En cada país, el menú de las Fiestas tiene sus orígenes religiosos, culturales y hasta geográficos; ¿por qué no probar cosas nuevas?
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Todos los años, en diciembre, nos preparamos en menor o mayor medida para disfrutar de sus tradiciones navideñas. En cada casa, en cada familia, en cada pueblo o país, el ritual es distinto. En algunos reconocemos cosas en común y otros nos resultan increíblemente ajenos. Se trata de las tradiciones que mantenemos, del esfuerzo que hacemos para continuar con lo que aprendimos.
El pan dulce, por ejemplo. Sin dudas, está tan arraigado en nuestro país gracias a nuestros orígenes italianos. Panettone, pan doro, el lombardo... varían las recetas pero conviven los clásicos que requieren filas de dos horas, reservas y esperas. Incluso hay algunos de masa madre u otros con combinaciones de frutas más arriesgadas, rellenos, bañados, etcétera. Con el auge de las panaderías, los pasteleros despliegan algunas de sus mejores habilidades en esta fecha.
Por otro lado, las cajas de golosinas navideñas volvieron con todo. Turrones, grageas, almendras bañadas, bombones de frutas: ya hace algunos años que llegan a las mesas navideñas de mano de invitados que tal vez no cocinan, pero quieren aportar algo rico, como regalo o a modo de disfrute personal.
El despliegue de este estilo de dulces, turrones blandos y duros, mazapán o garrapiñadas es clásico en las mesas españolas. “Es importante que haya variedad”, decía mi abuela española, que compraba los turrones... en julio.
En cuanto a la cocina, algunas casas optan por el asado, otras buffet frío donde todos aportan (esta opción es mi favorita, con vitel, tomates rellenos, el reinado de la mayonesa), e incluso el pavo. En este último punto, recordemos que el ave tiene su origen en América: los ingleses consumían aves en Navidad en la época victoriana. Al llegar el pavo, más gordito y carnoso, se adoptó rápidamente, y después se instaló en Estados unidos como plato del Día de Acción de Gracias. En Argentina bajó mucho su consumo en Navidad porque tiene una cocción muy larga en el horno y es difícil que no salga seco. El plato que se elige en muchas casas, en cambio, es el lechón.
También hay países con tradiciones culinarias bastante diferentes a las nuestras. Acá, un compilado interesante:
Los italianos hacen en Navidad el Festín de los Siete Pescados, donde elaboran siete variedades de pescados entre las cuales siempre hay bacalao.
Los ingleses apuestan al pavo, con muchos vegetales y una torta que lleva el nombre bien explícito de “Budín de Navidad” con muchas frutas secas, alcohol y casi nada de masa.
Los griegos no festejan sin tener en la mesa Melomakarono, unas galletas o masitas de sémola, miel, oliva, nueces y especias. Deliciosas.
Filipinas es uno de los países que más atención le pone a la Navidad, celebran por días enteros con muchos platos que incluyen lechón o jamón. Y un dulce hecho con la batata morada que se hizo famosa en Netflix gracias al programa de la longevidad: un dulce con esa batata, coco, arroz y azúcar que se llama Puto Bumbong.
En Venezuela es tradición que toda la familia prepare hallacas, que son similares a un tamal, pero con harina de maíz amarillo, más dulzonas, como las humitas, con rellenos de diferentes carnes.
Otro clásico que podría entrar en nuestra mesa fácilmente es el pan de jamón. Un pan de leche, tierno, relleno de jamón cocido, aceitunas y pasas.
En Australia hacen asados, porque también están en pleno verano, y de postre pavlova y otra vez el budín de frutas secas inglés.
Los portugueses, como es costumbre, lo mantienen bien simple: bacalao, papas y muchos postres.
En los países del este, que comen mucha carne de cerdo, se acostumbra hacer 12 platos vegetarianos, con granos o con pescado. Nada de carnes ni lácteos.
Y entre los que no festejan la Navidad pero tienen sus tradiciones que acompañan, hay dos muy curiosas. Los judíos que viven en Estados Unidos, el 24 a la noche comen comida china, ya que eran los únicos restaurantes abiertos y se volvió tradición. Y los japoneses comen el típico pollo frito estilo americano, el que viene en un balde. De hecho, hay reservas de mesa para Navidad: más de tres millones de japoneses disfrutan del pollo frito. Todo empezó en 1970 por un comercial que dio en la tecla y la tradición sigue hasta hoy.
Entonces cuando alguien diga: “En Navidad se come X”, respondamos: “¡No hay Navidad sin XX!” Quiero decir: las tradiciones tienen distintos orígenes, algunos religiosos, otros por hechos culturales fortuitos, otros caprichosos, otros geográficos. Así que en esta fecha uno come lo que quiere, y si quiere empezar una tradición siempre habrá una Navidad siguiente para repetirlo y que empiece a rodar la historia.
Al fin y al cabo, en los encuentros con los afectos lo importante es compartir la mesa y estar presentes. Y si la comida es rica, mucho mejor.
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