Referente en cortes y peinados, analiza las cabezas de los políticos y qué sucede con los looks de las argentinas en medio de la crisis
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Creador de melenas icónicas, adorado por modelos y actrices, el estilista Sergio Lamensa se asume un poco de vuelta de todo. Él, que dejó su huella en los años 90, asegura que jamás aceptó peinar a nadie del poder y analiza las cabezas pospandemia y los nuevos hábitos en tiempos de crisis. “Cambió todo. Ya no hay fiesta ni plata, así que debemos adaptarnos a otro mundo. Yo a mis clientas fieles no las abandono. Si noto que desaparecen, las hago llamar y no les cobro, o les digo que paguen lo que puedan”, dice quien peinó a modelos internacionales como Naomi Campbell y Kate Moss; responsable de los looks de Leticia Brédice, Carla Peterson, Dolores Barreiro y Dolores Fonzi.
Simpático y consciente de su fama de ermitaño, Lamensa cuenta que su amor por el oficio empezó a los siete años, cuando visitaba a su tío peluquero, que tenía un gran local en Villa Crespo. Él y su “nono” Bautista, que fue quien lo crio, se transformaron en faros de su vida. Uno por su oficio y el otro por esa estampa de dandy que hasta el día de hoy recuerda con fascinación.
–Siempre se te ve guapo. ¿Te ofrecieron modelar?
–Bueno, algo así. Pasó cuando empecé a trabajar en moda y también estando en Milán, donde hice varios desfiles. Me dijeron algo, pero nunca les di bolilla; no es lo mío. A mí me gusta hacer lo que hago. Disfruto estando del otro lado, pensando, creando. Me fascina esa cosa de la metamorfosis, encontrar la mejor versión de las clientas.
–¿Tuviste alguna prueba de fuego?
–Mi primera tapa en Para Ti, que se dio medio por casualidad, o destino. La productora de moda de la revista vivía en el edificio donde yo trabajaba. Siempre venía a peinarse y quedábamos en que yo iba a ir a la redacción, pero no se daba. Yo lo pateaba porque me daba cosa. Hasta que un día les faltó un peluquero y ella prácticamente me arrastró. Era junio, plena lluvia. Fui y me tocó una modelo uruguaya con un pelo dificilísimo. Creo que bajé 20 kilos de los nervios, pero quedó increíble. A partir de entonces, hice cientos de tapas y producciones. Hasta que llegaron los desfiles.
–Y luego llegó tu sociedad con otro estilista, Diego Impagliazzo, que fue un éxito.
–Sí, la idea surgió en un desfile. Pero no estaba planeado como peluquería sino que queríamos un espacio para compartir juntos. Atendíamos a muchas famosas, era simplemente armar algo canchero, pero sin la responsabilidad de hacer una peluquería tradicional, con horarios y empleados. La cosa es que Diego alquiló el lugar, ¡pero era enorme! Fue un delirio, pero un delirio que funcionó a lo loco, que hizo historia. De golpe nos empezaron a hacer millones de notas, nos tocaban timbre. Fue mágico.
–Terminaste peinando a las supermodelos. ¿Cómo llegaste a Kate Moss o Naomi Campbell?
–Porque todo fue una locura de viajes, contactos. ¡Eran los 90! Yo venía haciendo editoriales, pero después llegaron las campañas de la mano de Gabriel Rocca. Fue impresionante; todas las marcas que había en la Argentina las hacíamos nosotros. Viajé por todo el mundo. Y en el interior era alucinante; nos recibían como a Madonna.
–¿Nunca te tentaste con expandirte, usar tu nombre en otras ciudades?
–No, porque yo soy muy controlador y perfeccionista. Me cuesta delegar.
–¿Te definís como antisocial?
–Es que me cansaron los eventos; ya fue todo eso. La he pasado bien yendo, peinando, riéndome en el back. Pero ya está. La verdad es que soy medio vago, me da fiaca; siempre me tiró la casa.
–¿Cómo ves las cabezas de las argentinas hoy?
–Los hábitos cambiaron con la crisis. La que se peinaba y teñía ahora solo se tiñe. Muchas mujeres se arreglan solas y eso se nota. Yo tengo gente de muchos años y asumí una política de emergencia. No todas, desde ya, pero las clientas reales de toda la vida, si tienen un problema, se atienden igual. Pagan lo que pueden; es una etapa que habrá que atravesar. También doy consejos. Si me preguntan qué se pueden poner yo les anoto, les mando un WhatsApp. Creo que son tiempos para dar una mano. Entre la pandemia y esta crisis económica la caída es estrepitosa. Nunca he visto tanta dejadez.
–Se habla mucho del pelo largo de Karina Milei. ¿Se lo cortarías? ¿Le harías un recogido?
–Y, a mí me parece que es bastante hippie, ¿no? La veo muy setentosa. Le arreglaría en calidad y lo cortaría un poco. Si a ella le gusta largo, está bien. No me meto con esas cosas. Pero ese pelo debería ser tratado para que luzca lindo. Y el color lo dejaría rubio, pero un poco más natural.
–¿Y el Presidente? ¿Qué te parece eso que dijo, que se seca el pelo bajando la ventanilla del auto?
–Bueno, a él le gusta así, todo revuelto. Me parece que es como la hermana, medio salvaje. Pero lo digo en el buen sentido. Me refiero a que les gusta lo que les gusta y se terminó. Yo no intentaría un Milei clásico. Por supuesto me gustaría que luzca más prolijo, pero creo que no le importa. Me parece que le tira el rock, lo dejaría con esa onda, pero con el corte bien hecho. Que uno advierta que el peinado está pensado a propósito y no que es el fruto de un secado a ventanilla.
–¿Aceptarías atenderlo si te llama?
–No, jamás me metí con políticos. Nunca tuve contacto con ninguno, y eso que me llamaron todos. No me interesa. Mientras estén en el poder, conmigo no. Además no tengo tiempo ni ganas de estar detrás de ellos. Eso no es para mí. Siempre que me lo propusieron mi respuesta fue que no les voy a servir. La verdad es que hay gente que terminó muy mal por tratar con gente vinculada al poder.
–¿Qué tiene Trump en la cabeza? Es otro personaje llamativo.
–Ese color zanahoria es inexplicable. Pero por otra parte le dio una identidad. Si pensás en una cabeza rarísima te aparece este hombre [risas]. Es gente que no tiene intenciones de cambiar nada, no les importa.
–¿Se impondrán las mujeres silver [con canas]?
–Eso funcionó por el tema de la pandemia. Tengo clientas que hasta el día de hoy siguen blancas de canas, que decidieron dejárselas. Pero a muchas les saqué la idea, rotundamente. Porque no hay que ser hipócritas, no a todas les queda bien. Y menos si el pelo está largo. Tenés que tener un estilo muy especial, estar constantemente lookeándote y saber qué colores usar en la cara y en la ropa. Por lo tanto es más trabajo idear toda esa imagen que teñirte y dejarte de hinchar. Yo sostengo que pelo blanco no es para todo el mundo.
–También persiste el “look susanesco”, ¿no?
–Absolutamente. Susana Giménez influyó muchísimo en las argentinas. Pasan las generaciones y sigue eso del pelo decolorado y largo. Obviamente que ya fue, y es peor si está mal cuidado o no da con los rasgos de la mujer. Pero a esta altura… Con esta realidad angustiante, que sean felices. Yo me muero antes de hacer sentir mal a alguien.