En los días posteriores al desembarco en Normandía, hubo aviones que escondían tanques de combustible o barriles llenos de esta bebida bajo sus alas
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El 20 de junio de 1944, dos semanas después del desembarco de las fuerzas aliadas en Normandía, el corresponsal de Reuters que cubría el Día D daba cuenta de cierto desánimo subterráneo que afligía a las tropas. En los bares que encontraban a su paso no había buena cerveza para beber, solo sidra. “Y es algo bastante acuoso –consignaba el periodista–. Vi a un soldado británico pedir con nostalgia una pinta de cerveza suave y amarga, pero el vaso que le sirvieron contenía la sidra eterna”.
La cerveza inglesa recién hizo su desembarco oficial en Normandía el 12 de julio de 1944, y en un volumen extremadamente modesto: la ración era de tan solo una pinta por soldado. Sin embargo, mucho antes, a solo una semana del Día D, oficiales de las fuerzas aéreas canadienses, inglesas y norteamericanas asumieron la misión –semioficial, vale aclarar– de cruzar el Canal de la Mancha con cerveza en sus tanques de combustible de reserva, o incluso en barriles que colgaban de las alas de los cazas Spitfire o Hawker Typhoon, para dar algo de “sabor a hogar” a la tropas.
La revista Time en su edición del 2 de julio de 1944 le puso nombre a estas misiones –”flying pubs” (pubs voladores)–, y describió su objetivo: “Una gran sed atacó a las tropas británicas que se apresuraban a completar las pistas de aterrizaje de emergencia en el polvo de Normandía –publicó Time–. Pensando en camaradas más afortunados bebiendo en restaurantes rurales y bistrós urbanos, empezaron a quejarse. Querían cerveza. Lo entendieron. Los Typhoon, antes de disparar su armamento contra los nazis, aterrizaban en las pistas con tanques auxiliares de combustible llenos de cerveza. Enjambres de sedientos se reunían con tazas esmaltadas. Los primeros tanques llenos tenían mal sabor debido a los revestimientos del tanque; esto fue superado por medios químicos y las siguientes cargas quedaron deliciosas. Como en el pub de la esquina de casa”.
Pubs voladores
Las primeras misiones de los “flying pubs” fueron protagonizadas por aviones Spitfire y Hawker Typhoon, que empleaban para llevar el preciado suministro tanques de combustible auxiliares llamados Jettison, que al adosarse al avión le permitían extender su rango de vuelo. En estos casos, los tanques con una capacidad de 170 litros iban llenos de cerveza ale.
Si bien no oficiales, tampoco se trataba de misiones que desafiaban la autoridad. De eso da cuenta una foto distribuida por esos días a los medios por el Ministerio del Aire británico, en la que se ve un Spitfire del escuadrón 332 de la Real Fuerza Aérea (RAF, según sus siglas en inglés) en la base aérea de Tagmere, en Sussex, cuyo tanque Jettison está siendo cargado con la cerveza de dos barricas de la cervecería Henty & Constable.
Historiadores del mundo de las bebidas datan el origen de esa foto el 13 de junio de 1944, cuando tres Spitfire volaron de Tagmere al campo aéreo de Bény-Sur-Mer en Normandía, en lo que sería el primer desembarco de cerveza aliada en tierra ocupada (otros, como el historiador Pete Brown, sostienen que esas misiones habrían comenzado el mismo Día D).
“Las instrucciones eran más o menos así: ‘Consiga un par de pilotos más y haga los arreglos para limpiar los tanques de los jets y cargarlos con cerveza’ –recordó décadas después Lloyd Berryman, teniente del escuadrón 412 de la Fuerza Aérea Real Canadiense–. Cuando superemos la cabeza de playa, abandonemos la formación y aterricemos. Nos han dicho que los nazis están contaminando el agua potable, así que se lo agradecerán. Volaremos a 13.000 pies [4000 metros de altura], de modo que la cerveza estará lo suficientemente fría cuando llegue”.
Los tanques de combustible auxiliares de los cazas Hawker Typhoon ofrecían incluso mayor capacidad: podían llevar adosados bajo sus alas dos tanques Jettison, cada uno con 340 litros de cerveza. Sin embargo, varias de sus misiones de suministro de bebida fueron interceptadas por error por los P-47 Thubderbolt de la fuerza aérea norteamerucana, ya que algunos poco experimentados pilotos confundían los Hawker Typhoon con los Focke-Wulf Fw 190 alemanes. ¿Resultado?
“Nuestra cervecería aérea fue atacada por Thunderbolts estadounidenses dos veces en un día y se vio obligada a arrojar sus tanques de cerveza al Canal de la Mancha –reportó un piloto–. Estos dos encuentros nos salieron caro”.
Pero los pilotos de los Thunderbolts no tardaron mucho en comprender la particular misión de sus aliados y copiaron su modus operandi. “Durante nuestra breve estancia en el aeródromo A6, aprendimos otro truco del oficio de nuestros aliados vecinos de la RAF, un escuadrón Typhoon con base cerca de Caen –contó el teniente William R, Dunn, de la fuerza aérea de los Estados Unidos–. Periódicamente enviaban un avión con el tanque limpio de regreso a Inglaterra, donde el tanque era llenado de cerveza. Un vuelo de vuelta a Francia a una altitud de 4500 metros y la cerveza llega bien fría. Pronto seguimos su ejemplo con nuestros tanques de vientre de 567 litros. Esos británicos saben cómo llevarse todas las comodidades del hogar a la guerra”.
Bombas de cerveza
Llenar tanques de combustible con cerveza supone un problema: los tanques no siempre quedan limpios, e incluso el mismo material en el que están construidos puede afectar el aroma y el sabor de la bebida. Eso se resolvía no solo limpiando bien los tanques, sino utilizándolos regularmente para llevar esa bebida. “Las primeras bebidas sabían fatal debido a los revestimientos del tanque –consignó la publicación especializada The Airman’s Almanac en 1945–. Antes del segundo ‘viaje de cerveza’, los tanques fueron tratados químicamente y se informó que la cerveza transportada por aire era extremadamente sabrosa”.
Pero el ingenio encontró un camino alternativo para llevar cerveza a las tropas aliadas. Los pilotos del ala N° 131 de la RAF se atribuyeron la creación de la “beer bomb”. ¿Qué era esta bomba? Barricas de cerveza a las que le agregaban una suerte de “nariz” para hacerlas más aerodinámicas. Estas barricas eran luego colocadas en los estantes de bombas de los Spitfire, bajo las alas. Obviamente, la carga llegaba siempre a destino, no se lanzaba sobre las tropas nazis.
“La bomba no tiene nada de atómico, por lo que ahora se pueden divulgar los detalles –explicó años después un integrante del ala N°131 de la RAF–. De hecho, el invento es simple: implicaba un barril de cerveza, un avión portador de bombas y un piloto dispuesto (los tres estaban disponibles en orden de magnitud creciente). El procedimiento, divulgado libremente en beneficio de la humanidad sedienta, consistía en cargar cuidadosamente el avión con un barril de cerveza, llevarlo con todas las precauciones a Plumentot, en Normandía, y aterrizar con el mismo cuidado. Nunca las bombas fueron recibidas con más calidez”.
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