Embajador de Japón en la Argentina, es muy activo en redes sociales, donde ofrece su mirada de la gastronomía y la cultura locales
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Para muchos, Takahiro Nakamae es una cara conocida. En sus redes sociales, al actual embajador de Japón en la Argentina se lo puede ver no solo en sus actividades como diplomático, sino también andando en bicicleta, visitando museos, comiendo chocolate con churros en La Giralda o haciendo la cola para entrar a Güerrín. En su cuenta de Instagram sube videos de cocina, en los que prepara empanadas tucumanas o Temaki-Sushi. Para Nakamae, “en un mundo más democrático cada vez es más importante comunicarse directamente con la opinión pública”.
En diálogo por Zoom –mientras se recupera de Covid–, da cuenta de su interés por la cultura argentina, que descubrió cuando visitó por primera vez el país, en 1998, y en especial por su gastronomía.
–¿Qué le llamó la atención cuando llegó a la Argentina?
–Muchas cosas. El primer día que llegué a la Argentina lo que me sorprendió fue el tamaño del bife de chorizo. Pero lo que me impresionó más que nada yo diría que es la gente. Por ejemplo, cuando me caí de la bicicleta la gente se acercaba para tratar de ayudarme. O los que insisten en dejar pasar primero a las damas en el ascensor, o los que hacen cola en la parada de colectivo, en una línea, todos en orden. Estos hábitos que tal vez a ustedes les parezcan normales, no son muy comunes en el mundo. Y también está la simpatía que muestran hacia las personas en necesidad. Si hay una persona con discapacidad en la calle, la gente está siempre dispuesta a ayudar. Desafortunadamente, cada vez hay más personas que tienen que dormir en la calle, pero lo que veo es que siempre hay personas que se acercan con un sándwich para ofrecer.
–¿Le costó adaptarse a la Argentina?
–En mi carrera tuve la suerte de vivir en varios países, en varios continentes. Estuve en México, España, Brasil, y en ciudades como París, Nueva York, Bagdad. La verdad es que normalmente experimento ciertas dificultades en adaptarme a la cultura, a la manera de vida, a la manera de comunicarse. Pero en la Argentina no me costó mucho, casi nada. Por el contrario, me resultó muy cómodo.
–Usted es muy activo en redes sociales. ¿Qué reacciones recibe de la gente?
–Afortunadamente, la mayoría absoluta de ellas son muy favorables y simpáticas. A mí me encanta cuando en relación con un tema que estoy tocando la gente cuenta sus propias experiencias, sus opiniones, sus impresiones. Tratan de compartir su propia cultura, su propia vida conmigo. Este tipo de reacciones es muy apreciada.
–En los últimos tiempos, son muchos los embajadores que tienen un alto perfil en redes sociales. ¿Cree que es una forma de mostrarse más cercano?
–Bueno, no es fácil comparar la actividad de un embajador con otro, porque cada uno tiene su propia agenda, su propia manera de relacionarse con la gente. Pero es cierto que es cada vez más importante este esfuerzo de parte de las misiones diplomáticas de relacionarse o de tener un contacto directo con la opinión pública. En la diplomacia, en términos tradicionales, se trataba de negociar entre los gobiernos y de llegar a un acuerdo que luego se lo imponía a la sociedad. Pero ahora el mundo en el que estamos es más democrático. Además del acuerdo entre los gobiernos es muy importante e imprescindible conseguir la comprensión y cooperación del pueblo. O sea la comprensión mutua. En este sentido, hacer que la gente pueda entender nuestras ideas. Y para eso hay que tratar de llegar directamente a la opinión pública.
Un diplomático inglés que es muy respetado una vez decía que un diplomático tendría que ser a la vez un negociador y un comunicador. Me parece muy cierto. Nuestro trabajo no solo tiene que ver con la negociación con el gobierno, sino que también es cada vez más importante comunicarse directamente con la opinión pública. Pero de ahí en más cómo hacerlo, en qué medida hacerlo, yo creo que todo eso todavía está en proceso de desarrollo. El uso de la red social en la diplomacia, al igual que el uso de la red social en la política, está en proceso de desarrollo, no creo que esté establecida una forma. Yo creé mi propio estilo para llegar a la gente y hoy veo que muchos de mis colegas diplomáticos están tratando de hacer lo mismo.
–Dentro de lo que comparte en redes se lo ve cocinando con bastante frecuencia. ¿Es su hobby?
–Para ser honesto todo comenzó con la necesidad cuando era estudiante universitario. Estuve viviendo solo y tuve que cocinar para comer diariamente, y ahí empecé. Pero luego, durante mi vida profesional tuve la oportunidad de estar en varios lugares y de entretener a mis amigos en casa cocinando y de a poco fui aprendiendo.
–¿Cuál diría que es su especialidad?
–No tengo especialidad, sigo aprendiendo la comida de la tierra. Empecé con la comida española, un poco de mexicana y ahora con la comida Argentina. Si me pregunta la especialidad, yo diría que es la comida local.
–¿Cuál es su plato argentino preferido?
–Me encanta todos, pero las empanadas son un desafío. Es muy difícil hacerlas bien, aunque me encanta ese desafío. Y la pizza es un encanto, pero es muy difícil, no me atrevo.
–¿Cómo ve la gastronomía japonesa de Buenos Aires?
–Estuve en la Argentina hace 20 años y en aquel entonces no existía casi ningún restaurante de comida japonesa. Y hoy veo que hay una variedad de restaurantes y también que está prevaleciendo muy fuerte la fusión de la comida japonesa con la peruana: la comida nikkei. Me alucina este desarrollo de la diversidad de la cultura culinaria que se está dando en Buenos Aires. Yo no debería mencionar nombres particulares de restaurantes, pero sí hay algunos que son muy muy buenos.
La historia de la comida japonesa es una historia de adaptación, de fusión y desarrollo local de varios elementos y tecnologías importadas desde el extranjero. No existe una comida japonesa que persista desde hace siglos sin cambiar. En ese sentido un ejemplo es lo que mencioné de la comida nikkei: la fusión de la comida japonesa con la ingeniería culinaria de Perú, que adopta las características de la comida japonesa y la desarrolla a su manera. Y tal vez en la Argentina con la cultura culinaria japonesa podría desarrollarse un tipo de adaptación a las condiciones locales. No sé si es posible una fusión de sushi y bife de chorizo, pero algo así: algo de lo importado y algo que lo original. Sería muy interesante.
–¿Qué lugares de Buenos Aires disfruta en su tiempo libre?
–Buenos Aires es una ciudad encantadora. Pedaleo con mi bicicleta en los bosques de Palermo y ahora que las ciclovías está muy extendidas en la ciudad, eso me posibilita explorar varios barrios. En esos paseos me encanta descubrir librerías y cafés tradicionales, con mucha historia. Y los fines de semana a mí me gusta manejar, así que salgo a manejar alrededor de la ciudad, por la provincia de Buenos Aires, sin destino particular. Dar una vuelta en la ruta 6, por ejemplo, esto por sí mismo es una diversión. Manejar mirando el campo, el paisaje. Por supuesto que de vez en cuando me pongo a viajar por motivos de trabajo. Pero también me encanta visitar cualquier pueblo desconocido, sin puntos de turismo particular, sino con un poco de historia. La cultura, la vida cotidiana de la gente; me encuentro con estos elementos de la vida rural. Es algo que me encanta.
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