El 50% de las personas declararon haber sufrido, al menos una vez, agresiones o acoso en el mundo digital; cuáles son las estrategias para lidiar con la creciente ola de odio virtual
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“Me voy de esta red social. He luchado mucho con mi salud mental en esta gira por Europa, se siente horrible todo esto, experimenté desde ataques de llanto hasta ataques de ansiedad y pánico. Es despertarme todos los días y leer miles de cosas ofensivas sobre mí (…) Voy a desintoxicarme de esta red social y de todas. Volveré a agarrar el celular cuando me sienta capaz de hacerlo”. Con este tuit, la popular cantante argentina María Becerra abandonaba la semana pasada la red X (antes Twitter).
El caso de Becerra, que no pudo soportar la ansiedad y el malestar que le generaban los comentarios negativos sobre su aspecto, es solo la última de las postales de figuras públicas que quisieron darse de baja de las redes sociales o, al menos, alejarse de ellas por un tiempo. Antes que “la nena de Argentina” hiciera público su malestar, otras celebridades lo habían hecho. El actor Tom Holland (protagonista de Spider-Man), se bajó de Twitter e Instagram en 2022 por considerarlos “demasiado estimulantes y abrumadores”; el cantante Ed Sheeran abandonó las redes durante mucho tiempo por circunstancias personales y regresó en 2023.
Selena Gómez, que hoy acumula 425 millones de seguidores en Instagram, aseguró que vivió “más feliz” durante los cuatro años en los que cedió el control de su cuenta a su equipo para desintoxicarse de las redes sociales.
Más recientemente y a nivel local, también lo hizo La Joaqui, quien para esta misma época, el año pasado, cerraba su Instagram y se bajaba momentáneamente de los escenarios por lo que denominó “estrés postraumático”.
Con los Juegos Olímpicos en pleno desarrollo, vale recordar que Delfina Pignatiello, la joven nadadora de élite argentina, se hartó de la presión mediática y, acosada por las críticas virtuales tras su eliminación de Tokio 2020, anunció su retiro tanto del deporte como del mundo virtual (aunque ahora, reconvertida en fotógrafa y con una nueva vida, regresó a Instagram y muestra su trabajo y su día a día como @delfipignatiello).
Algo que afecta a todos
Claro que la presión que ejercen las redes sobre las figuras públicas no es algo que los afecte únicamente a ellos. Si bien la popularidad funciona como un amplificador en todo sentido, los “usuarios comunes” también padecen la violencia digital. De hecho, un estudio desarrollado por el Centro de Investigación en Estadística Aplicada (Cinea) demostró el alto grado de agresividad que se manifiesta en el mundo de las redes sociales. El 50% de los encuestados declaró haber sufrido, al menos una vez, agresiones y acoso de parte de terceros. Entre las principales causas del hostigamiento se encuentran el género, el aspecto físico y la orientación política. Como consecuencia de estos episodios, el 64% de los entrevistados reconoció sentirse menos confiado en internet, el 25% se resignó a participar menos en foros y redes sociales y el 16% manifestó que esta situación le produjo tristeza.
Así, siguiendo los pasos de sus ídolos (o su propio instinto de preservación) no son pocos los que hoy migran de redes sociales (por ejemplo, de aquellas que se consideran más tóxicas, como X, a espacios más saludables que van de Linkedin a Geneva, Diem, Pineapple o Somewhere Good), mientras crecen las modalidades de detox digital por períodos puntuales. Hay, de hecho, opciones cada vez más abundantes de bienestar en los celulares y apps para controlar el uso de las redes, y a eso se suman los llamados “teléfonos básicos” (o features phones) como los que ofrece Nokia, en cuyo catálogo hay modelos retro que reviven las funciones del clásico 1100: llamadas, SMS, linterna, un juego y no mucho más. Es decir: no es posible la conexión a internet ni el uso de aplicaciones desde estos dispositivos.
“Por mi trabajo, dediqué muchos años de mi vida a construir una comunidad y un posicionamiento en redes sociales. Para el 2020 y el 2021 me empezó a ir muy bien: tenía cada vez más seguidores, millones de escuchas en mi podcast, me volví referente en mi área y las marcas se acercaban para ofrecerme colaboraciones, hasta firmé el contrato de mi primer libro, aún en proceso. Sin embargo, empezó a aparecer el lado B de ese éxito. Fui hostigada varias veces en redes sociales. Me asesoré con abogados y psicólogas y siempre la recomendación fue no responder; eso fue terriblemente difícil para mí. En 2021 cursé mi primer embarazo y llegó otro hostigamiento. Decidí dejar de publicar en Twitter cuando uno de esos trolls hizo un comentario sobre el bebé que llevaba en la panza”, cuenta Melanie Tobal, de 34 años, creativa y especialista en género y diversidad. Aunque le costó, Melanie admite que tuvo que entender que las redes pueden ponerse en pausa. “No irías a un local donde te traten mal, ¿no? ¿Entonces por qué seguimos usando una y otra vez redes que nos afectan en nuestra salud mental?”
Desde la consultora Grow, que analiza los vínculos entre género y trabajo, aseguran que la violencia que se ejerce a través de medios digitales cobró especial relevancia en el último tiempo. Casi la mitad de las situaciones incluyen la violencia a través de medios digitales como difusión de contenidos personales o privados; mensajes de maltrato o discriminatorios a través de WhatsApp, mails, e imágenes o videos no consentidos.
Si bien el uso de las plataformas virtuales tiene beneficios positivos para las personas (contribuye a la conexión con pares y la sociabilidad), no hay dudas de que también acarrea grandes problemas en lo que respecta a salud mental, en particular de los niños y adolescentes. En 2023, el cirujano general de Estados Unidos Vivek Murthy publicó un texto llamado “Social Media and Youth Mental Health”, en cual afirma que hay cada vez más evidencia de que las redes sociales están causando daños a la salud mental de los jóvenes. Poco después, la Asociación Estadounidense de Psicología emitió su propio aviso de salud. En junio de este año y en una editorial de The New York Times, el doctor Murthy declaró: “Es hora de exigir una etiqueta de advertencia en las plataformas de redes sociales, afirmando que están asociadas a importantes daños a la salud mental de los adolescentes”. Su implementación requeriría una ley del Congreso, sentando un precedente que otros países podrían emular.
En la línea de la moderación como aspecto clave, otra de las problemáticas citadas más allá de la agresividad online es el burnout que produce la exposición a las redes por la cantidad de información circulando o las exigencias y mandatos que se promueven. “En marzo del año pasado empecé a sentirme muy mal física y mentalmente. Dolores de cabeza todos los días, dolor de cuerpo, agotamiento. Estaba en un momento donde empecé a cuestionar todo en serio. En ese cuestionar todo me di cuenta de lo que le estaba haciendo Instagram a mi cabeza: con cada scroll, cada publicidad orquestada por el algoritmo, se me disparaba a una sensación de falta, de insuficiencia, en todo lo que hacía. Foto de una casa o de muebles: ‘Mi casa es una pocilga, debería decorarla mejor’. Video de fitness: ‘Soy una vaga, no hago nada’. Video de recetas: ‘No cocino sano, no como orgánico, soy un desastre’. Y así hasta el infinito. Entonces, en esa necesidad de hacer espacio para poder empezar a curarme y cuidarme, me fui de Instagram por seis meses y fue absolutamente sanador”, relata Catalina, intérprete de conferencias de 45 años.
Sobre un sentir similar vuelve Tobal: “Con Instagram no hubo una situación de hostigamiento, pero sí me sucedió que la maternidad me llevó puesta. El burnout del que no puedo escapar desde la exposición (mensajes, WhatsApp, mails) terminó de colapsar cuando tuve que criar. Con el segundo embarazo directamente empecé a estar ausente, publico cuando puedo. Es difícil no pensar en las oportunidades que te estás perdiendo o, peor, en compararte con otras personas”.
“El ámbito digital es uno de los muchos ámbitos donde se desarrolla la violencia. La complejidad del digital es que hoy pasamos muchas horas conectados, y aquello que recibimos se amplifica segundo a segundo –plantea Georgina Sticco, cofundadora y directora de Grow–. El impacto que tienen los mensajes sobre la subjetividad de la persona que recibe la violencia llega al límite de tener que salir de las redes sociales para poder sanar. El problema es que el espacio digital es un ámbito de socialización y de trabajo. Según Naciones Unidas, poder aprovechar las oportunidades que ofrece internet es un derecho humano, con lo cual el empujar a una persona a salirse implica vulnerar ese derecho”.
Especial atención
En términos de foco, hoy en día la atención está puesta sobre todo en el impacto en la salud mental en los jóvenes de entre 11 y 19 años. Verónica Tamburelli, licenciada en Psicología y especialista en trastornos de ansiedad y estrés, comenta: “Los profesionales en salud mental recibimos casos de depresión, trastornos de ansiedad (principalmente de ansiedad social, o trastorno de pánico), problemas de sueño, académicos, y hasta adicciones a la tecnología. El tratamiento psicológico se focaliza en el fortalecimiento de la autoestima, la redefinición de la relación con las redes y la reconexión con actividades saludables”.
Tamburelli comenta que se trabaja con estrategias que apuntan a identificar y modificar creencias erróneas sobre la aceptación social en redes (seguidores, likes, críticas, comentarios), por creencias más adaptativas. “La clave es modificar pautas de uso, desactivar notificaciones, desinstalar apps, acotar el tiempo, comer sin celular. También se fomentan actividades incompatibles con la tecnología, como más interacciones presenciales o actividad física. Desde la familia e instituciones es importante acompañar y facilitar el uso saludable del mundo digital”. En definitiva, y para todas las edades y niveles, la clave apunta a lo mismo: “Que cada uno decida a qué tipo de información quiere acceder, cómo y cuándo, sin dejar que las redes condicionen nuestro bienestar”, asegura.
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