Con 110 años de historia, actualmente es conducida por mujeres
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Detenerse enfrente a la casa Maidana y contemplar los sombreros exhibidos en la vidriera de la avenida Rivadavia 1923 es encomendarse en un viaje en el tiempo. Ese, el del itinerario imaginario, que inicia en la Buenos Aires de la Belle Epoque, continúa por paisajes diversos, citadinos, y también rurales, durante todo el siglo XX, para luego volver al presente y a la pregunta por la vigencia del oficio artesanal. “Venimos desde que nacimos”, dicen, estoicas, las hermanas Adriana y Silvia Maidana, quienes, junto a su mamá, Manola, sostienen el legado de Jorge, su padre, fallecido en 2018. Y un dato para nada menor es que ellas conforman la primera generación de mujeres al mando de la firma que, con 110 años de historia, sobrevivió a reiteradas crisis económicas, inesperadas transformaciones sociales y culturales, incluso a la más reciente e inédita pandemia del Covid-19.
El local inicial, fundado por su bisabuelo napolitano, estuvo ubicado sobre la calle Victoria (hoy Hipólito Yrigoyen) hasta que se mudaron a otro lindero al actual, inaugurado en 1968, en el barrio de Congreso. Allí funciona el taller, también el salón de venta y el puesto de modelado a la vista de los clientes. En el mismo lugar donde se advierten las vitrinas llenas de productos y sobresale el rincón en el que Maidana solía fotografiarse con los admiradores del arte ancestral del sombrero ¿En qué consiste? Primero hay que elegir una cloche (“campana” en francés) de fieltro, que después se lleva a la horma y se trabaja con vapor de acuerdo a la forma que se le quiera dar a la pieza. Ahí se estira hasta que llega a la base y se deja estacionar durante veinticuatro horas. Pasado ese tiempo, se plancha el ala, y se corta según la medida que corresponda. Luego se prepara el tafilete, la cinta, y el barbijo o la retranca para sujetarlo atrás. Esto último se hace con los diseños que se usan en el campo. Posteriormente, se cose a mano y se trabaja en el sector de modelado. Finalmente, se deja orear y secar, ya sea para ser guardado o para destinarlo directamente al comprador. Hacer un sombrero puede llevar entre cuatro días y una semana.
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“Legítimo, creación Maidana”, expresa la etiqueta negra en letras blancas, ilustrada con un caballo salvaje, que se incluye en el interior de justamente “Corazón de potro”. Ese es el nombre del hit del negocio, el modelo pergeñado en la década del 70 como insignia para los miembros de la Asociación de Criadores de Caballos Criollos. También es posible encontrar los de tipo Panamá y Bombin, además de una variedad de boinas, gorras y los que se usan para la lluvia, entre otros. Tan útil (protege del sol o el frío) como ornamental (puede acompañar un ambo o una vestimenta informal) el sombrero constituyó -y lo sigue haciendo- un rol central en la historia de la vestimenta. Y aunque las Maidana destacan que así como hubo un momento en el que dejó de usarse cotidianamente, también se dio un retorno en los años 80, en coincidencia con una mayor frecuencia de argentinos que viajaban al exterior y notaban el uso expandido, no solo en las grandes urbes, sino también en los pueblos. Acá, es habitual llevar el denominado Fedora, indiscutido para los hombres que bailan tango, además del tipo Campero que no es otra cosa que una resignificación del Sevillano.
¿Qué sucede en estos tiempos? “Hay un revival en cuanto a la edad y el hombre, de treinta y pico o cuarenta, se anima”, señala Silvia. “Vino una moda más informal, un saco y un pantalón de jean, combinado con un Chambergo, queda espectacular”, añade. Esa tendencia se suma al ejercicio aspiracional que traen las ficciones vistas en la pantalla chica (y en la proliferación de las redes sociales) que volvieron a poner en escena ese accesorio. Algunos clientes acuden en busca de una gorra para emular al mandamás Tommy Shelby o a sus hermanos, protagonistas de la serie “Peaky Blinders”. Algo parecido pasa con la francesa “Lupin” (basada en las aventuras de Arsène Lupin, un personaje creado por Maurice Leblanc) quien también lleva una gorra inspiradora, aunque de estilo diferente a la de los gángsters británicos. Mientras, otros van al encuentro de un sombrero de ala ancha, el nombrado “Pie” (parecido al Campero que se usa acá), como el que porta el personaje Walter White en la popular “Breaking Bad”.
Y a los recién llegados, los preceden los históricos: el capocómico Alberto Olmedo, el actor Duilio Marzio, incluso el cantante Rodrigo Bueno tuvieron su paso por el local. Además de celebridades como Imanol Arias y Rod Stewart quienes también llevaron las creaciones de Maidana. E inevitablemente, y dada la cercanía al palacio del Congreso de la Nación, desde el vamos, la marca contó con clientes de distintos bloques políticos. Entre ellos, el dirigente socialista Alfredo Palacios llevaba sus sombreros para hacerles mantenimiento, y los presidentes Arturo Illia y Fernando de la Rua fueron asiduos compradores. En tiempos más recientes, el candidato a senador por Córdoba Luis Juéz y Carlos Corach, ministro del interior en la década del 90. Y aunque se trata de diseños para hombre, tampoco faltaron Norma Morandini, Alicia Castro y Graciela Camaño. ¿Cuál es la mayor satisfacción? “‘Honrar la memoria de mi papá” concluye Adriana.
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