Quienes apuestan por vender sus servicios al exterior se encuentran con numerosos obstáculos para hacerse del dinero e incluso para gastarlo
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Ignacio Morandini vive en Argentina, pero todos los días viaja a Estados Unidos. Sus horarios, feriados y sueldo están atados a ese país desde que trabaja como controller financiero para una empresa norteamericana dedicada a refacciones de casas. Hace un año y medio dejó su puesto en el gigante Disney para pasar a una empresa de apenas once empleados en ambos países. Un desafío que le exigió, por ejemplo, estudiar las normativas fiscales, gestionar permisos de obra y entender el mercado inmobiliario norteamericano.
“Antes mi trabajo representaba una mínima parte del negocio; ahora, al ser una empresa muchísimo más chica estoy involucrado en casi todos los procesos. Es un desafío enorme, pero me encanta”, resume Morandini, licenciado en Administración de Empresas, y uno de los miles talentos argentinos que están trabajando para empresas del exterior.
Según un informe de GEO Estudio y Opinión, elaborado en base a un estudio de la startup de Recursos Humanos Deel, la Argentina está en el top five mundial con mayores contrataciones de trabajadores remotos. De los más de 260.000 contratos generados en más de 160 países a través de la empresa en 2022, la Argentina lideró el ranking de países latinoamericanos en términos de contratación de trabajadores remotos.
“Lo que está pasando es que el recurso humano argentino tiene un muy buen nivel educativo universitario. La UBA termina siendo en los rankings la universidad iberoamericana más importante y eso es un sello de calidad difícil de encontrar en otros países –plantea José Lezama, director del Centro de Producción Documental de GEO Estudio y Opinión–. Somos un país muy complicado y estamos acostumbrados a trabajar en situación de presión o conflicto. La única manera de salir adelante es siendo creativos. Y eso es muy valorado”.
En el reporte de Deel, los ingenieros y desarrolladores de software encabezan la lista de las profesiones más contratadas, seguidos de cerca por los intérpretes y los psicólogos. En cuanto a la edad de los trabajadores, más del 50% tiene entre 25 y 34 años, mientras que casi el 30% tiene entre 35 y 44 años. Pero en términos más generales, las búsquedas que llegan desde empresas del exterior –y que se canalizan principalmente a través de la red social LinkedIn– incluyen todo tipo de perfiles: desde contadores hasta asistentes virtuales, pasando por servicio de atención al cliente, supervisores de procesamiento, compras, logística y finanzas, como el caso de Ignacio.
“Argentina tiene muchos recursos contratados del exterior principalmente por el tema del inglés porque en cuanto a educación superior los vecinos de la región se han equilibrado en los últimos años. Nuestro país tiene una larga tradición en el uso del idioma y eso no sucede con tanta frecuencia en el resto de continente. Por eso el argentino es un mercado atractivo para contratar”, sostiene Rodrigo Blanco, director de la consultora Aliancers, que se especializa en búsquedas de candidatos para empresas del exterior.
Otra cuestión que explica este auge de contratación de locales son los costos: “Argentina tiene hoy salarios en dólares bajos para las empresas extranjeras que contratan personal. Eso significa que un profesional de acá acepta trabajar por menos dinero en dólares que uno mexicano –sostiene Blanco–. Igual a los argentinos les sirve porque cobrar en dólares les da una diferencia notoria respecto de los que lo hacen en pesos”. Aunque el abanico salarial es muy amplio, los sueldos promedio parten de los 3000 y trepan hasta los 5000 dólares.
“Se contratan sobre todo mandos medios (jefes, supervisores, coordinadores) y posiciones operativas. Los roles de sistemas que no son de alta jerarquía se contratan mucho, pero el mercado fue cambiando: el auge de selección de tecnología terminó, porque estas empresas se pasaron de rosca contratando gente y hoy hay pocas búsquedas. Está bueno desmitificar que es solo lo tecnológico. Se empezó por ahí, pero las empresas en el exterior hoy incorporan perfiles que no tienen que ver con sistemas”, asegura Blanco.
¿Y el cobro?
La gran ventaja de trabajar para el exterior es la remuneración en dólares. ¿La desventaja? Cómo cobrarla. Actualmente está vigente la resolución del BCRA que permite a los exportadores de servicios cobrar hasta 12.000 dólares al año en cuentas argentinas sin requisito de liquidación en pesos, pero no suele ser una solución que se adapte a muchos escenarios.
“Este mecanismo lo utilizan muy pocos porque el límite es bajo –sostiene el contador Luciano Pascual–. Lo que hacían muchos era autotransferirse una parte de su sueldo desde una cuenta en el exterior, pero eso es fácilmente rastreable por la AFIP que comprueba que en esa cuenta hay más dinero no declarado. Los que lo utilizan le piden al cliente o empleador que les transfiera directamente 1000 dólares por mes a una cuenta en Argentina y que el resto lo haga a una cuenta en el exterior que obviamente no está declarada.”
Pero a los que cobran hasta un máximo de 1000 dólares por mes tampoco les sirve: “El primer problema es que la normativa dice que deben esperar 90 días para liquidarlo a pesos a valor del dólar MEP. Y el segundo, que el banco te cobra por la gestión 50 dólares más IVA en el mejor de los casos. Por eso casi nadie lo usa”, afirma Pascual.
Varios especialistas sostienen que el cobro de los servicios que se venden al exterior dejó de ser un problema desde que surgieron distintos mecanismos que ayudan a que el sueldo llegue de la forma más cercana al dólar blue. Según el informe elaborado en base al estudio de la startup de Recursos Humanos Deel, el 27% de los argentinos que trabajan en forma remota para el exterior cobran (al menos una parte de) sus honorarios en criptomonedas.
“Cobrar en criptoactivos es la forma más sencilla”, sostiene el economista Nicolás Litvinoff, director de Estudinero.org. El especialista cuenta en detalle cómo es la operatoria: “Esto se hace siempre y cuando el empleador tenga la posibilidad y la predisposición de realizar el pago en las llamadas stablecoins, que son criptomonedas donde un token equivale a un dólar. El empleador transfiere a la billetera virtual del profesional su sueldo en criptos que pueden ser USDT, USDC o TUSD”.
Pero, ¿cómo se hace el trabajador de ese dinero? “Vendiendo persona a persona a través de una plataforma como Binance. Ahí se ‘tradean’ esos activos a un tipo de cambio muy cercano al blue y quien compra la stablecoin transfiere el dinero a una cuenta en pesos del trabajador. Si el empleado es monotributista, puede facturarle a quien le compra la stablecoin en concepto de asesoramiento profesional. Otra forma sencilla si te pagan con estas criptos estables es enviarlas a un exchange argentino y venderlas a pesos a un tipo de cambio muy cercano al blue y luego transferir los pesos a tu cuenta bancaria”, dice Litvinoff, que suma más opciones de cobro a través de Paypal.
El procedimiento es similar al que emplean quienes alquilan sus propiedades a través de Airbnb: “Hay que abrir una cuenta en Paypal que permite traer los dólares a la Argentina a través de una operatoria bancaria regulada a un tipo de cambio entre el 15 y el 20% menor –explica–. La otra es hacerlo a través de plataformas multidivisas como Airtm”.
Para operar de esta última forma hay que tener una cuenta en Airtm y pedirle al empleador que transfiera los dólares a esa cuenta. “Hay muchas opciones para sacar la plata: una es con criptoactivos como en Binance; otra posibilidad es sacarla en pesos a tu cuenta a un tipo de cambio muy cercano al blue, o incluso hay una opción de retiro en efectivo en la que la plataforma te manda una persona con el dinero en efectivo. Esto tiene un costo, por supuesto”, dice el director de Estudinero.org.
Otra plataforma muy utilizada es Bitwage, que en el último tiempo atrajo el interés de los argentinos. De hecho, la Argentina es el país con más usuarios de América Latina, superando a Brasil. “Para nosotros, es el que más creció de la región en el último año, con un aumento del 350% en órdenes de pagos procesadas, siendo el tercer país con mayor volumen de facturación del mundo”, asegura Ramiro Raposo, Country Manager de Bitwage.
Uno de los motivos detrás de este interés creciente es que los trabajadores remotos pueden recibir su dinero en una cuenta local, a un valor cercano al dólar libre. Una vez que cobran los honorarios acordados con sus clientes o empleadores en la cuenta bancaria del exterior que les facilita Bitwage, se les envía en menos de 24 horas los fondos (en dólares digitales o criptomonedas estables) a la billetera digital de Vibrant que ya viene integrada en la plataforma. Luego, el usuario puede ingresar los datos del CBU de una cuenta bancaria local y la billetera virtual les permitirá cambiar los USDC a pesos argentinos a una cotización muy cercana al dólar libre. El saldo puede quedar en la billetera de Vibrant en dólares digitales sin costos de mantenimiento.
“En este tipo de plataformas, al no ser técnicamente bancos, el cobro es anónimo. Bitwage y las otras plataformas transforman los dólares en stablecoins que pueden intercambiarse en cualquier exchange argentino a un tipo de cambio muy parecido al blue –sostiene Pascual–. Como la tecnología blockchain no identifica quien te pagó, la gente genera una factura tipo E al cliente que les compró la criptomonedas y consignan en la factura que cobraron en criptomonedas”.
Quienes eligen cobrar en el exterior y no declarar ingresos, además de infringir la ley tropiezan con distintos inconvenientes. Primero, no es tan sencillo abrir una cuenta en el extranjero: algunos bancos de los Estados Unidos, por ejemplo, exigen depósitos de varios miles de dólares para hacer una apertura. El siguiente inconveniente radica en cómo hacerse del dinero. Retirarlo por ventanilla supone un gasto en viaje que le quita toda la rentabilidad al trabajo. Utilizarlo a través de una tarjeta de crédito no es opción. Traerlo a través de terceros, la forma más común, implica dejar en el camino un porcentaje menor, que varía entre el 1 y el 6 por ciento, de acuerdo a las necesidades del mercado. El último inconveniente, que no es menor, radica en cómo justificar los gastos cuando el ingreso no está declarado. Toda la operación es desgastante, tiene costos e implica una serie de violaciones a la ley tributaria.
El lado A y… el B
Lo cierto es que más allá del cobro, la mayoría de los freelancers y contratados de empresas extranjeras aseguran que es un desafío trabajar para el exterior que tiene su lado A, pero también su lado B que incluye adecuaciones horarias y de feriados, y la dificultad de establecer vínculos. “Acá tengo un compañero que va todos los días a la oficina en WeWork, que está orientado al servicio al cliente, y el resto vamos dos días. Y también hay otro equipo en Estados Unidos que va al WeWork de allá”, explica Morandini, que valora el hecho de aprender desde leyes de Estados Unidos hasta metodologías de trabajo.
“Me encanta, obviamente al principio fue mucho prueba y error, aprender a los golpes, pero es lo más desafiante que hice hasta ahora. Me involucro en todo el proceso porque en finanzas somos yo y una chica más. Estoy resolviendo cosas todo el tiempo desde acá, pero como si estuvieras allá”.
El tema de tener los feriados y el huso horario norteamericanos fue lo más desafiante. “Allá son dos horas menos, que no parece mucho, pero de diciembre a marzo la diferencia es de 3 horas y trabajamos de 11 a 20. Y con respecto a los feriados, que en Estados Unidos son muy pocos en comparación con Argentina, negociamos que los días festivos de acá se trabajen con la modalidad home office para estar en casa o poder viajar a algún lugar”.
Soledad Arias, de 45 años, trabajó dos años haciendo reclutamiento de perfiles tecnológicos para una empresa norteamericana. Se le acabó el contrato y debió buscarse otro trabajo. “No tenés vacaciones, no tenés aguinaldo, no te corre la antigüedad, estás en condiciones en las que el contrato te lo pueden rescindir cuando ellos quieran sin previo aviso… Ahora estoy trabajando para otra empresa, también de reclutamiento, que trabaja para Estados Unidos, pero estoy evaluando volver a la relación de dependencia porque no todo es color de rosa. Más allá de la estabilidad, te da un entorno, un equipo de trabajo, que es lo que me falta. Extraño la pertenencia”, resume.
Ignacio también añora el contacto: “Con el 99% de las personas con las que hablo están a través de una pantalla. Y se complica generar relaciones o tal vez es más difícil entender la metodología de trabajo porque somos bastante distintos –sostiene–. Hace un mes tuve la posibilidad de viajar para conocer al equipo y te das cuenta que al conocerlo en persona afianzás mucho más los vínculos”.
Blanco, director de la consultora Aliancers, asegura que ya hay “arrepentidos” de la primera ola de trabajadores remotos, muchos cesanteados de la burbuja tecnológica que, frente un mercado recesivo, expulsó trabajadores calificados: “Hay perfiles que hoy los llamás y no están dispuestos a resignar la seguridad para irse a trabajar para empresas de afuera porque te dicen que los norteamericanos no saben lo que es un despido, o argumentan que allá no existe la indemnización ni las licencias por maternidad, por ejemplo. De un día para el otro te bajan el acceso al sistema y andá a reclamarles algo. Es la otra cara de trabajar para afuera: la protección legal no siempre está”, concluye.
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