Con el formato de power naps (de no más de 20 minutos), mucha gente retomó el descanso después del almuerzo, aprovechando la flexibilidad horaria que se impuso con el teletrabajo
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Hace unos meses, la empresa internacional Eachnight ofreció 1500 euros a cambio de dormir 30 minutos la siesta todos los días durante un mes. Las solicitudes para obtener el puesto de nap reviewer (evaluador de siesta) batieron todos los récords. Para muchos era una oportunidad laboral soñada, no solo porque se pagaba (y mucho) por hacer algo placentero, sino porque podía hacerse sin culpa, sin tener que ocultarlo a los ojos de todos.
De este lado del mapa, los argentinos dormimos la siesta más de lo que creemos... o decimos. Según una encuesta realizada por la empresa de colchones Calm, el 98,5% de la población tiene incorporado el hábito de dormir la siesta en algún momento de su vida cotidiana. Solo el 1,5% declaró que nunca la duerme. La contundencia de los números demuestra que son muchos más los que se dan ese permitido de los que en realidad lo cuentan. Claro: la siesta sigue estando asociada a la vagancia, y para muchos admitir que la incorporan como hábito, es un tema tabú.
Sin embargo, existe abundante bibliografía científica a favor de dormir en medio de la jornada laboral . “Hay que cambiar el chip del sueño culpógeno y decir ‘me lo merezco’ porque hay que entender que es salud –plantea Mirta Averbuch, jefa de la Unidad de Medicina del Sueño del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro–. Si estás estresado o sobresaturado, lo mejor que podés hacer es dormir una siesta. Postergar una resolución de trabajo 15, 20 o 30 minutos no cambia nada pero en el organismo lo es todo porque esos primeros minutos corresponden a la fase de sueño reparador. Es un regalo que podemos hacernos de manera individual y más con el teletrabajo. Tampoco hace falta blanquearlo. Más que decirlo, hay hacerlo”, sostiene la especialista.
Según el estudio mencionado, en Argentina, el 53,5% de los encuestados manifestó que duerme la siesta más de una vez a la semana, el 31% sostiene que lo hace máximo una vez por semana y un 15,5% admite que duerme todos los días. Además, el 43% afirma que desde que empezó a teletrabajar aprovechó para poner en práctica esta pausa en medio de la vorágine laboral. La duración de la siesta es otro tema de debate y varía a lo largo y ancho del país: los fueguinos duermen la siesta más corta (45 minutos) y los riojanos son los que más tiempo le dedican, un total de casi dos horas. La encuesta también indaga acerca de cuánto duermen las distintas generaciones: a mayor juventud, siestas más largas. Los centennials (entre 11 y 26 años) se toman en promedio 1 hora 36 minutos. En el otro extremo, los baby boomers (entre 53-72) y la generación X (entre 40 y 52 años) duermen siestas de 1 hora y 18 minutos, mientras que los millennials (entre 26 y 40 años) completan, en promedio, siestas de 1 hora 26 minutos.
Shot energético
Averbuch enumera la cantidad de beneficios que hay en torno a las siestas y distingue las tradicionales de las llamadas power naps, de 20 minutos: “Hay una diferencia entre la siesta tradicional de una hora u hora y media y lo que se conoce como las power naps que son las recomendadas para cortar la jornada laboral. Pero en ambos casos lo que se comprobó es que mejoraran el humor, disminuyen la somnolencia y la fatiga, aumentan el rendimiento y la productividad, regulan la presión arterial, amplían y refuerzan las habilidades de aprendizaje y reducen la vulnerabilidad a los ataque cardíacos, además de activar nuestros reflejos”, enumera.
“Para una gran parte de la población es un hábito en sus vidas y en el interior es casi una tradición -dice Juan Molinari, brand and campaign leader de Calm, la empresa que realizó el estudio-. Están las personas que la duermen únicamente cuando están muy cansadas y les sirve como una recarga de energía para poder continuar su día. Y también las que practican las power naps entre diferentes actividades. Personalmente, la pandemia me obligó a trabajar de manera virtual y tener muchas videollamadas y estas power naps me ayudaron a poder seguir con el resto de mi día de una manera muy productiva”, sostiene Molinari.
Por su parte, Pablo López, coordinador del Programa Insomnio de Ineco, plantea que para que la siesta breve sea realmente beneficiosa debe reunir ciertos requisitos: “En primer lugar debe hacerse después del mediodía para no afectar el sueño nocturno. Y no debe extenderse más de 30 minutos porque de lo contrario aumenta la inercia del sueño y se pierden todos los beneficios. Vamos a encontrarnos más lentos y con menos energía. Además, debe hacerse en un lugar cómodo que nos predisponga al descanso y que asociemos con el dormir como la cama o el sillón”, aconseja y agrega que las personas que planifican la siesta tienen un descanso más reparador que el que se queda dormido. “La siesta es un hábito, si es algo organizado, sistematizado, es mejor”.
Mati Rosu es periodista, licenciado en comunicación audiovisual y productor de radio en Futuröck. Sin pudor asegura que duerme la siesta cada vez que puede. “Soy un porteño que se toma la siesta muy en serio, como si fuera una persona del interior. Es una apropiación cultural que hago. Para mí es un momento fundamental del día”, cuenta y describe los tipos de siesta que realiza: “Cuando tengo poco tiempo hago power naps. Tengo un método infalible que probé en mi época de estudiante que consiste en tomar un shot de café antes de dormir y como la cafeína tarda entre 20 y 30 minutos en hacer efecto, cuando te despertás lo hacés con mucha energía. Y después está la long nap, que es la tradicional de una o dos horas los fines de semana”.
¿Dormir o quedarse dormido?
A la grieta entre los que duermen o no la siesta se le agrega un nuevo capítulo: ¿en la cama o en el sofá? Claro que acá también depende del tipo de descanso que se va a realizar. “El sofá es ideal para la power naps y además ayuda a ‘que parezca un accidente’. Siempre digo que no es lo mismo dormirse que quedarse dormido. Como está planteado todo, el vago se duerme por voluntad propia. En cambio, un tipo que trabaja se queda dormido porque no da más. En este mundo moderno parece que hay que aspirar a quedarse dormidos”, dice en tono irónico Rosu, que se queja de la demonización detrás de la siesta. “Lo que está mal visto es la decisión voluntaria de dormir. Si uno se queda dormido porque trabaja un montón, entonces está bien. La siesta debería ser un derecho, está demostradísimo que aumenta la productividad. Hace mucho que estoy a favor del descanso, es un tema que hay que revisar”.
Victoria González Bueno hace pequeñas pausas durante el día. “Me levanto a las 6 de la mañana para organizar mi emprendimiento de customización de prendas y complementos (@customizateok) y en el momento en que mis hijos van al colegio, después del mediodía, me pongo música y duermo unos 20 minutos en el sillón o en la hamaca paraguaya. Me resetea y me levanto como nueva”, cuenta la emprendedora. Con el tema de la pandemia y el home office, Victoria lo incorporó como hábito. “Antes no lo hacía porque estaba en una oficina y no podía –reconoce–. Sí o sí necesito dormir 7 u 8 horas a la noche y cuando no lo hago, tengo que compensar durante el día para volver a cargar energías y seguir.”
Lo miso dice la maquilladora Andrea Sanzo, que cuenta que empezó a dormir la siesta de forma habitual durante la pandemia. “Los fines de semana seguro, y en la semana si puedo aunque sea un ratito, tomo ese descanso de unos 20 minutos que me repara. Realmente siento mucho la diferencia cuando la tomo y cuando no. Me cambia el humor y llego bien al final del día”, relata quien coordina grupos de maquilladores y peinadores para ficción para plataformas como Netflix y Disney +.
A pesar de que Sanzo es defensora de las power naps, todavía siente que gozan de mala prensa: “Antes la siesta era sinónimo de pérdida de tiempo o de vagancia. Yo creo que aún hoy lamentablemente no le damos real importancia a este hábito”, se lamenta.
Empresas al rescate
En el ámbito laboral todavía las power naps son materia de debate. En empresas como Google, antes de la pandemia, había áreas de relax y descanso. Pero hoy, entre el teletrabajo y la necesidad de reforzar hábitos de cuidado, esos espacios quedaron en stand by. “Hubo algunos intentos de las multinacionales sobre todo antes de la pandemia, incluso en varias asesoramos para siestarios. Pero hoy las consultas tienen que ver con cómo lograr dormir mejor a la noche, no con la siesta en sí”, comenta María Migali, psicóloga, instructora de mindfulness y directora del Grupo Wellness Latina, empresa que organiza programas de bienestar corporativos. “Antes era un pedido frecuente por parte de las empresas. Hoy, en cambio, lo que hacemos son webinars con una neuróloga especialista en sueño y una psicóloga clínica que dan tips para dormir mejor. Contamos con una plataforma que llamamos ‘el Netflix del bienestar’ en la que hay talleres sobre sueño y tiene un capítulo de siestas. Cuándo es importante dormir y cuánto. Si la persona duerme bien por la noche, la siesta no está indicada”.
Además de las mencionadas power naps, Migali habla de las siestas SOS: “Son de 10 minutos y sirven para eliminar la fatiga. Las power naps, en cambio, reparan los efectos de una mala noche de sueño. Lo que sí es seguro es que la pandemia impactó de lleno en el buen descanso. Eso sí: en ambos tipos de siesta corta lo que se recomienda es tomarlas en un sofá y no en la cama, que predispone para descansos más largos, como los de los fines de semana”.
En la UADE hubo un siestario a disposición de sus estudiantes pero hoy no está funcionando. “La universidad promueve el descanso para una mejor predisposición al estudio. Tuvimos un siestario y tenía que ver con esto. Dormir por la tarde antes de estudiar es importante para absorber nuevos conocimientos –dice Federico Toledo, responsable de la licenciatura en Psicología de la UADE–. Cuando no descansamos nos cuesta mucho realizar tares complejas como estudiar. Los atletas y deportistas también incluyen la siesta dentro de su preparación para rendir mejor”. Un concepto muy de moda por estos tiempo es el de la higiene del sueño: “Se trata de establecer rutinas respecto al descanso: establecer horarios o cronogramas acordes a nuestras actividades y sostenerlos. La pandemia facilitó la flexibilidad horaria y eso permite tomar una siesta para reparar mente y cuerpo. Hay algo que repiten muchos de mis pacientes y es que la situación actual les hizo parar la pelota y priorizar la salud”, comenta Toledo.
La siesta vuelve a imponerse como hábito en pandemia. Más por salud, que por costumbre.