Productora con bar incorporado. El guionista argentino que crea series entre whisky y habanos
Mario Segade, guionista y director de Verdad consecuencia y Resistiré, entre otros, estrena productora con bar incorporado y debuta en el streaming con un documental sobre 2001
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Por años, el rating de la TV fue su nafta. Estuvo detrás de éxitos como Verdad consecuencia, Vulnerables y Resistiré, en tiempos de oro de la ficción local. Recibió varios Martín Fierro y hasta un Premio Konex de Platino. Sin embargo, hoy su trabajo lo encuentra lejos de este formato. Aunque lo mira de reojo y asegura que le interesa estar atento a lo que sucede, desde hace un tiempo sus creaciones corren por otras vías. Por estos días está esperando el estreno de 2001, serie de National Geographic (se verá por Star+) sobre la crisis argentina, que a su vez le proveyó material para crear el documental Ayer fue 2001. Además, junto al empresario Andrés Zazzini, inauguró en pleno Microcentro la productora A Media, que sintetiza muy bien los tiempos pospandémicos en los que trabajar y disfrutar se combinan: en el subsuelo se crea contenido audiovisual y arriba funciona La Productora, un bar con café de especialidad y pizzas y un club de whisky y habanos.
–¿Por qué les interesó este formato tan distinto?
–Tiene que ver con lo que me pasó a mí a partir de la pandemia. Cuando se fue abriendo un poco la posibilidad de encuentro me movilizó que fuera una productora donde sucedan muchas cosas. Que la creación de contenido audiovisual conviva con un café de Colombia extraordinario y que haya gente arriba tomando, comiendo rico, entre whisky y puros. La pandemia forzó un poco este tipo de espacios y me gusta vincularnos también desde ahí, abriendo el espectro de la actividad. En La Productora hay actividades como catas, degustaciones y charlas de especialistas en bebidas y tabaco.
–Microcentro también fue una zona supergolpeada en pandemia, ¿por qué eligieron apostar ahí?
–A mí me encanta el centro, me parece que es un lugar que hay que recuperar, culturalmente inclusive. Hay algo del valor arquitectónico singular. Desde muy niño mi papá me traía a Florida Garden y tomaba mi café con leche y ya estaban los mozos con botones plateados que hoy se mantienen. Me parece que está bueno intentar volver, es algo casi contracultural.
–Mientras hacías 2001 te surgió la idea del documental. ¿Cómo fue la experiencia de compartir tu detrás de escena?
–Hacia fines de 2019 empecé a hacer entrevistas, y todo mi acopio tomó una versión virtual cuando llegó la pandemia. Me pareció interesante y me gustó el desafío de darle un formato. Son conversaciones, quería escuchar a los actores protagonistas de ese tiempo y a algunos más que no tenían que ver directamente con la situación, para poder generar un pensamiento hoy, incluso atravesado por lo pandémico. Todas las entrevistas fueron hechas en Zoom y se pueden ver en YouTube.
–¿Y la pandemia cómo te pegó?
–Me pegó muy mal. Yo también dirijo, y eso estaba vedado. Nunca me sentí identificado con las experiencias narrativas que se daban a través del teatro por Zoom, eso nunca me atrajo, me espantó más bien, como público y como hacedor. Me parece una época de mucha incertidumbre, no me agrada lo que sucede a partir de la pandemia. Y hay aspectos de lo artístico que plantean pasarla por alto o sobrevolarla porque así nos vamos a angustiar menos. No quiero ser pesimista ni depresivo, pero afectó y afecta. A veces pienso en cómo incorporarán este contexto el mundo audiovisual y el cine, más adelante. Seguro no desde la negación, que es lo que está sucediendo. No digo que hagan películas con barbijos, pero hay algo de eso que me interpela ahora.
–¿Tuviste alguna revelación con la cuarentena?
–No, al contrario. Creo que el trabajo del autoconocimiento hay que hacerlo siempre, no esperé a la pandemia. Y de entrada pasé por la que pasamos todos: hectolitros de alcohol, cocinar panes de masa madre, charlar con una amiga y brindar en la pantalla. Y duró lo que un fósforo.
–¿Cómo ves a la TV de aire?
–No es mi palo interpretar el negocio, pero por suerte siento que todavía hay algún experimento de ficción en ese sentido, porque hay algo en nuestra identidad como televidentes que está atado a esa TV. Me doy cuenta cuando salgo un poquito de Buenos Aires, acá vivimos como en una burbuja y la gente que hace una vida tal vez más tranquila quiere llegar a la casa y ver a sus actores, ver una novela. Me da lástima, yo soy un producto de la TV de aire, no paraba de hacer series. Me da mucha pena que eso desaparezca, pero entiendo que hay partes del negocio que no conozco.
–¿Qué tan distinto es trabajar para una empresa como Netflix?
–Bastante. Primero, en la cantidad de capítulos, fundamental para un autor. El último unitario que había hecho, El Puntero, fueron 40 episodios, y eso es un año de pantalla de aire, mientras que en Netflix son varias temporadas. Me costó aprender eso, había algo de la urgencia que tenía el aire que fue un aprendizaje. A la vez, hay más jugadores en el proceso de creación: cada persona tiene un rol distinto dentro de ese show, yo tengo la particularidad de escribir. El trabajar para plataformas también implica saber las necesidades del producto. No le temo a eso, si me subo al proyecto es porque me copé, entonces no pataleo. Por eso también me resguardo y escribo algunas películas y teatro, cosas más para mí. Pero mi experiencia en las plataformas ha sido muy enriquecedora..
–¿Qué se viene en tu universo?
–Estoy esperando el estreno de 2001 y estamos terminando de escribir y en preproducción para un largometraje que es una coproducción con unas semanas de rodaje en China. Y estoy escribiendo una serie para una plataforma.
–¿Cada tanto te quedás en el bar, el lado B de la productora?
–Sí, estamos mucho tiempo acá. Además circulo, me gusta la calle, dar un par de vueltas. A la mañana soy más prusiano y me someto a las exigencias del laburo; a la tarde me tomo más licencias. El mito del escritor de la noche no lo vivo, ¡no me sale ni un diálogo!