Un duelo de cervezas y, también, de perspectivas
Un cronista asiste a su primer evento presencial para conocer más sobre esa bebida y ver qué tanto se respetan las normas de cuidado
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No me suele ocurrir en la vida real, ¡pero esta vez mi voto fue para el ganador! La New England IPA que se enfrentó en la llamada Batalla de las Costas contra la American IPA obtuvo 89 votos contra 56, y uno de esos votos era el mío. De la victoria me enteré a la mañana siguiente del enfrentamiento, al chequear el Instagram de la cervecería que ofreció el escenario para el duelo entre estos dos estilos de cerveza norteamericanos que hoy brillan en las pizarras porteñas.
Habíamos llegado temprano a Growlers Palermo, la cervecería que ocupa las dos esquinas donde el pasaje Coronel Cabrer desemboca en la calle Gurruchaga. Era el primer evento presencial al que asistía y tenía cierta inquietud sobre qué tan bien se cumplirían las normas de distanciamiento social. Tenía todavía presente aquella imagen de una cervecería de Recoleta desbordada de gente que recorrió las pantallas de los canales de noticias cuando el año pasado los bares fueron autorizados a reabrir sus puertas.
Esas imágenes, reproducidas al infinito en redes sociales con el explícito objetivo de convencernos de que la responsabilidad ciudadana no sería una herramienta de utilidad en una situación de pandemia, contrastaban radicalmente con todas las veces que en los últimos meses salí a comer a restaurantes y bares donde anfitriones y huéspedes coincidíamos en respetar las medidas de cuidado aprendidas durante los meses de encierro.
Participar de un evento abierto como la Batalla implicaba conocer un poco más sobre los estilos de cerveza norteamericanos, pero también acerca de qué tan responsables podemos ser en contextos como el que atravesamos desde marzo de 2020.
Una ganadora cantada
Rodrigo, el fotógrafo del diario, había llegado a Growlers incluso más temprano que mi mujer Vicky y yo, y nos esperaba sentado en una mesa ubicada en la vereda, con su barbijo puesto y una American IPA para fotografiar sobre la mesa.
Tras pasar por la barra para hacernos de un par de cervezas representativas de ambos estilos, nos sentamos y le preguntamos a Rodrigo si le molesta que nosotros nos saquemos el barbijo. “No hay problema”, dijo. Durante la velada él siguió con barbijo; nosotros volvimos a su uso cada vez que nos levantábamos de la mesa para interactuar con el resto de la gente. Habíamos consensuado las reglas de nuestra burbuja. Bien. Momento entonces para hacer foco por una rato en la Batalla.
Hernán Castellani es Master Brewer de la cervecería Sir Hopper y una autoridad local en estilos de cervezas norteamericanas. Elabora desde hace 15 años las American IPA y desde hace 10 las New England IPA (Neipa). Sus cervezas son las que se midieron en la Batalla.
“Las American IPA de la Costa Oeste, de California, son más secas, más amargas pero de cuerpo muy bajo, con lo cual son ligeras y fáciles de tomar, y tienen un lupulado intenso donde predominan los cítricos y la resina –describirá Castellani por WhatsApp, días después del evento–. Las Neipa de la Costa Este, originarias de Vermont, son turbias y en vez de ser cítricas y resinosas priorizan los perfiles de fruta dulce, que puede ser de frutas tropicales o de carozo. Y además de ser un poco más dulces tienen más cuerpo, fomentan más la untuosidad y una sensación plena en el paladar”.
Quienes integramos la “burbuja social” de nuestra mesa coincidimos en preferir esta última, con argumentos menos técnicos es cierto pero no por ello con menos convicción. De hecho, después de haber comparado los estilos, la noche nos verá recurrir a las Neipa para acompañar las hamburguesas que también forman parte de la contienda y que salen de un humeante chulenguito montado dentro de uno de los dos locales de Growlers que carece de techo.
Nuestra preferencia, sostendrá días después Castellani, es esperable: “El resultado de la votación era cantado. Y la razón es que las Neipa están de moda: en los últimos 5 años coparon el mercado. Una fundamentación desde lo técnico es que le vienen ganando a las American IPA californianas porque hoy no se prioriza tanto el amargor sino el hecho de que una cerveza explote en aromas y sabor, tanto en nariz como en boca. Las New England IPA, al tener más cuerpo y ser más dulces, tienen menos carga de amargor, lo que hace que se perciba una cerveza con mucha intensidad de sabores y aromas que resulta más amigable”.
Dicho así, no está tan mal ser parte del rebaño... Pero esta charla con Castellani todavía no ocurrió al momento del evento, y cuando los organizadores se acercan a nuestra mesa para explicarnos que la votación se hace a través de redes sociales –hay que postear una foto con la cerveza elegida para recibir el link que redirecciona a la plataforma de votación– no dudo en anticiparme al desenlace y apostar por la (futura) ganadora.
Cuestión de perspectiva
Las pintas van y vienen, cae la noche y la intersección de Cabrer y Gurruchaga comienza a poblarse. Se trata de parejas y de pequeños grupos de amigos (2, 3, 4 personas, no más), todos con el rostro semioculto tras el tapabocas o el barbijo, que se acercan a la barra para pedir sus cervezas y sus hamburguesas. Algunos ocuparán las mesas dispuestas sobre las veredas; otros prefieren el abrigo del pasaje, ya sea para sentarse en el cordón o disfrutar sus pintas de parado.
Desde nuestra mesa, ubicada estratégicamente sobre la entrada al pasaje, se percibe un respeto casi perfecto de la normas de distanciamiento social: las parejas o grupitos no se amuchan, ocupando espacios que no se superponen, salvo en los momentos de desplazamiento. Incluso suelen mantener el uso del tapabocas hasta que llega la cerveza.
“Sin dudas, la gran mayoría del público ya tiene conciencia acerca de los cuidados del virus en su vida cotidiana. Ya están incorporados –dice Manuel Miragaya, uno de los socios de Growlers, que va de esquina a esquina verificando que el evento fluya–. Asimismo, lógicamente es más difícil hacer entender esos aspectos al final de la noche que al comienzo. Pero todos comprenden su lugar, y van aprendiendo a relajar y disfrutar sin descuidar al otro”.
Esta imagen de respeto por las normas es la que percibo desde el interior de este evento al aire libre, que se desarrolla sin paredes que delimiten el espacio, pero... ¿qué decodificará quién pasa por Gurruchaga en auto o bicicleta, o que mirá desde la vereda de enfrente?, pienso. Si en este momento una cámara de televisión filmará lo que aquí sucede desde cierta distancia, ¿no obtendría una temible imagen de amontonamiento juvenil?
¡Veamos! Me calzo el tapabocas y abandono mi mesa para cruzar la calle y verlo todo desde otra perspectiva. Desde la vereda de enfrente, las dos esquinas que ocupa la cervecería, con el pasaje entre ambas, ofrecen un paisaje concurrido. Y a medida que camino alejándome en dirección a la esquina de Gurruchaga y José Cabrera, los grupos parecen amontonarse: quienes están un poco más adelante parecen estar junto con los que están unos pasos más atrás.
Entonces vuelven a mí los recuerdos de mis vacaciones en Mar del Plata, un mes atrás. Mi primera mañana de playa me encontró viendo a la gente respetar la distancia social, marcando incluso en la arena un círculo con la sombrilla o la lona como centro para delimitar su espacio. Se podía caminar entre los círculos y, sin embargo, si uno se metía al mar y desde esa distancia miraba hacia la playa, las carpas y la gente parecían amontonadas. Como en las imágenes que uno veía en la tele al comienzo de la temporada, esas con las que ahuyentaban turistas.
Ya más tranquilo –convencido de que somos muchos los que contamos con herramientas para cuidarnos y lo hacemos sin que nadie nos lo exija– desando el camino hasta mi mesa. Me siento, me saco el tapabocas y tomo un trago de mi Neipa, que por cierto está muy bien.
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