La Angélica, cerca de Concordia, en Entre Ríos, vivió años de prosperidad con la cría de ganado holandés de una de las mejores genéticas del país, pero luego de muchos años de abandono, se reconvirtió para recibir visitantes
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Valeria Russo Marco tenía 17 años cuando falleció su papá. En ese momento, decidió dejar sus estudios en Concordia, Entre Ríos, para volver al campo de su familia y cuidar de su abuela que estaba enferma.
El lugar, llamado Establecimiento La Angélica, tenía unas 3 mil hectáreas sobre la RN 015, a unos 16 km del centro de la ciudad de Concordia. Su abuela, Vacía Manuela Genoveva (“Beba”), lo mantenía gracias al arrendamiento y la venta de tierras. Lejos estaba de tener el esplendor de años anteriores, cuando la familia se dedicaba a la cría de ganado holandés con una de las mejores genéticas del país.
En aquel momento, los animales de La Angélica no solo competían en exposiciones, sino también se utilizaban para producir leche y yogurt. Todos las materias primas eran de primera calidad, incluso las esencias para los diferentes sabores que se traían desde Europa.
Años antes de que Valeria volviera, La Angélica había entrado en quiebra por cuestiones políticas y familiares. Las actividades que se desarrollaban dejaron de ser rentables y las instalaciones productivas quedaron prácticamente abandonadas. En 2010, Valeria heredó formalmente las tierras y, con ayuda de su marido Martín Campopiano, empezaron a recuperar la identidad del lugar.
El primer proyecto que tenían en mente era transformar la estancia en un lugar de hospedaje. “Todo fue reciclado. Por ejemplo: de un galpón que se cayó, sacamos las cabreadas para hacer puertas. La esencia del lugar es que los visitantes duerman en una habitación que antes era el depósito de yogurt o en la que era la casa del capataz”, cuenta Valeria Russo Marco.
Una de las ideas fundamentales era rescatar la historia. Así empezaron a buscar registros de la estancia y descubrieron que, antes de ser de los Russo Marco, La Angélica perteneció a la familia de Justo José de Urquiza, que la bautizó con ese nombre por una de sus nietas.
“Sabíamos que el lugar era un diamante en bruto y tomamos la mejor decisión de nuestras vidas. Si bien la podríamos haber vendido, decidimos recuperar parte de la historia y del patrimonio familiar de Vale”, dice Martín, esposo de Valeria y papá de su hijo Valentino. Sin muchos recursos, tuvieron que pedir plata prestada, créditos y hasta vender algunas hectáreas para poder reformar la estancia.
“Para mí, el proyecto significó dar vuelta la taba de alguna manera, romper con años de mala suerte y abandono”, agrega Valeria.
El primer paso fue abrir el lugar al turismo. En 2018, decidieron empezar con cuatro casas de campo para alojamiento. “Cuando nos sentamos a armar la idea, lo pensamos con mucha proyección porque veíamos que el lugar tenía mucho potencial”, expresa Martín. A esa primera apertura, le fueron incorporando otras propuestas como días de campo con cabalgatas, senderismo y observación de aves; eventos, talleres temáticos y visitas educativas. Un punto clave fue cuando decidieron ofrecer desayunos caseros a los visitantes.
Sabor original
Allí fue cuando aparecieron Jorge y Analía, que trabajaron en la época dorada de La Angélica. “Ellos venían cuando eran chicos. Conocían a mi abuelo y a mi papá. Jorge nos indicó en qué sector del campo se elaboraba el yogurt”, detalla Valeria. Con la experiencia de Jorge y Analía, y la fórmula original del yogurt que había heredado de su abuela, se propusieron volver a producir.
“Al probar el primer vaso fue muy emocionante. Fue reencontrarme con muchos sentimientos de mi niñez, con el sabor de mis abuelos”, dice Valeria, que hacía varios años que no tomaba yogurt ni leche porque su cuerpo no los toleraba.
Meses después produjeron la primera tanda de dulce de leche. “Con estas recetas te das cuenta que los productos son especiales. No tienen ningún conservante”.
Hoy, La Angélica produce yogurt artesanal y natural que sirve en los desayunos y vende a los visitantes. Hay natural, de vainilla, de frutilla y de frutos del bosque que se elabora con pulpa que ellos mismos compran a productores locales.
“Nosotros somos curiosos y un poco obsesivos. Sabíamos que había mucho potencial, pero también había mucho abandono. Con esfuerzo, logramos darle forma”, dice Martín.
Junto con el trabajo de la recuperación de las actividades originales de la estancia, Valeria y Martín están concentrados en convertir el campo en una reserva natural. Un pequeño sector está formado por un pequeño palmar yatay que forma parte de una red global de protección. También tienen la intención de construir un centro de interpretación donde se pueda poner en valor tanto la riqueza histórica como cultural del lugar.
“Conocer para querer y querer para conservar” es el leitmotiv del lugar. El cariño por la historia está reflejado en cada uno de los rincones de La Angélica con algunas fotos y objetos que pertenecieron a su pasado. La intención de conservar el lugar está en la constante preocupación de la familia por intentar cuidar las diferentes especies que crecen en sus tierras. Según un relevamiento, La Angélica es el hogar de más de 100 aves autóctonas.
“Si no hubiésemos tomado la decisión de no venderla, seguro se hubiese perdido todo”, finaliza Valeria.
Datos útiles
Cómo llegar. El establecimiento La Angélica está ubicado en el kilómetro 10,5 de la RN A015, en Concordia, Entre Ríos.
Actividades y alojamiento. Tiene 4 casas de campo para alojar de 3 a 10 personas. También se pueden disfrutar de días de campo y almuerzos campestres. Más información: https://establecimientolangelica.com
Contacto. WA: 54 9 3456 26-7596; Ig: @establecimientolangelica
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