Volver al ruedo. La vida después de la separación
Ya hace tiempo que sabemos que las parejas pueden durar toda la vida… o no. Si bien la separación no es un destino inexorable, tampoco lo es la eternidad de una relación por más que esa haya sido la pretensión al iniciarla.
Así las cosas, a muchos les llega el momento de separarse. Suele haber hijos, bienes, rencores, juicios y, casi excepcionalmente, agradecimiento por lo que de bueno haya tenido el vínculo, pero, por las razones que sean, se produce la separación y hay que entrar en un territorio antes jamás transitado.
Se vuelve entonces a una cancha abandonada hace tiempo, siendo que ni esa cancha es la que fue antaño, así como tampoco los recién retornados son lo que eran cuando nadaban en el océano de la soltería.
Algunos se quieren poner al día con lo que consideran que perdieron en los tiempos matrimoniales y lo hacen con cierta sobreactuación adolescente. Otros van de a poco reinsertándose en el paisaje, conociéndose a sí mismos tras el duelo del caso, y tanteando de qué se trata lo que algunos, con dudoso gusto, llaman “mercado” de personas que navegan ese mar de solteros y solteras que ya llevan encima años e historias.
Es obvio que no es lo mismo separarse a los 30 que a los 60. Pero aun con esas diferencias se observa universalmente cierta sorpresa o desconcierto entre los recién llegados al terreno por las maneras para encontrarse que están teniendo las personas que andan por la segunda o hasta tercera ronda posmatrimonial, con una fluidez para generar encuentros que sorprende tanto como la igualmente fluida capacidad para desaparecer sin dar explicaciones, “ghosteo” mediante.
Vemos que los recién separados tienden a “volver” emocionalmente a la edad que tenían cuando iniciaron la relación de la que ahora se separan. Es importante adecuar la emoción al rango de edad propio, sobre todo, si no se quiere dar pasos en falso y salir heridos, o irse a la cuneta en la vida que se inicia. La pasión tiene la ética y la estética propia de cada edad, y no hay que buscarla en un intento de volver a los 20 años. El partido, en ese sentido, se juega de ahora en más, no “retornando” a un tiempo que ya se fue y no va a volver.
Es bueno recordar que el encuentro con otros va de la mano con el encuentro con uno mismo, el (re)conocer la propia sensibilidad, los propios valores y las maneras singulares que cada uno tiene de sentir la vida, el afecto, el erotismo y el acompañamiento.
Con ese mapa lo más claro posible, es probable que los separados que empiezan su camino lo pasen mejor, sin dejarse gobernar por el miedo a la soledad y usando a su favor lo vivido para entender qué es lo bueno para la propia vida y qué es lo que hay que dejar de lado para no empantanarse en laberintos que no llevan a ninguna parte.
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