Mi abuela paterna tenía múltiples talentos. Tejía maravillosamente (en máquina y a dos agujas), era buena pintora y en la vejez se le dio por hacer objetos en cerámica y también lo hizo muy bien. Mi padre decía que cantaba por las mañanas, o más bien que se despertaba cantando, y con eso señalaba que amanecía feliz. Me lo decía al escucharme cantar por la casa y creo se autoengañaba pensando que tengo la verdadera alegría de vivir dentro mío. La joie de vivre, diría mi madre. Creo que eso lo tranquilizaba: saber que soy una persona feliz y de buen humor, o haber creído que lo soy. A mi padre no le gustaba ver el dolor ajeno, ni el propio, y todo lo que él no veía, no existía. Casi mágico. Eso también lo heredó de mi abuela, la multitalentosa.