En sus calles conviven referentes de la gastronomía tradicional con propuestas modernas como los bubble tea; también es posible acercarse a la medicina oriental, comprar pescados de calidad suprema o visitar el templo budista
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Si bien no es uno de los 48 barrios oficiales de la Ciudad de Buenos Aires, el Barrio Chino es fácil de reconocer. Ahí están sus calles repletas de color, sus asociaciones y sus templos, los aromas deliciosos de sus restaurantes y los carteles escritos en mandarín. Cada fin de semana lo visitan más de 40.000 personas, convirtiéndolo en uno los paseos más populares de la ciudad. Un circuito de compras, gastronómico y cultural, que permite olvidar los arrabales porteños, para acercarse a dragones y mitologías orientales. Nacido hace más de 30 años, se divide en unas tres manzanas entre Juramento, Olazábal, Av. Del Libertador y Arribeños. Comenzó como punto de reunión de los inmigrantes taiwaneses llegados al país a partir de 1970, para sumar a partir de 2002 a los chinos que venían desde el continente. Hoy, más allá de las fuertes disputas políticas que existen del otro lado del mundo entre China y Taiwán, en este barrio ambas colectividades conviven, en especial a partir de las generaciones más jóvenes nacidas ya en Argentina.
Hablar hoy del Barrio Chino es hablar de gastronomía, de dumplings y sopas, de woks y salteados, de ingredientes innombrables, tés aromáticos y kioscos de ramen, como el flamante Orei. Tan fuerte es su impronta culinaria que incluso abren restaurantes por fuera de lo asiático, desde la pizza de Togni a los gin&tonics de Chintonería. Pero la importancia del barrio va más allá de la comida; estas pocas calles incrustadas entre Barrancas de Belgrano y Av. Del Libertador revelan un mundo distinto y de difícil acceso. De ese universo, de esa Asia lejana, rescatamos diez imperdibles para perderse un día en el Barrio Chino porteño.
1. El arco: la puerta de entrada
Ubicado en la esquina de Juramento y Arribeños, el arco es la entrada al Barrio Chino. Una estructura de 11 metros de alto que cubre el ancho de la calle Arribeños y se emparenta con otros similares de distintos barrios chinos del mundo (San Francisco, Londres, Montreal). Creado en 2009, su función va más allá de lo estético: es un regalo que la colectividad china realizó a Buenos Aires, muestra de agradecimiento por darle cobijo y una nueva nación donde vivir. Con sus dragones repartidos en los tres techos de tejas, y dos grandes leones a su costado, este arco da protección y sirve de escenografía obligada para las miles de selfies diarias que los visitantes se hacen en el barrio.
2. Royal Mansion: para probar dim sum al estilo cantonés
Abrió en pandemia, con un imponente local de dos pisos y ambientación elegante incluyendo grandes lámparas de color rojo, mesas laqueadas y sillas de un bellísimo tapizado señorial. Pero lo mejor de Royal Mansion es que trajo a la Argentina los dim sum al estilo cantonés. El término “dim sum” engloba distintas recetas servidas en pequeños bocados, a modo de un aperitivo o picada. En Royal Mansion gran parte de la carta –que para facilidad occidental suma fotos de cada plato– pertenece a esta categoría, incluyendo delicias como los siu mai (raviol abierto de cerdo al vapor), el mondongo de cerdo al curry, los dumpling de camarones o las bolitas de arroz glutinoso rellenas de cerdo frito. En Mendoza 1598
3. Casa China: productos variados y pescados de calidad
“Los primeros en el barrio”, advierten desde Casa China y con razón: con unos treinta años de trayectoria, Casa China iluminó la cara de cocineros argentinos y de la propia colectividad china y taiwanesa, trayendo productos que eran imposibles de conseguir. Entre sus dos locales (a los que sumó un bazar) ofrecen desde bebidas importadas (sakes, jugos, cervezas) a infinitas salsas orientales (soja, de pescado, pastas de poroto), además de especias, curries, hongos secos, legumbres, verduras, fideos, arroces y más. Su pescadería atrae a restaurantes (suele haber lisa, besugo, corvina, pescadilla, salmón, trucha, palometa, anchoa) y suma una carnicería de 100% cerdo. Un tip: para pescados, conviene ir martes y viernes, cuando hay más variedad. En Arribeños 2173 y Arribeños 2257
4. Liuming: medicina china
Medicina tradicional tao, acupuntura, digitopuntura, tai chi, kung fu, chi kung, danza china y más. Sobre todo este universo trabaja el consultorio escuela Liuming, coordinado por el maestro Liu Ming, formado dentro de la tradición taoísta. Ubicado en un departamento sobre la Av. Del Libertador, este lugar forma instructores y atiende pacientes según los preceptos de la medicina china. Es común ver cada fin de semana a sus practicantes de Tai Chi ejercitando en las Barrancas de Belgrano. En Libertador 6223
5. Oh Tea: el boom de los bubble tea
Jennie Lam nació en Hong Kong; Lucas Lu en China Continental: en Buenos Aires extrañaban el sabor de los bubble tea de su infancia, unos tés con leche endulzados y servidos con perlas de tapioca (bolitas gelatinosas de fécula de mandioca). “Jennie y Lucas encontraron este espacio, lo alquilaron y comenzaron con Oh Tea”, cuenta Juan Pablo, que trabaja junto a ellos. Importan sus propios tés de China (de jazmín, oolong y rojo), también traen la tapioca y suman otras perlas elaboradas con fruta para su carta de bebidas. El más vendido es el Bubble Black Sugar Tea (con azúcar negro); también hay bebidas a base de leche (como el taro latte, con perlas de un tubérculo parecido a la batata), sodas (como la de Mango) y batidos como el de dulce de leche. Con aires juveniles, vasos descartables de calidad y mucho color, Oh Tea es un éxito. En Juramento 1600
6. Palitos: los pioneros
La mayoría de los visitantes del Barrio Chino llegan buscando los platos de exportación oriental, las empanaditas primaveras, los chaw mein y chop suei, entre otros. Para ellos (y también para los que quieren ir más allá), Palitos tal vez sea el mejor restaurante, apto todo público. Un ícono del barrio que abrió en 1994 de la mano de la familia Chen, manejado hoy por Erik, nieto de fundadores. No solo tienen todos los clásicos esperados sino también especialidades propias. ¿Los imperdibles? La corvina entera frita con salsa agridulce y el delicioso pollo a los tres aromas, que se cocina con jengibre, ajo y albahaca. En Arribeños 2245
7. Orei: kiosco de ramen
Del otro lado del arco del barrio chino, sobre el pasaje Echeverría (redescubierto con la remodelación de la estación de tren) se armó en el último año un mini polo gastronómico: ahí están las pizzas de Pony, los gin&tonic de la Chintonería, el café de Morro, las tapas de Copetín, entre otros. Pero el sabor oriental lo custodia Orei, un kiosco de ramen abierto por Roy Asato. Caldo japonés de cocción muy larga, servido en distintas opciones (siempre con fideos, a veces cerdo, con huevo cremoso, verdeo y más). Se sirven en bowls descartables para comer ahí mismo, sentado en uno de los canteros que hay sobre la peatonal. Y cotizan entre los más ricos de la ciudad. En Pasaje Echeverria 1677 local 8
8. Defu: el paraíso del tofu
La familia Huang se dedica a preparar de manera artesanal esta proteína a base de soja tan popular en Asia. Un alimento nutritivo y versátil, en especial para dietas veganas y vegetarianas. Todo el tofu que se vende en el Barrio Chino (en los restaurantes, en los supermercados) proviene en realidad de Defu, donde lo preparan en distintas presentaciones y texturas: frito, duro, saborizado y más. Su especialidad es el tofu blando, que requiere de un manejo muy delicado de la leche de soja y el cuajo. A esto suman tapas para wonton y dumplings caseras, venden miso y algunos productos envasados. Un lugar que desde afuera puede pasar desapercibido, pero que realmente es único en el país. En Mendoza 1725
9. Tzong Kuan: un templo budista
Como nunca antes en su historia, en el último año miles de personas pasaron por el templo budista Tzong Kuan, ya una postal inequívoca del Barrio Chino porteño. No lo hicieron por razones religiosas, sino por una cuestión más pragmática: allí se ubicó una de las postas de vacunación contra el Covid-19 organizadas por GCBA. Pero más allá de las causas, entrar a este templo es siempre sobrecogedor. Abierto en 1988 por el Maestro Pu Hsien, ya desde la puerta se pueden ver las estatuas doradas de tres grandes budas: Sakyamuni, Ksitigarbha y Guanyin. Previo a la pandemia se hacían meditaciones y cursos de yoga abiertos al público (dejando el calzado en la puerta). Gran parte de los inmigrantes taiwaneses que llegaron al país en la década de 1970 y 1980 eran budistas, y este fue el primer templo que tuvieron en Argentina. En Montañeses 2175
10. Mian: expertos en sopas
Un buen indicio: las mesas de Mian suelen estar ocupadas por la propia colectividad china en Argentina. Un local simple, desangelado, que no llama la atención. En chino Mian significa fideos, y la especialidad de la casa son las sopas con fideos que llegan en grandes bowls humeantes. Hay con y sin carnes, de fideos de trigo, arroz, mandioca, poroto; algunos son anchos, otros finitos, algunos resbaladizos, otros más tiernos. A las 20 sopas disponibles se suman algunos platos como los fideos con salsa de soja y pasta de maní y excelentes ravioles de cerdo servidos en la vaporera de bambú. Una cocina económica, reconfortante y generosa. En Arribeños 2306
11. Tina&Co: productos importados para elegir
Tina&Co abrió sus puertas en 2013, como parte de una profunda renovación del Barrio Chino. Un local de estética cuidada y occidentalizada que llegó para ofrecer muchos de esos productos importados que solo se venían en series norteamericanas, rompiendo un estereotipo sobre el barrio que tenía bastante de prejuicio pero también algo de realidad: restaurantes y supermercados descuidados, tiendas de chucherías baratas y escenografías salidas de la Chinatown de Polanski. “Los dueños son taiwaneses que llegaron de muy jóvenes a la Argentina. Son viajeros, sibaritas y buenos anfitriones”, explica Dayana, una de las encargadas. En Tina & Co se consiguen sartenes y ollas de aluminio fundido de alta calidad, aderezos tipo Heinz y cafés de todo el planeta, golosinas importadas, productos de cosmética y más: un oasis de compras en tres niveles. En Mendoza 1678
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