Arquitecto e interiorista ganador de cinco medallas de oro en Casa FOA, quiere convertir el mítico hotel en un hito del diseño argentino
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Las fiestas familiares, las salidas importantes, el té en el salón, el tradicional puchero en el restaurante Grill. Y, ya de grande, un trago en el bar. Para Martín Zanotti (51) el Plaza Hotel es parte de la banda de sonido que resuena desde su infancia. Cuarta generación de arquitectos, el ex vecino de uno de los íconos de Buenos Aires ganó el concurso privado para ponerlo en valor a partir de una estrategia que apela a su propia memoria emotiva. El interiorista asume el desafío de devolverle al Plaza el glamour y el brillo del primer cinco estrellas de la ciudad. Una joyita de 1909 que hace cinco años está cerrada y atesora buena parte de la historia social, política y artística de Buenos Aires.
“Me juego todo a la austeridad, que es el nuevo lujo, una estrategia para recuperar la elegancia carente de ornamentos y devolverle al Plaza su lugar en el podio del encuentro social de los porteños”, señala el arquitecto de varias coronas europeas que, por contrato, no puede revelar detalles. Lo que sí puede anticipar es una de las tareas que más le entusiasma de la intervención: la recuperación de los murales del Salón Colonial con motivos gauchescos.
“En invierno llegaba la familia de mi madre desde el Sur para pasar temporadas en este hito urbano. Los tengo grabados, como a las mayólicas azules del Grill que son espectaculares”, recuerda Zanotti, que convocó a artesanos, diseñadores y artistas argentinos en esta cruzada. Entre ellos, Inés Raitieri, artista textil y bordadora, que ya está trabajando con el telón que ambientará uno de los salones. Zanotti sueña con convertir al Plaza en un hito de vanguardia del diseño y el arte argentinos.
Sello propio
Después de competir con sus propios maestros, Zanotti fue elegido para imprimir su sello en el nuevo interiorismo, paisajismo y diseño de iluminación del emblemático hotel de Retiro, propiedad de la familia Sutton Dabbah, dueños también de los hoteles Alvear Palace, Alvear Art, Alvear Icon y Galerías Pacífico.
Con terrazas verdes que atraerán mariposas y aves gracias al sembrado de especies nativas, el arquitecto también dotará al nuevo edificio de un gran hall donde la protagonista será una escalera escultórica en espiral diseñada en mármol blanco, bronce y estuco recuperado del edificio. “El hotel cuenta con protección patrimonial ya que integra el Área de Protección Histórica de la zona, junto al Kavanagh y el Palacio Paz, entre otros. Por eso la obra implica un cuidado extremo. Hay sectores donde no se puede tocar ni cambiar nada”, refuerza Martín, ganador de cinco medallas de oro en distintas ediciones de Casa FOA y autor, entre otros, de la restauración del Hotel Intercontinental y la estética integral de Polo Dot, Le Parc Punta del Este III y IV (en proceso).
Entre las intervenciones realizadas en el Plaza, hay una que viene a cuento por el contexto mundialista. Para aumentar la capacidad se convocó en 1977 a los arquitectos Clorindo Testa y Héctor Lacarra, de cara al Mundial ‘78. Fue una de las últimas remodelaciones aplicadas al proyecto que levantó el arquitecto alemán Alfred Zucker para los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo. Su dueño, el empresario y banquero Ernesto Tornquist, murió antes de la inauguración. En homenaje al proyectista, las nuevas residencias que se levantarán en una de las alas se llamarán Zucker y estarán vinculadas al hotel a través de una calle interna, según el nuevo proyecto de arquitectura que lleva adelante el estudio BMA (Bodas Miani Anger y Asociados).
El relevamiento exhaustivo de los rincones del hotel, la procedencia de los materiales y las decisiones proyectuales que atravesaron la historia impregnan el entusiasmo de Zanotti por esta aventura que lo llevó a descubrir, por ejemplo, distintas aves fénix grabadas en espejos o como parte de los ornamentos: “Tornquist quería ponerle Fénix al Plaza”, asegura el arquitecto cuya pasión por la disciplina –”nunca jamás dudé de mi vocación”– está en su adn. Su bisabuelo, inmigrante suizo del Cantón del Tesino, fue un reconocido ebanista. En la Biblioteca del Congreso aún brillan sus trazos en la boiserie y las puertas. También, en el Concejo Deliberante y el Club del Progreso. Fue amigo de Hipólito Yirigoyen y tuvo 12 hijos.
“Cuando murió, los más chicos fueron criados por Gerardo Fernández Blanco, que se casó con la hermana mayor de mi abuelo. Era dueño de una librería de ejemplares viejos, incunables, que todavía sigue en pie, frente al Café de los Angelitos”. Zanotti mapea su propio árbol genealógico y llega a Oscar, el abuelo ingeniero que diseñó el tendido de la red de ferrocarriles nacionales y participó en La Trochita. De la rama paterna, su papá, Oscar Francisco, fue uno de los arquitectos de la primera camada de la UBA, cuando la carrera se cursaba en la Manzana de las Luces. “Construyó fábricas y frigoríficos”, destaca Martín, y recuerda que su papá le regaló los primeros juguetes Playmobil y bloques Rasti.
Todavía es pronto para saber si sus hijos Marc y Pierre, de 7 años, van a seguir sus pasos. Con su pareja, Diego Clavero, por ahora se limitan a encuadrar dibujos y retratos que bocetan los nenes. Decidido a inculcarles la educación tradicional que recibió de chico, Zanotti les enseña a poner la mesa y tender las camas: “Me educaron para almorzar junto a los albañiles de las obras en tablas de madera y sin cubiertos. Pero también para que sepa manejarme en un banquete real. En mi casa la fruta se cortaba con cuchillo y tenedor, y la cuchara no podía golpear el plato de la sopa. Claro que hoy los rituales se flexibilizaron y ya nadie come con tres cubiertos. Pero compartir las comidas con los chicos sigue siendo lo más importante para nuestra familia”, concede.
Interactuar e involucrarse con los clientes es su sello. Desde el proyecto macro a los micro detalles, como la elección del “jabón, el mantel y el perfume del ambiente. Estoy en todo, porque no trabajo de esto, vivo de esto”, destaca desde la sala de reuniones de su estudio, custodiado por una fotografía XL del Palacio Pereda, en blanco y negro, de Jorge Miño. “Me transmite una energía muy especial”, confiesa Zanotti, que estuvo a cargo de la curaduría de Diseño 1:1, la retrospectiva sobre otro maestro, Juan Azcue, que se realizó en 2019 en el Museo de Arte Decorativo.
“Me entusiasmo con los proyectos, me los apropio. Y eso me gusta transmitir. Con el Plaza me pasa eso y mucho más: conozco su esencia y me es esencial”, remata este verdadero artesano del detalle, las terminaciones y, ahora, al frente del rescate patrimonial de un rincón emblemático de Buenos Aires que forma parte de su entramado familiar.