Hasta hace pocos años, la ANCAP (la empresa estatal reconocida por sus estaciones de servicio) producía las bebidas alcohólicas más populares; hoy, del otro lado del Río de la Plata se beben 1,77 litros per capita por año
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A muchos de quienes visitan Uruguay seguramente les habrá llamado la atención el lugar de preferencia que ocupa el whisky por sobre otras bebidas alcohólicas. Allí el destilado dice presente en diferentes situaciones de consumo en las que el argentino suele beber vino, cerveza o un aperitivo: la previa del asado y las picadas, pero también el evento empresarial y el cumpleaños de 15. No por nada Uruguay es, después de Francia, el segundo país con mayor consumo per capita de esta bebida, con 1,77 litros por persona por año (el top five elaborado por la consultora Euromonitor se completa con EE.UU, Australia y España).
El origen de esta costumbre no es del todo claro. Aunque hay muchas evidencias que sugieren que los beneficios impositivo a los destilados locales y la participación del Estado uruguayo en la producción de destilados colaboraron con sellar el vínculo entre el consumidor y esta bebida cuyas raíces se remontan a Irlanda y Escocia.
Ancap, la empresa estatal destinada a la refinación y distribución de combustible en Uruguay, fue durante décadas un gran productor de whisky. Con marcas como Mac Pay o Añejo, ofrecía a precios accesibles destilados cuya inocuidad estaba garantizada por el Estado –algo no menor en la primera mitad del siglo pasado, donde las espirituosas de producción ilegal eran moneda corriente–. Incluso el propio Estado hacía publicidad de estas bebidas, algo impensado en estos días.
“En el caso del whisky, se vivió un gran éxito comercial y entre 1960 y 1970 las ventas crecieron de tres mil litros a 332 mil entre las dos marcas: Añejo, que se hacía con maltas uruguayas, y Mac Pay, con maltas escocesas”, puede leerse en la sección Institucionales de la página web de Ancap.
Pero, ¿qué llevó a una empresa estatal a producir whisky (entre otros destilados, como grappa, caña o ron)? “Hace más de cien años que el estado uruguayo se propuso inventar un carburante nacional en base a alcohol. Nunca lo logró y en su lugar terminó fabricando whisky”, escribió el periodista uruguayo Leonardo Haberkorn, en su artículo “Whisky Ancap: una metáfora del desarrollo latinoamericano”.
Todo comienza durante la segunda presidencia de José Batlle y Ordóñez (1911-1915), quien en 1912 crea el Instituto de Química Industrial con el objetivo de desarrollar un “carburante nacional” en base a alcohol. Ya entonces, era un problema reconocido la inexistencia de reservas de petróleo en tierra charrúa. Para Batlle y Ordónez la respuesta estaba en el alcohol: un producto al alcance de la mano, dada la importante producción agrícola de ese país, capaz de aportar la materia prima para al destilación.
De hecho, relató Haberkorn, “en 1923 se hicieron diversos ensayos exitosos: el auto del propio presidente Batlle y Ordóñez, un Renault, y los de otros importantes políticos (un Buick, un Ford y un Studebaker) fueron movidos con un carburante local que mezclaba alcohol y nafta en mitades”.
Made in Paysandú
La búsqueda de un “carburante uruguayo” es retomada en 1931 con la creación de Ancap, cuya sigla –Administración Nacional de Combustibles Alcohol y Pórtland– deja en claro los tres monopolios que asumió el Estado uruguayo: la rectificación y venta del petróleo y sus derivados, el cemento Pórtland, y el alcohol.
“Cuando se creó Ancap, se le volvió a encomendar que desarrollara un combustible uruguayo que, basándose en el alcohol, fuera capaz de sustituir al petróleo –escribió Haberkorn–. Como esas investigaciones se suponían caras y deficitarias, se tuvo una idea explosiva: que Ancap fabricara bebidas alcohólicas cuya venta dejara ganancias que permitieran financiar el desarrollo del carburante nacional”.
Lo cierto es que el desarrollo del carburante nacional no se concretó. ¡Pero la producción de destilados fue un éxito! Vale recordar que Ancap comienza a producir destilados en los años inmediatos al fin de la Ley Seca (1920-1933), momentos en que muchas naciones buscaban formas alternativas para abordar problemáticas en torno a las bebidas alcohólicas, como el contrabando y la falsificación.
“Ante el fracaso de la Ley Seca, muchos países decidieron buscar otras formas de combatir el contrabando de bebidas sin controles de ningún tipo, entre las que se cuentan bebidas falsas con componentes peligrosos para la salud –explicó Héctor Bajac, ex gerente general de CABA, la compañía productora de bebidas alcohólicas que surgiría en los 2000 a partir de Ancap–. Muchos países, entre ellos Uruguay, decidieron producir bebidas genuinas y venderlas a precios baratos de manera de que no haya espacio en el mercado para el contrabando. Esto permitió que en Uruguay desapareciera la falsificación de bebidas alcohólicas”.
Además, agrega Bajac, “Ancap y los demás productores nacionales también recibieron una protección impositiva: sus bebidas pagaban un impuesto mucho más bajo que las importadas”.
Como resultado, marcas de whisky uruguayo como Añejo o Mac Pay experimentaron un crecimiento de ventas en las décadas de los 60 y los 70. Originariamente, dice Bajac, “Mac Pay se llamaba Whisky Ancap, que es el peor nombre que puede tener un whisky, como si en la Argentina hubiera un whisky YPF. Luego pasó a llamarse Mac Pay. Mac para que pareciera escocés, y Pay por Paysandú, que es donde estaba la destilería”.
Accesible, el whisky nacional logró dominar el mercado por décadas. Por fuera de Ancap, nacieron y lograron masividad marcas uruguayas como Old Times o Dunbar, entre otras. Incluso el argentino Criadores tuvo mucho éxito en la otra orilla, gracias a que gozaba de un régimen impositivo similar al de los productos uruguayos.
Los whiskies locales llegaron a concentrar el 77% del mercado, pero luego retrocedieron debido a varios factores –como la desaparición de los beneficios impositivos, un dólar barato y la mejora en los salarios reales– que hicieron que en el nuevo milenio su peso desapareciera en manos de los whiskies importados. Tal es así que en 2018 Ancap decidió cerrar CABA, su subsidiaria para la producción de bebidas alcohólicas. Las estadísticas más recientes señalan que los whiskies uruguayos hoy representan menos del 40% del mercado de esa bebida.
Pero, ¿qué tan determinante fue el rol del Estado como productor para que el whisky sea protagonista de la vida social en Uruguay? “Pienso que alguna influencia tiene que haber tenido que el Estado lo fabricara y lo promocionara. Y más con lo que significan el Estado y las empresas públicas para los uruguayos. Ancap es un tótem sagrado”, respondió Leonardo Haberkorn.
Héctor Bajac disiente: “No creo que haya sido Ancap el responsable de que en Uruguay se tome más whisky que en otros países. Creo que son otras tradiciones las que están detrás, como las relaciones con Inglaterra u otros vínculos. De hecho uno de los whiskies más consumidos en Uruguay era Criadores, que venía de Argentina, pero que tenía un beneficio impositivo que lo asimilaba a los whiskies nacionales”.
Para Bajac, “las cifras que señalan incrementos en la producción de whisky de Ancap no hablan de que entonces el uruguayo haya comenzado a beber más whisky, sino de que haya reemplazado el consumo de destilados clandestinos por destilados genuinos que se vendían al mismo precio”.
Johnnie en la otra orilla
“Es raro, porque al igual que los argentinos, prácticamente somos en su mayoría descendientes de españoles e italianos. Y los ingleses vinieron recién con el ferrocarril. En función de eso uno pensaría que el vino o vermut deberían ser más fuertes, pero culturalmente hay un arraigo muy importante al whisky, que no sé de dónde proviene”, opinó Richard Ausan, sommelier uruguayo experto en whisky.
Y agregó: “Quizás no tenemos los mejores hábitos de consumo de esta bebida. Porque generalmente la tomamos antes de comer, como cuando estamos preparando un asado. En Uruguay siempre al lado de la parrilla hay una botella de whisky. También está en las fiestas de casamiento, en los cumpleaños de 15 o en los eventos empresariales, donde los vasos se llenan y se le pone mucho hielo”.
Sin embargo, advirtió el experto, “en la última década el whisky local fue dejando lugar al importado, y hoy el consumidor está dispuesto a pagar por destilados de mejor calidad. Incluso hay un nicho de consumo de productos importados –no solo escoceses, sino también japoneses, irlandeses y norteamericanos–, en el que entran los single malt o los de productores independientes, que está creciendo. Hay cambios en su consumo”.
Al mismo tiempo, las tradicionales whiskerias uruguayas siguen convocando a sus parroquianos que beben whisky después de una jornada de trabajo. Esa postal, urbana o incluso rural, sigue vigente.
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