interactuar con el medio ambiente.
Hágalo con frecuencia
Un poquito hace una gran diferencia.
Un estudio de 2019 encontró que para mejorar nuestro bienestar se requiere pasar en la naturaleza al menos dos horas por semana, que pueden ser fraccionadas en períodos menores. Un estudio más reciente y de próxima publicación concluyó que pasar un período de tiempo similar cerca del agua tiene los mismos beneficios, dice Mathew White, un psicólogo medioambiental de la Universidad de Viena que estudia los beneficios para la salud de los ambientes acuáticos y que fue el investigador principal de ambas investigaciones. Los científicos también han encontrado que las personas que observan acuarios alcanzan ritmos cardíacos menores y un mejor humor en tan sólo 15 minutos.
Pruebe un deporte de agua
“Y practique hasta hacerlo bien. Esto le ayudará a experimentar un estado de flujo en el que el tiempo, y las preocupaciones, se desvanecen a medida que uno está más inmerso en lo que hace”, dice Gil-da-Costa. Cuando se llega a ser competente en una actividad, el cerebro cambia; desarrolla nuevos caminos neuronales que se hacen cada vez más rápidos y fuertes. Esto hace que sea cada vez más fácil alcanzar un estado de flujo al realizar la misma actividad.
Escuche
No es coincidencia que nueve de los diez sonidos más populares de la aplicación Calm en el mes de julio tuvieran que ver con el agua (la más escuchada fue “Lluvia sobre las hojas”).
“Una de las propiedades más calmantes del agua es su sonido”, dice el Dr. White. En un estudio publicado en mayo, él y sus colegas concluyeron que los sonidos del agua que las personas encuentran más regenerativos son la lluvia en el bosque, el rumor de una playa y el murmullo de un arroyo. Cuando los investigadores agregaron sonidos bióticos, de seres vivientes, a los ruidos del agua, a las personas les gustaron aún más.
Haga una grabación de su agua favorita. Le traerá lindos recuerdos.
Use su imaginación
“Puede pasar tiempo en el agua en cualquier lugar y en cualquier momento dentro de su mente. Y cuando el agua que se imagina es la misma que ha disfrutado en la vida real, el efecto positivo será aún mayor”, dice el Dr. Nichols.
Muchas veces cuando me siento abrumado, cierro los ojos y me imagino que estoy navegando hace muchos años cerca de la costa de Michigan con mi papá y mis hermanas. Visualizo los reflejos del sol sobre el agua, el ruido de las olas al salpicar contra el bote, las voces de mi familia. Casi enseguida, me siento más calmo.
Cuando el Dr. Nichols subió a tomar aire después de sumergirse en Mill Creek, detrás de las ruinas humeantes de su casa, se puso a sollozar. Luego flotó de espaldas hasta que se tranquilizó.
Desde entonces, ha ido al arroyo cada día después de trabajar en la reconstrucción de su propiedad. “Es como una puesta a cero diaria”, dice. “No sé cómo hubiera podido lidiar con todas mis emociones sin eso”.
Por Elizabeth Bernstein
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