Casa Anchorena, la casona Aberg Cobo y la casa original de la familia Álzaga son algunos de ellos
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En las casonas y palacetes donde vivió la aristocracia argentina ahora se levantan departamentos de alta calidad. No hace falta tener doble apellido para vivir en una de estas unidades que responden a la lógica de la transformación urbana. Cambia, todo cambia. Y los edificios también. Esta generación de viviendas donde los salones de baile, las escaleras de mármol y los comedores brillaban junto a sus vitrales y maderas lustradas se fue deteriorando con el tiempo.
Ya no responden a las necesidades de familias como los Anchorena o los Álzaga, y en algunos casos, el resplandor se fue opacando con el paso del tiempo. Quedaron vacíos o lograron torcer el destino de la demolición inminente buscando la reconversión en grandes tiendas comerciales o espacios gastronómicos.
Pero hoy la salvación llega de la mano del mercado inmobiliario que busca reformular esas mansiones elegantes en conjuntos residenciales. Así, muchos petit hoteles porteños se reincorporan al tejido de la ciudad a partir de proyectos donde conviven la tradición y la modernidad. Con amenities, tecnología y dotados del brillo de los viejos tiempos los desarrollos revitalizan estos edificios con precisión quirúrgica.
La recuperación de estos hitos urbanos implica un camino sinuoso, donde la puesta en valor debe cumplir con requisitos estrictos. A las fachadas no se las puede intervenir de acuerdo a la protección fijada por el gobierno porteño, que explica lo que sí se permite y lo que no en el Catálogo de Edificios Protegidos. Entre otras restricciones, se prohíbe alterar los frentes. Reciclar es la opción, respetando la paleta de materiales originales.
Casa Anchorena es uno de los tantos petit hoteles que está sometido a la recuperación. Una operación que lleva adelante el estudio de los arquitectos Lacroze Miguens Prati sobre la casona de Arenales 1364 en la que vivieron cinco generaciones de la familia Anchorena. En el corazón del distrito de diseño, la construcción de estilo francés que se realizó entre 1910 y 1913, atesora boiseries, vitrales y pisos de madera, que fueron el escenario de eventos y bailes memorables. Con dos ascensores originales –una rareza para los edificios de esa época–, Casa Anchorena se prepara para soportar 9 pisos en los que se ordenarán 35 unidades repartidas en departamentos, estudios y dúplex. La escalera imperial también fue recuperada para sumar accesos.
Hacia atrás, se implantará un volumen retirado del frente para respetar la vista de la fachada original desde la calle. “Se mantuvo como residencia familiar, nunca se había reciclado. Tenemos un gran desafío, el de llevar modernidad y seguridad, escaleras de incendio, nuevas instalaciones, acondicionamiento térmico. Lo necesario”, enumera el arquitecto José Ignacio Miguens. En tanto, para el desarrollador Gustavo García Villanueva, socio de Urban TAO, cree que poner el foco en este tipo de propiedades –que arrancan en US$3500 dólares el m2– apunta a “cuidar y proteger los espacios más consolidados para enfatizar el uso de estos lugares”.
Miguens también encabezó la adecuación de la casona Aberg Cobo, en pleno Recoleta, un proyecto que lo sorprendió por el tipo de público interesado: “Un 80% de jóvenes profesionales”. Este “hotel particulier” fue la residencia soñada del matrimonio de Axel Aberg Cobo y Sara Pearson Hale. Imponente, sobre Av. Las Heras al 1700, funcionó luego como salón de fiestas. Hasta que el estudio de Miguens le proyectó un nuevo ciclo. La mansión contaba con un patio que con el tiempo fue techado y se convirtió en una de las operaciones más importantes de la intervención.
El estudio lo desmontó, demolió el área de servicios y sobre las medianeras levantó un nuevo volumen totalmente vidriado, con vistas a una gran terraza que los usuarios transformaron en sector de coworking y almuerzos al sol. “Armar reuniones en este pulmón verde es lo que más le entusiasma al equipo”, destaca Joaquín, un empresario vinculado a las fintech. Y agrega: “A los clientes les fascina pasar por la recepción y apreciar los materiales, molduras, mosaicos, boiserie de nogal y roble de Eslavonia en los pisos”, detalla.
La casa original de la familia Álzaga, donde luego vivió Tita Tamames, también se prepara para su transformación. En Agüero y Güemes, la residencia de 700 metros cuadrados consiguió la aprobación para construir un edificio angosto, separado y a la vez en diálogo con el conjunto patrimonial. Es que la casona contaba con un gran jardín al que la bisnieta de Salvador María del Carril –reconocida productora, vestuarista y ex directora del teatro Blanca Podestá– cuidaba hasta que murió en 2004. Como homenaje a la galería verde y a su colección de calas, esta joyita arquitectónica de 1918 se llamará Pasaje Calas.
Edificios con historia
Luz natural, diseño y amplias terrazas en un ex hogar de ancianos. “Vivir en un edificio con historia me conmovió de entrada. Buscábamos luz y encontramos estas ventanas de piso a techo con un fresno espectacular que nos enamoró. Sentarse en la terraza y compartir un momento con los vecinos es un plus de tranquilidad”, dice Graciela Antognazza. Cuando con su marido llegaron a conocer el edificio, supieron que no tenían que buscar más. La historiadora del arte y el médico quedaron flechados por Palacio Cabrera (José A.Cabrera 5653) que, en línea con la resucitación urbana, coincide con la cronología de los petit hoteles. Sólo que no tuvo ese pasado glorioso. Fue un asilo de ancianos por iniciativa de Filomena y José Devoto, un matrimonio comprometido con la realidad social de la época. Así, financiaron la construcción de una capilla y de un hogar escuela para niñas: el Primer Hogar Devoto.
Tras la muerte de José, Filomena decidió honrar su memoria continuando su obra y encargó la construcción del segundo Hogar José Devoto en el barrio de Palermo, esta vez para mujeres solteras o viudas. Construido en 1935 por el estudio de ingenieros Herrera y Fillol Day funcionó hasta 2007, cuando la asociación San Vicente de Paul trasladó a las ancianas a un sitio más pequeño y vendió la casona. Casi derruida, en 2016 fue sede de Casa FOA, la expo de interiorismo que luego dio lugar a un nuevo desarrollo. A cargo de BrodyFriedman el proyecto reinterpretó el estilo ecléctico y proyectó 36 unidades, entre 50 y 200 m2, empapadas de detalles de diseño. Para el desarrollo intervinieron paisajistas, artesanos, artistas, fotógrafos y diseñadores que transformaron los patios del asilo en espacios para uso común.
“El pilar fue el respeto absoluto por el edificio histórico y la impronta que tenía en el barrio. Generar un nuevo edificio sobre el existente y que se amalgamara sin desentonar fue el gran desafío”, destacan desde la desarrolladora BrodyFriedman. De la masa de mampostería con ventanas a la nueva caja de vidrio, Palacio Cabrera también está en el equipo de edificios que integran el pasado y el presente sin interferencias. Sumar metros sin alterar su condición original, preservar sin demoler y mejorar la experiencia del habitar son las claves de esta transformación urbana.
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