El objetivo de estas propuestas es generar una comunidad para los adultos que se sienten bien y quieren mantener su autonomía, pero cuidados
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“Estoy por cumplir 70 y con unas amigas planeamos buscar un terreno para vivir todas juntas en un lugar que nos guste. Con mucho verde y espacios comunes. Juntas, pero no revueltas”, aclara Mónica K. Consultora activa y vital, Mónica planea un futuro en compañía, con servicios garantizados y en un formato colaborativo.
La tendencia que surgió en Dinamarca y Holanda en los ‘70 con la idea de vivir entre pares pisó fuerte en Estados Unidos y Europa de la mano del arquitecto Charles Durrett, quien popularizó el modelo escandinavo en el Manual del Senior CoHousing. Las experiencias locales asumen distintas variables aunque todas contemplan un mismo objetivo: mejorar la calidad de vida de las personas mayores de 65 años, dinámicas e independientes, a partir de la interacción social y en un marco que garantice seguridad y autonomía.
Residencias de larga estadía o viviendas asistidas son los términos que hoy se imponen para planificar el tiempo cerca de la familia pero lejos de los problemas. Las propuestas asumen servicios a la carta, donde cada residente arma su menú de actividades desde su propio departamento.
Tejer redes en un ámbito cuidado fue la premisa de Antares Senior Living Nordelta, un complejo que surgió cuando muchas parejas jóvenes comenzaron a poblar la urbanización del partido de Tigre, a fines de los ‘90. El proyecto nació como una “ciudad de 15 minutos” en sí misma, donde los padres de estos nuevos propietarios estuvieran cerca. Con ascensores camilleros, grupo electrógeno, aberturas reglamentarias para facilitar las circulaciones, Antares ofrecía servicios de enfermería y brazaletes de seguridad. Pero con el tiempo el cohousing se fue desvirtuando. “Ya no es 100% para mayores de 65 porque llegaron muchas familias atraídas por los amenities, la pileta climatizada, el gimnasio, el spa y el entorno. Ahora tenemos un reglamento muy estricto que restringe el uso de estos espacios a los chicos, sobre todo a la hora de la siesta”, explica Laura Valiente, de la desarrolladora Panoramax, que también impulsa la construcción de Skyroof, una nueva torre en el mismo predio, esta vez con espacios de coworking en la terraza. “Estoy cerca de todo, muy segura y con amenities de un cinco estrellas. Era lo que quería, calma y confort”, resume Susana Perriello, una de las propietarias de Antares. Con su amiga y vecina Graciela Román comparten charlas, caminatas y se acompañan a hacer las compras en los locales del complejo. Aquí el valor de un dos ambientes oscila entre 180 y 200 mil dólares, el de un tres ambientes entre 250 y 280 mil dólares, y las expensas cuestan entre 15 y 17 mil pesos.
Contención y grupo de pertenencia
“Llegué con mi marido para probar por tres meses. Y nos quedamos. Ahora que ya no está no me quise mover. Además mis hijas viven afuera y para ellas es una tranquilidad”, dice Berta “Chuny” Steinberg desde el living de su departamento en el edificio Bait, de Chacarita. Con 18 unidades equipadas bajo el concepto de arquitectura adaptada, este proyecto de la comunidad judía argentina busca generar un espacio de anclaje donde los apoyos sean más importantes que los cuidados. Jonathan Cohen, subdirector de Bait, explica que buscan “alternativas para el desarrollo en un marco de contención, donde el grupo de pertenencia sea clave”. Los costos son similares a mantener una vivienda y los servicios que se necesiten para atender a la persona adulta: “Están incluidos limpieza, cocina, cuidados, acompañamiento, servicios médicos básicos, actividades recreativas, mantenimiento, seguridad y administración”, enumera Cohen.
Vidalinda es el caso pionero argentino. El edificio de 15 pisos funciona desde que dos familias, los Taussik y Caro, inmigrantes alemanes publicaron un aviso en el diario Argentinische Tageblatt para convocar 30 interesados en la compra de un terreno en Vidal al 2300. Recibieron 70 respuestas por carta. Corría 1967 y asomaba en el barrio de Belgrano la Asociación Mutual Israelita Vidalinda. Hoy sigue siendo una entidad sin fines de lucro. Y hace cinco años, este programa precursor abrió sus puertas a toda la comunidad.
Marta Tamashiro entró unos días antes de la pandemia por sugerencia de su hijo. No conocía a nadie y con el tiempo formó un grupo de amigas. “Me contienen mucho, nunca imaginé que me iba a sentir tan cómoda”, dice en el jardín, mientras toma el té. La acompaña Raquel Braun, que hace 14 años disfruta “la independencia, el contacto con los vecinos y la seguridad”. El grupo se completa con Mary Lía Aiscovich y Edith Taber, que privilegia “la libertad de entrar y salir cuando quiero. Soy muy viajera, acá hago la vida que me gusta”, apunta. “El sistema es un win win. Los interesados buscan resolver ciertos servicios y como contraparte sus hijos se despreocupan”, resume Vera Feldmann, coordinadora institucional del edificio que hoy aloja a 85 residentes. Al ser una mutual, se adquiere el derecho a uso de por vida: con la transacción se nombran beneficiarios que serán los que recuperen la inversión y los gastos de expensas.
Bosque y sala multisensorial
Utopía Senior es la apuesta que está tomando forma en Florida Oeste, junto al acceso Norte de CABA. El proyecto pretende renovar el concepto Senior Living planteando una nueva relación entre los vecinos, su desarrollo personal y el entorno. Para la arquitecta Ana Rascovsky, del Estudio Planta, la iniciativa conjuga varios factores: “Accesibilidad, terreno barato que permite espacialidad, bosque urbano y sentido de pertenencia. Buscamos generar una comunidad abierta e inclusiva para el segmento de adultos que se sienten bien y no quieren ir a un geriátrico”. Con business center, centro de salud, biblioteca, laguna, anfiteatro, cascada y huerta en la terraza, el desarrollo suma otra novedad: el modelo de negocio basado en la tokenización. “El mercado argentino está lo suficientemente maduro para incorporar inversores bajo esta modalidad de Real Estate que permite comprar unidades de renta. Así se fraccionan las unidades y se transforman en líquidas”, explica Sergio Topor, gerente del proyecto. “Querer ser parte del club es el objetivo, el punto de partida de este proyecto que privilegia áreas comunes y circuitos verdes”, apunta Rascovsky.
“Vine por decisión propia, a pesar de mi familia que me ofrecía más ayuda para quedarme en casa. Y lo bien que hice. En plena pandemia pude conocer más a los vecinos, compartir actividades e intercambiar ideas”. Darío Descovich vive en el Edificio Manantial, en Núñez al 2500, donde el formato de vivienda asistida con servicios brinda una “atención centrada en las personas”. Fernando Shalom es el director del equipo interdisciplinario de la institución y se ocupa de garantizar que la logística premium se sostenga. “Con el aumento de la esperanza de vida acompañamos a los residentes en todos los procesos”, destaca. En Manantial hay clases de yoga, taichi y caminatas por el barrio. Según el tipo de departamento, los costos van desde 230 mil a 440 mil pesos más IVA por mes. Incluyen asistencia integral, enfermería, monitoreos médicos y actividades.
En Wecare, la residencia de Bartolomé Mitre y Callao, se destaca una sala multisensorial. El espacio, totalmente domotizado, contribuye a promover la creatividad y estimular los sentidos. “La elección de estas viviendas es cultural. Acá la gente que está bien no busca este tipo de instituciones y los geriátricos tienen connotaciones negativas. Pero en todo el mundo las residencias de larga estadía tienen muchísima trayectoria”, señala Ricardo Jauregui, director médico de la institución y presidente electo de la IAGG (International Association of Gerontology and Geriatrics), cuyo congreso mundial se realizará en Buenos Aires en 2022.
En línea con la tendencia de vivir acompañado se lanzó el plan Casa Propia Casa Activa, un programa que impulsa el Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat junto con PAMI y que prevé adjudicar 3200 viviendas en comodato a mayores de 60 años.
En San Luis, en tanto, están finalizando las instalaciones de un cohousing serrano. Tierra Caranday apunta al contacto con la Naturaleza. Desde habitaciones con vistas a las sierras, hasta huerta colaborativa, meditación y yoga. “Nos encantaría pasar nuestros últimos años acá”, dicen Yanina Apuzzo y Guillermo Rugnone, la pareja a cargo del emprendimiento sustentable.
“Todos envejecemos, necesitamos entender que atravesamos un cambio cultural y hablar de nosotros, no de ellos. Con una mirada positiva y sin prejuicios”, dicen Cynthia Gurfinkel, miembro del equipo social de Bait y Romina Rubin, directora médica y vicepresidente de la Sociedad Argentina de Gerontología y Geriatría (SAGG). La mirada prospectiva es la que Mónica y sus amigas, las del comienzo de la nota, quieren entrenar para el futuro. “Cada vez vivimos más años, la idea es pensar cómo resolverlo en vez de pensar quién se hará cargo de nosotros”, concluyen.
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