Evitar la improvisación y preparar menús semanales con productos de estación ayuda a ahorrar tiempo y dinero; aquí, ideas disparadoras
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Lo que comemos importa a cualquier edad, pero especialmente mientras crecemos. La relación entre el aprendizaje y lo que nos alimenta es más importante de lo que pensamos: nuestra capacidad para concentrarnos, memorizar, nuestra conducta y el humor mejoran si comemos de cierta manera.
Improvisar es más caro
Hablamos de vegetales, frutas, algo de grano, proteínas, poca azúcar, menos harinas, en fin: lo que siempre recomiendan los médicos. Todo clarísimo, pero sabemos que el comienzo de clases es agitado, los precios volaron por los aires y es necesario planear un poco mejor las comidas semanales.
Improvisar es más caro, porque resolver a último momento lo que vamos a comer no ayuda a optimizar recursos. Pensar un menú semanal para la familia, en cambio, ahorra tiempo y dinero. Ya sea que los niños almuercen en casa y les dejemos la comida lista, ya sea que tengan que llevar viandas ya preparadas, lo mejor, siempre, es planificar y optimizar recursos.
A tener en cuenta: las primeras semanas no son para innovar. Arrancar la escuela, no importa qué grado sea, conlleva ansiedades y expectativas, así que mejor comenzar con sabores conocidos y ya aceptados. Pasados unos días, podemos empezar a incorporar nuevas ideas al menú semanal.
La importancia de la lista de las compras
Sin dudas, el domingo es un buen día para cocinar y adelantarse al resto de la semana. Recetas hay miles, pero todo empieza por la compra. Tratemos de acompañar la estacionalidad, que es clave en calidad, nutrientes y precio.
Ahora es momento de tomates, duraznos, ciruelas, berenjenas, peras, choclos (están riquísimos y dulces), batatas, bananas, pepinos, papas, uvas, zanahorias, calabazas, cebollas y limones. Casi todos bajaron el precio mayorista esta semana.
Es que los productos de estación son más ricos, con precios que suben, sí, pero que también bajan por haber mucha oferta: por eso es lo que conviene comprar estos días. No sucede con la palta y las cerezas (que aunque estén en estación están caras), ni con las frutillas.
Cuando vamos al mercado o supermercado, hay pequeños y grandes detalles a tener en cuenta. Básico: ir con lista y no comprar improvisando. Hagamos una breve lista de platos que vamos a comer esa semana dejando un margen de comidas libres, porque siempre puede haber cambio de planes. Ahora bien, con esas ideas de platos, anotemos qué comprar basándonos en lo que tenemos en la alacena, mirando condimentos, salsas, latas, paquetes y freezer. Es clave usar lo que tenemos y, sobre la base de eso, elaborar el menú. Entonces, si nos quedó medio paquete de lentejas de hace tres meses, lo usamos. Un fondo de paquetito de fideos municiones, un sobre de pimentón, una lata de garbanzos: así, con lo todo que tengamos semiolvidado.
La verdura y la fruta la compramos en la verdulería, por la que pasamos al menos dos veces por semana para que todo esté más fresco y más rico, así como también para que compremos lo que necesitamos realmente.
En el súper o almacén, en tanto, elegimos lo que vamos a llevar y una vez que estamos listos, recién ahí buscamos los congelados: no los hacemos pasear en el changuito 15 minutos. Después, todo lo que lleva frío lo guardamos junto hasta llegar a casa. Sé que puede sonar pesado, pero créanme: hace mucha diferencia lavar todo antes de guardarlo en la heladera. Las hojas, la fruta, los tomates, las zanahorias... Que ya esté todo limpio, listo para usar. Al momento de cocinar, cambia mucho tener el primer paso ya hecho.
Empecemos por las guarniciones y los caballitos de batalla
Luego, para pasar las comidas, arranquemos por la guarnición. “Tomates cherrys y buñuelos de acelga con…” y ahí arrancamos. Cada cual tiene sus caballitos de batalla:
- Milanesas, escalopes, arrolladitos, bifecitos, albóndigas, hamburguesas.
- Otra opción es comer pasta con lo que sea, que siempre lleve dos vegetales aunque parezca que no pega. Por ejemplo: tirabuzones con pesto, ensalada de zanahorias y revuelto de zapallitos. Lo importante es la variedad.
Lo repito seguido: a los niños se los escucha, pero no se les obedece. Les podemos preguntar qué les gustaría comer “esa semana” y darles el gusto, pero no “hoy”, y no “siempre”.
- Variemos los hidratos, que no sean siempre pasta, arroz y papa.
- Podemos sumar trigo burgol, cebada perlada o batatas. Es una de las categorías en las que más repetimos y meter un cambio ahí suma mucho.
- Por último, al cole se lleva agua, mucho más si hay altas temperaturas.
Es muy productivo hacer participar a los chicos del armado y desarmado de las loncheras, así como del momento de lavarlas. Esa acción compartida suele abrir conversación sobre lo que comieron, lo que compartieron, lo que les gustó y lo que no tanto.
Lo mismo para el armado del menú y la preparación de las comidas adelantadas del domingo o del sábado, como salsa de tomates, buñuelos, acelga cocida, alguna tortilla, milanesas, un estofado, cebollas caramelizadas para tener listas: atajos que ayudan a la hora de resolver las comidas en época de clases.
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