Esta nueva forma de entrenamiento no convencional rescata herramientas de culturas antiguas para trabajar la movilidad, la flexibilidad, la fuerza y la resistencia
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“Después de muchos años de realizar distintas formas de entrenamiento, como el ciclismo, el yoga, el funcional o el running, puedo decir que finalmente encontré mi santo grial del training”, dice Felipe Goetz, de 41 años, que tres veces por semana se acerca a los lagos de Palermo para participar de clases de “Indian Clubbs & Maze Swinging” o, abreviado, “swinging”: una forma de entrenamiento no convencional –hasta ahora poco difundida en la Argentina–, que se basa en la realización de movimientos circulares en los que se emplean distintos elementos. La idea es trabajar la movilidad, la flexibilidad, la fuerza y la resistencia.
“Se trata de un conjunto de habilidades de movimiento heredadas ancestralmente, que tienen la capacidad de conferir una salud robusta, antifrágil, sustentable y duradera a largo plazo, promoviendo una longevidad funcional –explica Octavio Mármol, de 62 años, que instruye esta modalidad de entrenamiento no convencional–. El origen de sus movimientos se encuentra en Persia, en la India y en los países nórdicos fundamentalmente. Incluso muchos de los ejercicios se pueden ver en grabados de hasta 3000 años de antigüedad”.
Los movimientos a los que hace referencia dibujan en el aire formas pendulares, circulares, rotacionales y helicoidales, a partir del uso de distintos elementos. Estos no son otros que diversas formas de clavas, mazas, bastones y sogas.
“Son herramientas que aparecen en distintas culturas y que responden a una de las dos cosas para las que está diseñado el cuerpo humano (además de para la marcha bípeda), que es lanzar un objeto por sobre la altura del hombro y por debajo del hombro. De ahí deriva el movimiento de lanzar un palo o lanza para cazar un animal, que luego dio lugar a distintas herramientas que se emplean con ese movimiento: una espada o una maza, entre otros”.
Minimalista
Elementos como las clavas indias fueron adoptadas por el imperio británico en la era victoriana, que modificó su diseño y las adoptó para el entrenamiento militar de sus tropas. Presentes también en la gimnasia artística, hoy son recuperadas por el swinging como uno de los elementos centrales de sus rutinas de entrenamiento no convencional.
Esta disciplina abreva además de una filosofía minimalista, que insta a emplear el mínimo posible de elementos, y escapar así a la lógica del mercado del fitness. “Bastan unas clavas, por ejemplo, para entrenar todo el cuerpo y realizar todos los movimientos de movilidad, flexibilidad, fuerza y resistencia”, asegura Octavio, y agrega: “Su práctica resulta desafiante, estimulante y entretenida mentalmente”.
Felipe, que lleva ya más de un año entrenando bajo esta modalidad, coincide: “Cuando estás haciendo el entrenamiento lo disfrutás, y a pesar de que muchos de sus ejercicios implican realmente un esfuerzo físico muy grande, en ningún momento sentís que es algo que estás padeciendo”.
Restablecer habilidades
“El objetivo de esta disciplina no es otro que restablecer la habilidad de movimiento, la fuerza funcional real aplicada, la movilidad y la flexibilidad articular, la resistencia y la flexibilidad, la estructura y postura corporal, estimulando la bilateralidad y la coordinación motriz”, enumera Octavio Mármol. Un aspecto central es que se hace al aire libre e, idealmente, descalzo: “buscamos volver a entrenar en la naturaleza, en contacto con el suelo”.
“El primer bloque de una rutina está conformado por ejercicios de movilidad y flexibilidad con clavas indias, en el que aplico protocolos de entrenamiento victorianos –describe Octavio–. Después pasamos a un trabajo con soga, donde levantamos las pulsaciones y hacemos un trabajo más metabólico”.
Vale aclara que el uso de la soga no implica el clásico “saltar la soga”, sino que se usa como elemento para generar movimientos pendulares y circulares. “Después sumamos la maza para ejercicios de fuerza. Realizamos los llamados ejercicios del herrero, del granjero, del constructor, en los que se imitan gestos que el hombre naturalmente hace en distintas actividades”, menciona Octavio.
Un claro ejemplo de ello es el “ejercicio del cavador”, que emula el movimiento que se realiza con una pala al cavar, pero en lugar de una pala se emplea una gada, que es una varilla de caña que en uno de sus extremos tiene una bola de piedra o cemento.
Con sus rutinas de movimientos ancestrales, el swinging propone una “salud robusta”, evitando el riesgo de lesiones (articulares, musculares) que se asocian al sobreentrenamiento, y buscando mantener la movilidad aun en edades avanzadas.
“Antiguamente, el ser humano no tenía edad jubilatoria: los ancianos seguían haciendo sus tareas, en todo caso con las limitaciones que pudieran tener por alguna afección en particular, pero seguían trabajando y moviéndose como cualquier otra persona. Este modelo de entrenamiento no convencional busca recuperar esos movimientos y las herramientas que utilizaban, para promover un estado de salud a través de los años, una longevidad funcional”, dice Octavio.
Y concluye: “La buena postura, la sensación de poder, de fuerza, de flexibilidad y de agilidad, y de dominio del cuerpo son los primeros síntomas de este entrenamiento”.
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