Residuos Covid. Barbijos descartables amenazan el planeta
Una verdadera ola de barbijos descartables amenaza los océanos
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Conocedora de los mares del mundo, la regatista y ambientalista británica Ellen MacArthur presentó en 2015 un fatal informe en el Foro de Davos: para 2050 habrá más plástico que peces en el océano, dijo.
El resonante pronóstico ayudó a que millones de personas tomaran conciencia. El mundo pareció ponerse de acuerdo en declararle la guerra al plástico single use (bolsas, sorbetes, vasos y materiales descartables que usamos apenas minutos). Y justo cuando algunos se ilusionaban con un triunfo a favor de la naturaleza, apareció un cisne negro en forma de pandemia para borrar de un plumazo el esfuerzo colectivo.
Esenciales para protegernos del coronavirus, a su vez los barbijos, guantes y otros elementos sanitarios descartables –los especialistas ya los denominan “residuos Covid”–, están desencadenando una silenciosa epidemia ambiental en los mares del planeta. Retomando la advertencia de MacArthur, semanas atrás desde Opération Mer Propre, una ONG europea, advirtieron que, de seguir a este ritmo, pronto habrá “más barbijos que medusas en el mar”. Por su parte, según un informe de Oceans Asia, solo en 2020 más de 1.500 millones de barbijos fueron desechados al mar, los cuales se suman a las 13 millones de toneladas de residuos plásticos que terminan en los océanos cada año.
“La preocupación por la crisis del plástico viene creciendo a nivel global, como así también una demanda social hacia los gobiernos y las empresas para tomar medidas decisivas”, dice a la nacion Verónica García, bióloga y especialista en ecosistemas marinos de Fundación Vida Silvestre. Y agrega: “Pero la crisis sanitaria hizo necesario el uso de elementos de protección descartables. En este contexto, es vital que se fortalezcan los sistemas de gestión de residuos como así también de la correcta disposición final por parte de los usuarios”.
Lo que hasta hace un año parecía un objeto exótico, reservado para el personal sanitario o para ciudadanos de remotas ciudades asiáticas, de pronto se convirtió en un ítem tan cotidiano como indispensable. En 2020 se fabricaron 52 mil millones de barbijos, según datos de Oceans Asia. El problema es que un solo ejemplar quirúgico contiene entre 3 y 4 gramos de polipropileno, uno de los plásticos más comunes. Y los tapabocas son solo la punta del iceberg: guantes, viseras, envases de alcohol en gel, bolsas y papel film, son todos parte de los “residuos Covid”. ¿A dónde van a parar estas toneladas de elementos descartables? La mayoría no son tratados correctamente y terminan en los ríos y en el océano, donde se convierten en microplásticos, impactando negativamente en el ecosistema marino –el 97% de las tortugas marinas atendidas en la Fundación Mundo Marino, en la Costa Atlántica, tiene plástico en su estómago– y también en nuestros propios cuerpos. “Los llamados microplásticos son partículas plásticas que, debido a la acción del mar y el sol, se fraccionan en pedazos cada vez más chicos”, explica García. “Los plásticos que desechamos no desaparecen por más que no los veamos: vuelven a nuestros organismos a través del agua y de la comida que ingerimos”, advierte.
¿Qué podemos hacer para detener esta verdadera ola de plásticos descartables que generó la pandemia? Un primer paso es repensar nuestros hábitos de consumo y elegir alternativas reutilizables por sobre las productos de un solo uso. En Argentina son cada vez más los emprendedores que desarrollan barbijos sustentables, que se pueden lavar y volver a usar. En Directorio Sustentable, una plataforma que conecta a productores con consumidores conscientes, se pueden encontrar proyectos inspiradores como el de La Coope Sustentable. “Trabajamos con fibras naturales y sin teñir. Todos nuestros productos son reutilizables y biodegradables para reemplazar a los descartables, como toallitas femeninas, envoltorios que reemplazan el papel film, o los barbijos, que tuvieron muy buena aceptación”, explica Paz Marenco, parte del colectivo integrado solo por mujeres. Y agrega: “Es urgente que abandonemos la idea de que podemos usar y tirar”.
Mientras esperamos la vacuna, otra carrera se desató entre los laboratorios y proveedores de productos sanitarios. Buscan desarrollar un material biodegradable de uso masivo como alternativa a los barbijos sintéticos. En Francia, por ejemplo, ya se venden tapabocas a base de cáñamo. En Filipinas promueven el abacá, un pariente del plátano, y en América Latina algunos están experimentando con prototipos hechos con residuos del café. Todo sea por evitar que la crisis sanitaria genere una crisis ambiental.
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